Unos ojos marrones brillaron después de tanto tiempo; a la vez que su corazón empezó a sentirse vivo, su caja torácica no le dejó duda en ello.
—¡Gracias por venir!
Así la recibió Bárbara en la entrada de su apartamento en Chicago, se hizo a un lado y la dejó pasar.
Macarena estaba luchando para manejar su ansiedad y no saltarle encima. Ese sábado era el día más esperado por ella durante días que le parecieron siglos, después de todo era el final de su suplicio, asumió.
Atendió a la invitación de sentarse y cuando la rubia negó amablemente a las bebidas que le ofreció, se sentaron. Bárbara llenó sus pulmones de aire pausadamente para agarrar fuerzas e iniciar:
—Perdóname —comenzó—. Mi comportamiento no fue el más idóneo, pero la situación ni las formas ayudaron.
Macarena bajó su mirada azul hacia sus propias manos que descansaban sobre su regazo, todo en supuesta calma.
—Yo —continuó—, no manejé bien todo y por eso, ya teniendo a mi mamá mejor, quiero que hablemos.
—Yo también lo lamento, no te haces una idea de cuánto. Ya sé el porqué de tu enojo —soltó atropelladamente, iniciando una divagación—, yo me siento muy apenada por lo que esas personas te dijeron en la fiesta. Ellas no tienen ni idea de la persona que eres. De lo que significas para mí. Yo necesito que me creas y me disculpes, también sé que me equivoqué ayudándote a escondidas, pero sólo quería precisamente hacer eso, ayudarte, yo te amo y no puedo...
—Macarena, por favor —la detuvo, haciendo gestos con sus dos manos—. Déjame continuar.
»Es válida cada una de las palabras que acabas de decir. Por supuesto que sé que me querías ayudar. Y tengo muy claro que esas personas no son de tu mínimo interés o relevancia como para darle atención.
»Pero debes prestar atención al contexto en general, no sólo afrontarlo sin pensar en lo que implica.
»Para iniciar, creo que me has mentido demasiado; empezaste ocultándome tu verdadero apellido, desde allí todo se descontroló —dijo y bajó su mirada—. Entiendo las razones, lo dejaste muy claro, pero mira todo lo que ha generado...
—Generó que nos conociéramos —le interrumpió—, dentro de todo ayudó a que no me dieras la espalda al saber quién era. No me arrepiento —soltó, una vez más impulsivamente.
La informática le pidió detenerse con otro gesto.
—Pero empezamos mal. Ese es el hecho en cuestión. —Por primera vez suspira sonoramente y cruza sus piernas, apretando en el acto sus palmas sobre la rodilla flexionada. Quería era lanzarse sobre su rubia, pero tenía que conversar y aclarar todo antes—. Claro que admito que por mi parte entiendo que todo se dio orgánicamente y, aunque fue muy rápido, no me quejo ni me quejaré nunca, no me arrepentiré de lo que tenemos, de lo mucho que te amo. Pero necesitamos reevaluar muchas aristas.
»Tu nuevo cargo —empezó a enumerar— y lo que implica que esté a tu lado.
»Mi ciudad de residencia, incluye mi familia y trabajo.
»Tu dinero y tu criterio para usarlo hacia mí.
»Y lo más importante: la sinceridad; en ambos sentidos. Nos prometimos no decirnos más mentiras luego de aclarar lo del incidente y mira...
La científica quedó sin argumentos claros, luego de esa lista, vio todo cuesta arriba; ella sólo había pensado en disculparse y hacerle entender lo de su ayuda. Pero visto así, era más profundo todo. Razonó unos segundos con su excelente habilidad analítica y pudo expresarse:
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Complicidad (Terminada)
RomansDos mujeres con un alto coeficiente intelectual y con unas carreras brillantes ven afectadas sus vidas cotidianas inesperadamente. Bárbara y Macarena se encuentran en medio del cambio que le deben dar obligatoriamente a sus vidas; sin saber que ell...