Dabria Aland

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Mi nombre es Dabria Aland, nací en 1995 en la ciudad de Manhattan. Dabria es un nombre latín y significa ángel, mamá considera que soy un ángel que vino a bendecir su vida. Ella me educó con bases sólidas en la solidaridad, la amabilidad y la cordialidad. Siempre quiero ayudar a los demás, y eso me ha llevado a situaciones donde los demás se aprovechaban de mí. Pero no importa, los malos suelen ser pocos y pienso que la bondad debería ser mayor a la maldad ya existente en este mundo. Estudio una licenciatura en Historia ya que es una rama que me apasiona demasiado, y me considero una devoradora de libros: siempre hambrienta por saber más, conocer más y eso incluye el pasado de la humanidad.

Tengo un novio que conocí durante la carrera, se llama Richard Olsen pero todos lo llaman Rick, llevamos un año como novios y tres siendo amigos. Ambos estamos en los últimos peldaños de finalizar la carrera y vivimos juntos en pleno centro de Nueva York, mi vida era relativamente normal hasta que comencé a tener sueños.

Sueños con ojos azules, sueños con alguien de cabello castaño y puntas rubias, alguien que me abraza y me besa como nadie, alguien que me ama como nadie. Sueños con lugares que nunca conocí, sueños con un mercado antiguo y un calor casi asfixiante, sueños con vestidos y enaguas, pero en todos esos sueños siempre está él. Sueños en los que despierto llorando y temblando con un anhelo por alguien que no conozco, llorando por una sensación de nostalgia por alguien a quien nunca vi. Esto comienza a interferir en mi vida de una forma tal que, en medio de la gente en plena ciudad, con mi mirada busco por esos ojos y ese cabello. Lo busco entre la gente de forma desesperada, porque nacen en mí preguntas en las que necesito una respuesta para poder seguir viviendo.

Y cuando llega la noche, me invade el miedo. Nacen nuevos miedos: miedo al agua, miedo a la oscuridad, miedo a los grupos grandes de personas, miedo a las personas desconocidas. En la noche, el miedo me invade porque eso significa que soñaré otra vez con esos ojos azules como el mar y un cabello tan suave como la seda, soñaré y lloraré otra vez por alguien a quien pido que no se vaya y que no se aleje de mí porque si me deja voy a morir. Ya no quiero soñar con ese desconocido, no quiero seguir llorando por alguien a quien nunca en mi vida conocí. Empecé terapia, y gracias a estos sueños caí en la depresión y la ansiedad, mientras más cosas sueño peor me siento al despertar.

Ya no quiero dormir, porque si duermo soñaré. Ya no quiero soñar.

Rick es tan bueno, todavía está conmigo a pesar de todo lo que siento y siempre está ahí cada vez que me despierto llorando y gritando. Me consuela, me abraza, me acompaña, no me deja sola. Lo necesito tanto, no quiero que se vaya jamás de mi lado. Él es el único que logra calmarme en mis despertar tan horrendos, y el único que me acompaña cuando recaigo en el agujero tan oscuro de la depresión.

Mi familia también está angustiada por mí, no entienden cómo unos sueños pudieron alterar mi vida y mi salud por completo, no saben qué hacer para mejorar mi situación o ayudarme de alguna forma. Me hice exámenes médicos y neurológicos, y nadie tiene una explicación racional ya que no hay evidencia biológica que indique que estos sueños son síntomas de una enfermedad cerebral o un defecto neurológico.

Y todas las noches también sueño en mil muertes, y en todas muero yo. Son tan aterradoras que me quedo encerrada en casa, lejos de todo peligro que pueda aniquilar mi vida. Pero ahora está peligrando mi carrera por la que me esforcé tanto en avanzar, y hoy decidí asistir a clases con el invasivo terror sobre mis hombros y unas muy oscuras ojeras adornando mis ojos. Intento recordar las técnicas de respiración que me enseñó mi psicológa para calmarme y no dejar que el terror me afecte.

Anoche soñé que me asaltaban y me apuñalaban cuando volvía a mi casa durante la noche, tengo miedo de que eso me pase.

Me han comentado que hay un profesor suplente, que parece ser joven pero es un experto en lo que enseña y supuestamente tiene un curriculum intachable, también recomendado de otras universidades.

—Dicen que es todo un bombón —comenta Jude con ojos soñadores mientras caminamos por el pasillo de la facultad, al menos en medio de todo esto ella logra sacarme una sonrisa—. Ay Dabria, las chicas que ya lo vieron se están muriendo por él. Qué lastima que sea un profesor, porque definitivamente me lo llevaría a la cama —ante su indiscreción y su fingido pesar, suelto una fuerte carcajada.

Por eso la amo, está tan loca y siempre logra hacerme reír con sus ocurrencias. Me pregunta cómo estoy, y cómo llevo el tema de los sueños. No me molesto en mentirle, le cuento lo que soñé anoche. Ante mi miedo, ella se ofrece a acompañarme a casa.

Nos despedimos porque ya es hora de mi clase con el tan deseado profesor suplente, e ingreso al aula. El aula comienza a llenarse de a poco, y veo entrar al profesor. Debo admitir que su estatura y su traje ajustado lo hacen ver apetecible, no levanta la mirada de sus hojas y se sienta en el escritorio. Su cabello castaño con puntas rubias me suena familiar.

—Bienvenidos alumnos, seré su profesor suplente durante el año en esta materia. Mi nombre es Adrien Enorth y espero que el año lectivo se desarrolle de una forma amena —saluda cordialmente con voz grave. Esa voz me resulta familiar, ¿por qué me causa esta sensación de familiaridad? Nunca en mi vida lo he visto—. Hecha la presentación, tomaré asistencia —dicho y hecho, con hojas en mano comenzó a nombrar alumnos y a tomar asistencia.

Hasta que llega a mi nombre.

—Aland, Dabria —frunce el ceño y levanta la mirada de las hojas, buscando a la persona con ese nombre. Levanto la mano y su mirada azulada choca con mis ojos verdosos, algo dentro de mí se revuelve y de repente me llena una sensación de angustia. Veo que sus ojos se enrojecen un poco, y siento los míos llenarse de lágrimas—.

¿Por qué me siento de esta forma, qué es esta sensación de angustia y familiaridad que llena mi pecho?

Mi respiración se acelera, y olvido los consejos de mi psicológa. Me levanto murmurando unas temblorosas disculpas, agarro mis cosas y me voy de aquel aula con el peso de todas las miradas extrañadas en mis espaldas. Pero me pesa más su mirada, me retiro casi corriendo y emprendo la carrera hasta la seguridad de mi hogar.

Corro como puedo, ignorando el ardor en mis piernas y con la vista nublada por mis lágrimas. Esos ojos...ese cabello...siempre están en mis sueños. Sigo corriendo con el pánico y la adrenalina llenando mi cuerpo. Mi mente no está siendo racional, sigo corriendo por las calles y las veredas con los sollozos ahogados en mi garganta, hasta que llego al edificio y subo de dos en dos las escaleras hasta llegar a mi hogar.

—Hola, Dabria. Qué sorpresa, te creí en...— saluda Rick al verme pero no alcanzo a escuchar lo que dice porque simplemente entro a la habitación, cierro la puerta y me echo en mi cama a llorar desconsolada—.

Lloro y lloro por todas estas emociones que me están sobrepasando, lloro por el fuerte anhelo que siento ahora albergar mi pecho, sollozo con fuerza por el dolor que me palpita las sienes y lloro más por el vacío que siento ahora mismo en mi corazón.

¿Qué son todas estas emociones y por qué sigo sintiendo esta familiaridad?

Por Los Siglos de Los SiglosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora