Granate.

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Estar en la cocina era como volver a los viejos tiempos para Katerina. Ella prácticamente había prohibido que la llamaran por el título de princesa, porque no se sentía como una. Ella era una asesina, no una princesa. O al menos no se sentía como una.

Cuando menos lo imaginaba, su madre entró por la puerta. La localizó entre las mesadas, los platos y los utensilios. Sonrió de medio lado y se acercó a ella.

- Katrina, tu padre y yo precisamos que nos acompañes en esta ceremonia.

Ella levantó una de sus cejas, pero bajo de la mesada sin ninguna queja. Caminaron por los pasillos. Espero que no sea algún evento formal, pensó Kat. Llevaba puestos unos pantalones ajustados negros y una camiseta blanca, con unas botas negras.

Caminaron por un pasillo durante un rato, y en algún momento del camino, la cantidad de guardias aumentó. Entonces Kat supo a donde iban. Siguió caminando detrás de su madre, pero ahora su semblante era serio.

Al llegar al final, se encontraron frente a unas puertas altas e imponentes de color negro. Un guardia abrió la puerta, y dejó que ellas pasáramos. Tribunas en círculo, con el rey y su hermana en los lugares privilegiados, justo en frente de la entrada por la que acababa de entrar. En el centro, una plataforma de madera, con un tronco en el centro.

Caminaron hasta llegar donde se encontraba el esposo de la reina y la hermana de la princesa. Al llegar, el rey recibió a su hija mayor con una gran sonrisa; pero la más chica, la recibió con una sonrisa cínica. El rey se sentó en su lugar; del lado derecho de este, estaba la reina y del lado izquierdo su hija mayor, y a la derecha de la reina, se encontraba la menor. El rey se paro, y automáticamente toda la multitud ceso sus murmullos constantes.

- Estamos aquí para condenar a dos personas; para lograr que este reino sea liberados de sus males.

El primero en pasar, fue un chico de alrededor 16 años. Era castaño, con la piel pálida y flaco. Su mirada reflejaba temor. Todo en el lugar estaba en silencio. Lo único que se lograba escuchar era el tintineo de las cadenas del chico.  Cuando este llego a la plataforma, la miro por un segundo antes de subir. Se colocó en frente del tronco y miro en la dirección de la familia real. Katerina no lo soporto.

- ¡Alto! – gritó al pararse. Los murmullos comenzaron de vuelta. - ¡Silencio!

Todo quedo en un silencio mortal. El chico que estaba parado en la plataforma, la miraba con los ojos muy abiertos, sorprendido por sus actos.

- ¿Qué pasa? – preguntó su padre, quien ahora se encontraba parado a su lado.

- ¿Quiero saber cuál fue la acusación de este chico?

- Brujería.

- ¿Quién logró confirmarlo? – pregunté.

- Una señora nos dijo que lo había visto realizar actos extraños.

- Esa no es prueba suficiente.

- ¿Y cuál si la es? – ahora se había parado la menor de los Vanwood.

- La prueba física, la que logras ver con tus ojos.

- Entonces, pruébalo. – hizo una pausa y sonrió. – A menos que seas una cobarde.

- No lo haré yo.

La menor sonrió con un aire de victoria y antes de darse vuelta, dijo:

- Entonces, si eres una cobarde.

Se dio vuelta con la intención de salir del lugar, pero Katerina no dejaría esto así.

- Si consigo pruebas que logren condenarlo lo matare yo con mis propias manos, si no, lo dejaré libre. – Esta vez Kat fue la que sonrió. – Y si también gustas, y si las pruebas son suficientes, mataré al otro.

Princesa asesina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora