En la mesa se encontraban las personas educadas de siempre. Nadie hablaba, ni siquiera la tía de Kat, quien siempre tiene algo que contar. El silencio era mortal, pero era lo mejor que había pasado en ese lugar desde que Katerina había llegado.
Era de noche, y la atmosfera del lugar era extraña. En la tarde Kat había matado Riden, y no mostraba remordimiento alguno. Cuando llegaron al comedor para la cena, Eleonor ya estaba ahí sentada. En la mesa únicamente estaban los ocho vasos y Eleonor. Fue extraño que ella legara primero, pero nadie comentó nada.
- ¿Qué se siente? – preguntó Mason, el menor de los primos de Katerina.
- ¿Qué? – ella no lograba comprender la pregunta.
- ¿Qué se siente acabar con la vida de un hombre? – preguntó este nuevamente.
Katerina no sabía que sentía exactamente. Cuando mató a Riden, sintió cierta satisfacción, ya que él la había traicionado anteriormente. Pero nunca se había puesto a pensar que sentía cuando quitaba una vida.
- No lo sé – fue su respuesta.
- ¿No lo sabes? Eso no puede ser.
- No lo sé – repitió. – Cada vez que mato a alguien, es por alguna razón. Nunca siento culpa después.
- Eres una insensible – murmuró Eleonor.
- Tal vez lo sea – dijo la mayor de estas dos. – O tal vez solo pienso que se lo merecía y eso quita la culpa.
Nadie hablo. Todos se quedaron callados. Otra vez. El silencio se desvaneció cuando los meseros trajeron la comida. A cada uno nos sirvieron un plato, y ninguno cayó esta vez. Ahora al menos, comer era una escusa para no decir alguna palabra. Corté un pedazo de carne de mi plato, y lo comí. Luego de un par de bocados más, agarré mi copa. Estaba llena de vino, pero Kat no lo había servido y no había visto a ninguno de los sirvientes hacerlo. Al acercar la copa a su boca, pudo sentir el olor a vino, pero estaba mezclado con algo. Era un sabor agrio y casi imperceptible.
- Buen intento, Eleonor – dijo sonriendo.
Todos la miraron dubitativos, y ella se paro. En el medio de la mesa había un florero con varias flores. Ella vertió el vino sobre ellas, y en seguida estas se volvieron negras. Estaba en lo cierto. Le había puesto Carrinno. Se escucho una exclamación ahogada de la tía de Kat y otra de su madre. El rey se levantó inmediatamente y se colocó al lado de su hija.
- ¿Quién ha hecho esto? – preguntó el rey. Pero Katrina ya parecía tener la respuesta.
- Un sirviente – exclamó Eleonor fingiendo sorpresa.
Kat se volvió para verla. En su rostro esta dibujado el enojo que le había causado que ella no bebiera de la copa y terminada igual que esas flores. Eleonor la quería muerta.
- Detesto que me mientan – la voz de Katrina causaba escalofríos. – La única persona que estuvo aquí antes de que llegáramos fuiste vos. Mi copa ya estaba llena para cuando cruce esas puerta y no me lo puedes negar.
- No me puedes acu… - Katrina no dejó que su hermana terminara de hablar.
-El veneno que usaste era Carrinno. Es demasiado costoso para que cualquiera lo compre, y todos en esta mesa saben que las hijas del rey tienen dinero suficiente. Además, una solo persona vende Carrinno a los alrededores, y esa persona me debe la vida. Si no lo dices vos, lo dirá él.
Todos miraban a Eleonor. Ella no sabía qué hacer, no sabía que su hermana tuviera la posibilidad de sobrevivir a la cena.
- Me culpas constantemente de ser una asesina sin corazón, pero la que quiso matar a su hermana aquí, fuiste vos – la voz de la mayor parecía veneno.
- Fui yo, lo admito – admitió la acusada –. Ahora puedes matarme si quieres, tiene motivo.
- Tienes razón, tengo motivo – hizo una pausa –, pero yo si tengo corazón.
En ese momento, las puertas del comedor se abrieron dejando ver a uno de los soldados. Kat continuaba con la mirada fija en su hermana, pero escucho cada palabra.
- ¿Qué sucede? – preguntó el rey.
- Tiene que venir – dijo este. – Es una emergencia.
- Katrina – dijo el padre de esta - ¿Vienes?
Ella asintió. Despegó la mirada de su hermana y miró al soldado. Este era alto, con el pelo castaño y corto, con ojos casi negro. Tenía los hombros anchos tenía puesto el uniforme. Llevaba la espada colgada en el cinturón y la mano posada sobre esta. Daba la impresión de que el hecho de que el rey haya invitado a Katrina, lo ponía nervioso. Ella avanzó hacia el soldado, y cuando paso a su lado, continuó caminando. Él la siguió pasados pocos segundos, junto con el rey. El soldado finalmente se adelanto hasta quedar a la altura de ella.
- Tranquilo, no pienso matarte – dijo ella mirando al frente.
- Eso me tranquiliza mucho –dijo riendo un poco. - ¿Qué estaba pasando antes de que llegara? Parecía que en cualquier momento matarías a alguien.
- ¿Es de confianza? – preguntó ella a su padre. Este asintió – Eleonor me quiso envenenar con Carrinno, pero le salió mal.
- ¿Te quiso envenenar? – parecía alterado. - ¿La princesa?
- Yo también soy princesa y he matado – se quejó Kat.
- Pero es diferente – dijo él y Kat lo entendió. Eran casos diferentes.
No volvieron a intercambiar una palabra en todo el trayecto. Cuando llegaron donde estaba el General, junto con alguno de sus hombres, ella se paro en un rincón a escuchar. Estaba todos alrededor de una mesa con un cuerpo sobre la mesa.
- ¿Qué es esto? – preguntó el rey.
- Hoy se encontró este cuerpo en la calle – dijo el General, que estaba junto al soldado que le había prestado la espada hace unas horas.
-Todos los días se encuentran cuerpos – dijo el rey.
Katrina no lo soportó más y antes de cualquiera volviese a hablar, se acercó al cuerpo. Todos enmudecieron. Ella miró detenidamente el cuerpo.
Este tenía el pecho al descubierto, lo que dejaba ver la piel pálida, que tenía una herida cosida a la altura del corazón. Tocó donde estaba el corete cosido, y noto que esa parte se hundía, como si no hubiese costillas. Siguió bajando, y unos centímetros más abajo sintió otra cosilla. Pero el tacto era extraño, como si hubiera algo dentro. También notó que en el costado derecho del pecho había una marca del sur. Igual que con Carter.
- Denme un cuchillo – dijo sin dejar de mirar el cuerpo.
Alguien le entregó un cuchillo y ella con mucha facilidad abrió el tórax del hombre desde el comienzo del pecho, hasta el ombligo. Un olor a podrido que no debería existir aún inundó la habitación, pero lo que era más importante, había escarabajos muertos dentro de aquel hombre y su corazón estaba ausente junto con un par de costillas.
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Un Kiss, SamNovels
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Princesa asesina.
Aventura"Te voy a hacer pagar por todo" dijo mientras una gota caía por su mejilla y terminaba su recorrido en en un lado rojo.