A veces es necesario alejarse de todo para pensar si estamos donde deseamos estar.
A🌙AYa todos están en la casa. Iliana habla tan animadamente con las demás mujeres, entre ellas, Rose, que es solo cuestión de tiempo de que sepa quién es Rose y lo que simboliza en mi vida.
Despues de cenar, estamos reunidos en la sala, mirándonos entre todos mientras que algunos hablan y otros, simplemente sonríen de cualquier cosa. Y luego estoy yo que solo estoy moviendo mi vaso con whisky sin mirar a nadie en concreto. Quiero que esto termine ya.
De repente siento una mirada fija en mí, por lo que levanto la cara y encuentro a Iliana viéndome enfadada. Sé que está enfadada, y el hecho de que James esté a su lado, lo hace el primer sospechoso y culpable de su enfado. Suspiro cuando al cabo de unos segundos, James se levanta e Iliana se sienta junto a mí.
—Eres un maldito imbecil —sisea. Me enderezo para verla bien.—¿Qué? —inquiero. Cuando está por responder, Nana interrumpe, sentándose entre los dos. Suspiro. Iliana se levanta de mala gana—. ¿Qué edad tenemos, Nana? No estabamos haciendo nada malo —me quejo. Nana me mira mal.
—Ya ni sé qué edad tienes, porque tus acciones no son de un hombre de 33 años —espeta. Ruedo los ojos y me levanto. Es imposible hablar con ella. Solo quiere sarmonearme todo el tiempo.
Me relleno el vaso con Whisky y me quedo junto a la barra, deseando que ya todos se vayan. Veo a Iliana al otro lado de la sala, enrollada al brazo de James, pero sus ojos siguen firmes en mí. Intento descifrar qué es lo que le pasa, pero simplemente no lo deduzco. Dudo que esté así solo por saber quien es Rose. Eso a ella no le afectaría en nada. ¿O si?
Suspiro, negando con la cabeza.
—Hermano, creo que es hora de que yo me vaya. Me toca llevar a James a su casa, está demasiado borracho y no puedo permitirle manejar así. ¿Crees que pueda dejar su auto en tu cochera? —Asiento sin dudar.
—Por supuesto que sí. Sabes que lo mío es de ustedes —declaro. Y lo de James, es mío... Bueno, ni siquiera se puede decir así. Después de todo, quien se casará con ella es él, no yo.
—Gracias, hablaré con ellos. Dame un momento —pide, palmeando mi espalda. Asiento y lo veo alejarse hasta llegar a Iliana y James. Iliana me mira por un momento y luego regresa su mirada a George. Al cabo de unos segundos, George está de regreso a mí—. Iliana se llevará el auto de James. ¿Nos vemos mañana? —Asiento, estrechando la mano que me ofrece.
—Se cuidan mucho en el camino. Los acompaño a la puerta —declaro. Caminando a su lado.
—Hermano, nos vemos mañana. Muchas gracias por todo y sí, tenías razón: ella es preciosa —sentencia, señalando a Rose con la cabeza. No necesito voltear para confirmar que habla de ella. Iliana tampoco necesita que diga algo más y sale de la casa, tomando las llaves del auto de James.
—Eres un idiota, ¿lo sabías? —inquiero. Hace una mueca al ver a Iliana desaparecer en la calle con su auto.
—Concuerdo con eso. Ella es tu prometida, no puedes decir ese tipo de cosas o nunca llegará a ser tu esposa —acota George. James suspira.
—Tienen razón. No pienso bien cuando estoy bebido, lo saben —se defiende. Niego con la cabeza y ayudo a George a llevarlo hasta su auto. Le coloco el cinturón de seguridad y me dirijo a George.
—¿Crees que puedas llevarlo mejor a tu casa? No creo que esté en condiciones de pasar la noche solo. Lo dejara aquí, pero sabes que ya tengo mucha visita —comento. George asiente.
—Tienes razón. Lo meteré en la casa del perro para que aprenda —sentencia. Sonrío imaginandolo.
—Eso es una gran idea —bromeo. Ambos reímos y nos despedimos con otro apretón de mano antes de que se vayan.
—Nosotros también nos vamos, Xavier —dice Marcus apenas entro a la casa. Arrugo el rostro.
—¿Por qué? —inquiero confundido.
—Ya reservamos una habitación de hotel, tenemos nuestras cosas ahí —explica Rose. Suspiro.
—Eso no era necesario. Les dije que mi casa era su casa —insisto.
—Yo les dije lo mismo, pero son unos tercos —me apoya Arianna.
—Bueno, supongo que ya no puedo hacer nada para convencerlos de lo contrario, está bien. Pero al menos, llevense el auto, pueden usarlo el tiempo que quieran. Y saben que son bienvenidos aquí siempre —declaro. Ambos asienten. Marcus me abraza y sale tomando el pequeño bolso de mano y a Zoe, que ya camina sola. Sonrío al ver a los mellizos caminando poco a poco.
Fue gratificante verlos hace un rato moviéndose de un lado a otro por toda la casa. Su límite era las escaleras y la puerta corrediza que da al jardín. Simplemente no intentaron subir las escaleras o salir al jardín.
—Muchas gracias por todo, Xavier —susurra Rose a mi lado. La miro brevemente, grabando por un segundo, toda su expresión.
—Es un placer —susurro de regreso, sonriendo. Me devuelve la sonrisa y me sorprende depositando un suave beso en mi mejilla antes de seguir su camino para salir de la casa. Me quedo viendo el suelo, luchando con mi estúpido interior para no sonreír como idiota.
Suspiro, sacudo la cabeza y me enderezo. Me vuelvo para cerrar la puerta y al voltearme, dos pares de ojos me miran inquisidores.
—No tengo nada que hablar con ustedes dos, quisquillosas —declaro. Corro hasta mi cuarto antes de que ellas me agarren a torturarme con preguntas estúpidas.
Después de ducharme, cambiarme la ropa por una de pijama, me acuesto mirando al techo. He apagado y encendido el televisor unas siete veces. Ahora yace apagado. No entiendo el enfado de Iliana. Si hasta hace unas horas estábamos bien. Riendo y cogiendo como locos. ¿Qué pudo decirle James que la molestó tanto?
Cansado de no tener respuestas, me levanto. Me quito la pijama y me coloco un pantalón de Jean con una camisa polo, encima un abrigo y salgo de mi habitación después de echarme perfume y coger las llaves de la casa junto a mi celular y billetera.
Cuidando de no hacer ningún tipo de ruido, me dirijo a mí cochera. No llevaré el mismo auto, por algún motivo, quiero cuidarme la espalda lo más que se pueda. Elijo uno de mis favoritos y de mayor valor sentimental, mi TVR Chimaera. Es de color rojo, lo que lo hace más llativo aún. Lo hago rugir y arranco, dejando que la brisa cale en mis huesos y mueva mi cabello por ser descapotable el auto.
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Mr. White. [Completa]✨
RomansaDécimo mandamiento: NO CODICIARÁS LA MUJER DE TU PRÓJIMO. Pero, ¿qué pasa cuando ella desea ser codiciada? ¿Qué sucede cuando el deseo entre ambos es imposible de esconder o evitar? ¿Quién dice que lo correcto es siempre el abstenerse? A veces, es m...