Después de salir de la habitación estuve fuera durante el resto de la tarde. En aquel jardín justo al lado de los animales me encontré con dos chicos. A posteriori me enteré que eran de mi habitación.
Uno se llamaba Santiago, y del nombre del otro francamente no me acuerdo. Santiago se mostró muy amable conmigo e incluso me ofreció compartir litera. Pero yo, que ya de antemano intuí que no iba a ser el tipo de compañero con el que uno querría compartir cama, rechacé su oferta con muchísima educación.
Después de conocer a este chaval, quedé con Pablo "el chiquitito" para cenar y pasar lo que quedaba de tarde. Ya me había acostumbrado al ritmo de vida de este lugar, que a pesar de ser un campamento bastante convencional tenía algunas particularidades que le otorgaban un carisma difícil de explicar. A pesar de que estaba viejo y sin remodelar, daba una sensación de descubrimiento de la vida tan buscada cuando tienes 13 años.
Después de eso estuve un rato paseando solo, y es que ese lugar es todavía más grande de lo que parece.
A grosso modo está dividido en tres partes, la de abajo, que es un extenso lugar con hierba, al que nosotros llamábamos "green", donde al final de dicha parte podemos distinguir la "Berasategui's House", que es donde el director y su familia se alojan durante el campamento.
Cerca de la mitad fronteriza nos encontramos con los animales, dos cabras, Mahoma y Richard, y un puñado de gallinas.
En la zona del medio tenemos los edificios en cuestión. El Byron y el Coventry son los edificios de dormitorios masculinos. El femenino, "Gothic", está justo a la entrada del campamento, es mucho más grande, y no estoy seguro si es por su arquitectura o por la presencia femenina, pero cuando lo contemplabas te hacía tragar saliva.
Un poco más arriba tenemos el comedor y la disco.
Y ya para finalizar tenemos la parte norte donde se encuentra la playing room, en la que ya de antemano predije que iba a pasar mucho tiempo allí, las clases, unas pistas de baloncesto, otras de volley ball y dos campos de fútbol enormes.
Al caer la noche, los monitores nos rogaron que volviéramos a nuestras habitaciones, ya que era hora de prepararse para dormir. Entré en el edificio, me di una ducha, y penetré en la habitación. Los monitores, que como ya he mencionado únicamente utilizaban el español, les estaban explicando a los nuevos el funcionamiento y los horarios del campamento.
A cosa de las 10.00pm unos monitores nos mandaron pasar a las habitaciones. Ya en el dormitorio, que pequeño no era, conocí a los monitores y al resto de la habitación. Calculo que éramos unos 11 chicos: Santiago, Pablo, Diego, Fernando, Nacho, Pelayo, el majo del principio y otros tres chavales que pasaron bastante desapercibidos.
Ya eran las 10:30 y los monitores, tras explicar cómo funciona todo, se fueron. Por cierto, se llamaban Carlos y George Berasategi.
A pesar que los monitores me hablaban en Español y no precisamente en un lenguaje muy cristiano, todavía tenía la visión del campamento como un lugar donde aprender inglés en un ambiente internacional.
Entre ellos reconocí a Rafa, con el que me había cruzado anteriormente. Parecía bastante tranquilo, y se notaba que todavía no había descubierto la verdadera esencia de esa habitación. Tras dar sus instrucciones, los monitores se marcharon.
Eso fue hasta que escuché el grito de ¡HELICÓPTERO! y al girarme me encontré a un chico, que por cierto se llama Diego...
La siguiente escena fue relativamente obscena pero es necesaria para comprender uno de los lazos que acabaría forjando una amistad entre Rafa y yo. Pero no nos adelantemos. ¿Os acordáis de Diego? Es ese chaval un poco tonto que conocí en el aeropuerto, creo que ya os hablé de él.
Agitando su inmenso miembro en forma de hélices de helicóptero.
Hay que decir que todo lo que le faltaba de cerebro lo tenía en miembro viril. Además, su infantil sentido del humor consistía en agitarlo mientras gritaba «¡Helicóptero!». Haciendo esto, se tiraba encima de la gente, provocando un ambiente un tanto cómico pero que era más propio de un manicomio que de un campamento de verano.
En ese momento, observé que todos mis compañeros de habitación reían al contemplar la escena, aunque a mí no me parecía demasiado interesante. Supongo que la repetición cansa. Y es que sí, llevaba una semana realizando el ritual todas las noches.
Y ahí fue cuando entendí que eso no era lo que me imaginaba y que mi estancia en aquel lugar iba a desembocar en una experiencia muy peculiar en sí misma.
Ya no solo por la gente y el lugar, sino por el ambiente resultante de la suma de ambos. Estaba "acampando" en lo que muchos considerarían un manicomio.
Pero a pesar de aquel lamentable espectáculo que más que risa me provocó un asombro poco convencional, al girarme vi al chico de antes, me estaba mirando y yo, lejos de incomodarme, le devolví la mirada con una expresión de incertidumbre y en cierto modo, de auxilio
En ese momento, me di cuenta que otro compañero de habitación tampoco se estaba riendo, ni parecía impresionado por un espectáculo que podría parecer gracioso pero que era bastante lamentable. Como no, se trataba de Rafa, que me miró como diciendo: «¡Sácame de aquí!». Fue en ese momento en el que comprendí que en ese lugar en que, hasta ahora, no había disfrutado mucho, podría hacer un verdadero amigo.
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ACAMPADOS
Teen FictionACAMPADOS, un verano puede cambiarlo todo. Este libro es escrito por y para adolescentes, aunque invitamos a todos los adultos a la lectura del mismo. De cómo dos chicos con visión y educación diferente, se conocen en un campamento de verano en Hast...