Epílogo pt. 1

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Había sido una mañana de muchísimo frío, pero cuando entré a casa me invadió el calor.

Mi madre debía de haber prendido la calefacción hacía ya un buen rato porque, mientras que afuera harían unos 15 grados, dentro era el mismísimo desierto a pleno mediodía.

- ¿Pero quien ha puesto la calefacción aquí? Que nos vamos a rostizar todos - exclamé apenas crucé la puerta de entrada. 

- Prefiero estar aquí que afuera, también te digo - dijo mi amiga Rachel, que pasaba por la entrada después de mi.

Volvíamos del colegio. 

Hoy era lunes, por lo que salíamos a las 15hs, un poco más tarde de lo normal. Teníamos que terminar juntas un ensayo de literatura para mañana y habíamos hecho... bueno, poco y nada. Así que decidimos que viniese a casa luego de la escuela y así poderlo terminar.

Ambas nos sacamos nuestras chaquetas y nos quedamos con el uniforme del colegio, la típica camisa blanca y la falda corta de cuadros rojos.

Me di un vistazo en el espejo de la entrada y vi que tenía el pelo más lacio que de costumbre, por el frío de seguro. Los días que de humedad se me quedaba un poco más ondulado.

- Mamá ha puesto la calefacción así antes de irse y no tengo idea de cómo apagarla - la voz de Patrick sonó desde la sala.

- Que raro de ti - respondí mientras pasaba a la sala de estar, con Rachel detrás de mi.

En el sofá, uno al lado del otro y frente a la televisión, encontré a Patrick y a Dean jugando al PlayStation 4. Algún juego de carreras de automóviles o algo así.

Apenas oyó mi voz, Dean giró la cabeza hacia mi y me sonrió disimuladamente, y tuve que aguantarme todas las ganas que tenía de correr hacia él y darle un beso, o un abrazo, o tocarlo al menos.

Hacía ya aproximadamente dos meses que salíamos.

Era una relación como de novios, sólo que nosotros dos eramos los únicos que lo sabíamos.

Al principio, durante las primeras citas y tal, pensábamos no decirle a nadie nada por el simple hecho de que no sabíamos exactamente que era lo que nos ocurría. Pero al día de hoy ya estábamos bastante seguros, y aunque la Margo de hace tres meses me odiaría por decir esto,  estábamos básicamente locos uno por el otro.

Sin embargo, nadie sabía nada.

A Dean le daba una especie de miedo decírselo a Patrick, y yo también por mi lado quería evitar toda la mierda que mi hermano iba a tirar el día que se lo dijésemos. Supuestamente según mi chico el salir con la hermana pequeña de tu mejor amigo es como el crimen más penalizado del código penal, y no sabíamos cómo decírselo sin que explotara todo.

Sabía también que Dean no quería perder la amistad de años que tenía con Patrick, aunque también quería estar conmigo.

Entonces era todo un dilema. De todas formas, todavía no habíamos encontrado el momento de decírselo.

Obviamente mis padres tampoco estaban enterados; decírselo a cualquiera de ellos era un canal directo hacia Pat, cosa que no queríamos.

Lo mismo ocurría con los amigos de Dean, o los míos, que aunque no conocieran a mi hermano, podía escaparseles y todo el esfuerzo de escondernos durante estos meses iba a ser en vano.

Todas las citas eran en secreto, o el venía a verme a casa cuando ni mis padres ni Pat estaban, y lo mismo con su casa. O yo decía que iba a estudiar a casa de Rachel, que acababa siendo el automovil de Dean en algún bar perdido de las afueras de la ciudad.

En sólo una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora