CAPITULO: 6

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NARRA PAOLA


El viaje a casa desde la estación de policía fue horrible. Estar sola en el auto con mi papá fue insufrible. Una vez que llegamos a nuestro lado de la ciudad, podía sentir la ira que irradiaba de él. El hecho de que hubiese estado en silencio durante la mayor parte del trayecto me asustaba jodidamente. Sabía lo que me esperaba una vez que llegara a casa. Ni siquiera quiero pensar en lo que él iba a hacerme.

-No tenía idea de que este era el tipo de chica que eras. -Llenó el silencioso auto con un suspiro-. Nunca pensé ni en un millón de años que tendría que ir a la estación de policía y recoger a mi hija. Tal vez debería tratarte como la delincuente juvenil que eres. ¿Te gustaría eso, Paola? ¿Quieres que te trate como luces ahora? ¿Eh?

¿Quieres que te trate como una pequeña puta? -Su voz pasó de calmada a feroz mientras seguía hablando, en ese momento voltee a mirarlo y lo que recibí fue un golpe tras otro- te mereces esto y más por la vergüenza que me has hecho pasar.

No respondí. En cambio, me quedé mirando por la ventana y vi pasar las grandes casas. En silencio oré para que nuestra criada, estuviese levantada. Tenía la esperanza de que la enfermera de mi mamá, Patricia, estuviese atendiendo a mamá. Deseaba a cualquier persona que pudiera salvarme de él, pero sabía que en el fondo de mi mente que él se aseguró de que estuviésemos solos cuando llegáramos a casa. Ese pensamiento hizo que mi estómago girara y de repente recordé la vez que me sentí mal y vomité sobre él una vez que había terminado conmigo. Yo sólo tenía nueve años y él le dijo a mi mamá que yo debía haber tenido un virus estomacal de veinticuatro horas.

Una vez que paramos en la casa, salí corriendo, no podía hacer nada más, solo corrí sin mirar atrás, no podría volver a esa prisión, en donde cada noche era azotada hasta desmayarme o hasta que el perdiera el interés en seguir golpeándome, pero no podía hacer nada más que huir, el tenia poder, yo solo estas piernas para huir.

Tanto frio invade mi cuerpo mientras corro a la casa que comparto con Sara, puede que solo sea una cobarde, nunca poder escapar de este laberinto si sigo mirando la pared y no empiezo a caminar, la princesa no debería esperar un príncipe que la salve, la princesa debe tomar valor e intentar salvarse sola o ... morir en el intento.

Recuerdo la primera vez que la princesa vio al monstruo de su castillo, era solo una niña, había peleado en la escuela por defender a un pequeño niño, quien diría que ese niño era su único amigo, al llegar a casa solo estaba su padre, ese desagradable ser que solo le importaba el mismo.

Extendí la mano y cubrí mi mejilla mientras levantaba la mirada hacia él en estado de shock. Él era abusivo, pero no este tipo de abuso. Nunca me había golpeado y ahora, mientras me miraba con una extraña expresión en su rostro, supe que también estaba sorprendido por su reacción. Su realización parecía molestarlo aún más mientras agarraba la parte superior de los brazos y me empujó contra la pared.

-Mira lo que me hiciste hacer -dijo enojado.

Nunca había tenido más miedo de él y el miedo en mi rostro lo alimentó. Ni siquiera vi su mano viniendo cuando me golpeó de nuevo. Esta vez grité en voz alta. Me maldije a mí misma para hacer el ruido. Lo último que quería era que mi mamá me escuchara y se alarmara. Me tapé la boca con la mano y esperé a que me golpeara de nuevo. Mi mejilla sentía hinchada y caliente, tan caliente que esperaba que la lágrima que se deslizaba por ella chisporroteara. Él deslizó su pulgar debajo de mi ojo con tanta fuerza que dolía.

-Ni siquiera puedo mirarte -siseó.

Y entonces me estaba moviendo a medida que me lanzaba alrededor de modo que quedara frente a la mesa de la cocina y de espaldas a él. Me golpeó en los omóplatos mientras rudamente me empujaba sobre la mesa y tiraba de mi brazo izquierdo con fuerza por detrás de mi espalda. Mi rostro dolió cuando lo presionó contra la mesa. Tenía miedo de lo que pudiera hacer, él no era el hombre que se casó con mi madre, él no era el hombre que me había criado, el hombre que solía ser mi padre había muerto ese mismo día y el monstruo que ahora atormenta mis sueños todas las noches había nacido, fue Duero creer que mi propia familia me llamara mentirosa y exagerada solo por ser una niña pequeña, nadie me creyó cuando les conté del monstruo, nadie me ayudo, desde ese día deje de creer que alguien podría salvarme.

Nuestra esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora