CAPITULO 5

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NARRA KAREN


—¿No tienes clases?—preguntó Ciro mientras me pasaba un porro.

Estábamos tumbados en el fondo del carro, drogándonos en el estacionamiento de la escuela.

—no ire. ¿Tú? —Tomé una profunda calada y la sostuve.

—Pfft, infiernos, no. Ya he tenido suficiente educación por la semana. Vamos a comer algo, mujer. Me estoy muriendo malditamente de hambre. Daría mi huevo izquierdo por una hamburguesa y una malteada en este momento.

Terminamos en el McDonald de la casa de Álvaro con el menú de medio dólar extendido a lo largo del salpicadero de mi carro.

—Así que, esta chica Sara está viniendo el viernes para vernos tocar. Espero que use ese ajustado uniforme de colegiala. —Él hizo un gruñido en la parte posterior de su garganta—. Amigo, esa mierda es jodidamente caliente. Oye, tal vez ella traiga a tu chica con ella. Ya sabes, la rubia. Si ella puede permanecer sobria el tiempo suficiente, tal vez tengas suerte —bromea.

—Por favor. Esa chica es tan recta como puede ser. Tendría que drogarla, también, para conseguir llevarla a la cama. —Nos reímos.

Más tarde esa noche, tocaron en casa de Álvaro durante dos horas antes de finalmente dirigirnos a casa. Cuando llegué, mi papá no estaba allí, lo que significaba que estaba fuera por una llamada, remolcando el carro de alguien. Entré, calenté dos paquetes de fideos tipo ramen, y luego me arrojé sobre el sofá para ver algo de televisión y comer. Acababa de terminar mis fideos cuando escuché a mi papá estacionarse. Aventé mi plato en el fregadero y fui a tomar una ducha.

Esa noche él no jodió conmigo. Supongo que estaba demasiado cansado del trabajo para siquiera molestarse. Deseo que lo hagan trabajar hasta la muerte con más frecuencia. Mierda, deseo que simplemente lo hagan trabajar hasta la muerte... y punto. Me quedé dormida en un par de calzoncillos con la radio encendida y soñé con la chica rubia y sus extraños ojos verdes.

Para el momento en que el viernes llegó, me había perdido dos días de escuela y estaba tan quebrado que apenas tenía dinero suficiente para escupir gasolina a mi tanque. Había estado en cada uno de los negocios de la ciudad tratando de conseguir un trabajo, pero por los tatuajes y las perforaciones no fui aceptado en la mayoría. En cambio, me encontré frente al porche delantero de José, el traficante de hierba local. Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas, y si quería tener dinero para la gasolina y la comida, necesitaba algo de efectivo. Papá trabajaba, pero era el hijo de puta más tacaño con vida y yo tenía la edad suficiente para cuidar de mí mismo.

Salí de la casa de José con una onza de marihuana. Él no quería que comenzara con mucho, a pesar de que le había dicho que podría haberla vendido en menos de media hora en el escape. Tenía que empezar en alguna parte. Una onza de marihuana hoy sería una libra de cocaína mañana. De cualquier manera, era dinero en mi bolsillo.

Me duché, me vestí y me dirigí hacia El escape. La banda ya estaba instalada para el momento en que llegué allí y ya había al menos veinte personas en el bar. No pasó mucho tiempo hasta que estuvimos en el escenario tocando, rompiéndonos el culo por un cupo lleno. Tomé un trago de mi cerveza en cada oportunidad que tuve. Era una buena noche. Estaba tocando con todo mi corazón y más tarde, una vez que todo estuviera arreglado, vendería esta yerba y obtendría mi dinero.

Recorrí la multitud y vi algunas caras familiares. Una linda morena en el frente llamó mi atención. Ella me miró con los ojos coquetos y lamió su labio inferior. Era linda, no sexy, pero lo haría. Tomé nota de dónde se encontraba en la multitud antes de moverme. Un destello de cabello blanco cruzó mi visión y mis ojos se posaron en la pequeña rubia. Desde atrás, la chica me recordó mucho a esa chica Paola, pero esta chica llevaba un par de vaqueros ajustados que abrazaban el trasero y la blusa más sexy sin mangas que había visto alguna vez.

Nuestra esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora