Capítulo 16 - Privilegio

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La exploración iniciaba y los mensajeros químicos se enfocaron en su misión; al principio, camino hacia su habitación, en medio de besos y caricias dudó: ¿seré capaz?, ¿podré hacerlo como ella?, eran interrogantes que le atacaban sin reparo, cruzaban por su mente aun y en medio de su pasión.

Macarena amaba los riesgos y nunca los enfrentaba con expectativas negativas; aunque no tuviese nada a favor, se consideraba: autodidacta, curiosa, analítica, ponderadora, lógica y muy ecuánime siempre, pero en esta ocasión, y luego de recibir tanto placer, placer infinito por parte de la morena, le fue inevitable tambalear ante sus capacidades dejando aflorar sus inseguridades, ¡Oh, es que es demasiado buena en lo que hace...!, vacilante para sus adentros antes de acostarla en la cama.

La primera fase –según la teoría– estaba más que completa: el deseo. Le era ineludible acudir a sus conocimientos, pero sí, desde que la conoció sabe que la feniletilamina ha estado activada, ayudando en la secreción de la oxitocina actuando en ella sin ningún reparo desde prácticamente el primer día que vio esos ojos cafés en aquella cafetería ocasionando la maravillosa conexión especial de sus receptores neuronales para ansiar: abrazarla; tenerla; acariciarla; besarla; amarla... aún y cuando no tuviese nociones en el amor. Esa hormona actuó cambiando la conexión de millones de circuitos en su red neuronal, todo por ella.

Por ella, todo su sistema químico era un abanico venteando nuevas sensaciones, descubrió.

El deseo iba en picos acrecentados, todo su cuerpo reaccionaba en cuestión a ello –suplir su necesidad máxima–, pero que, con la acción de la oxitocina, esa necesidad incluía atender y complacer a su amante. Aquella hermosa morena; que estaba entre sus brazos, bajo su cuerpo, con su aroma inundando sus adentros y acariciada por su lengua.

La excitación se desencadenó sin esfuerzo, era omnisciente desde que el día uno al lado de Bárbara, sentir su respiración cerca de su piel, o con el sólo hecho de mirar sus perfectos labios era un desencadenante. A su lado se sentía excitada, vivaz, regia, y, en conjunto, le hacía aumentar su percepción magnifica de la vida.

Se maravilló al sentir como funcionaba en ella todas aquellas reacciones químicas que leyó en sus libros de neuroquímica, su cerebro engranaba su conocimiento con sensaciones, era su eureka personal.

Teniéndola allí, a su merced, los niveles se descontrolaban, así tal cual como su propio centro se humedecía, y en medio de todo no perdía detalle de la reacción de la morena; sus besos iban descendiendo por el cuello, y los gemidos no paraban; notó como en algunas zonas esos gemidos eran más potentes acompañados por respuestas del cuerpo moreno, elevando la acción de transmisores como la serotonina, causante del descontrol que, a su vez, le inundaron el cerebro de deseo, ayudando al proceso que la hizo buscar más contacto, más caricias, más de ella... para dejarle claro lo que ejercía sobre ella en cada acción.

Por instinto mecánico, su orgánica le hizo mover el muslo hacia su entrepierna y comenzó a presionarla, gimoteó al sentir lo húmeda que estaba por ella, sólo por ella; sentir la respuesta de lo que estaba generando la hizo gemir y profundizar todo, desde allí todo fue más consonante. Sus movimientos iban en respuesta a todas las reacciones de los neurotransmisores de los que sabía entraban en función para los actos del placer por amor, y seguía aprendiendo, necesitaba llegar al límite máximo.

Su boca tomó uno de los erguidos pezones que moría por hacer suyo, lo hizo con delicadeza y luego con pasión, mientras con una mano pellizcaba el otro pezón y la hizo "cantar" con mayor esmero; música que eligió como pieza preferida desde ese momento, por encima de las piezas que tanto amaba de Mozart o Chopin.

Era la gloria interpretada por las cuerdas bocales de Bárbara. Todo era a niveles escandalosos para ella, y le gustaba; experimentar como podía volverla por el placer que le brindaba era deslumbrante, sin dudas se convertía en uno de sus mejores y más exquisitas labores, que esperaba con vehemencia volver a repetir y, como siempre, buscar perfeccionar su técnica...

Complicidad (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora