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Tae volvió a su casa a toda prisa. Al entrar cerró la puerta y se apoyó en ésta sintiéndose desfallecer. Su corazón estaba muy acelerado, sentía que se le saldría en cualquier momento. Su cabeza era un mar de pensamientos. ¿Qué había pasado? ¿Por qué mintió? Claramente ese día era viernes y para el día siguiente no había deberes que presentar. Pero ¿por qué había sentido la necesidad de desparecer de allí sintiendo su cara arder?, ¿Cuál era la causa? ¿Vergüenza? ¿Vergüenza de qué?

Con tantas cosas en la cabeza se sintió mareado. Se dirigió al sofá más cercano a duras penas, para finalmente desplomarse en éste y cubrir su rostro con el brazo izquierdo. Necesitaba tranquilizarse, dejar de pensar tanto y luego quizás poder encontrar las respuestas.

En ese momento, la abuelita de Tae ingresaba desde el jardín con una canasta de duraznos que recién había cosechado. Al ver a su nieto tirado en el sofá con una pinta deplorable se alarmó. Corrió hacia él. No podía ver su rostro, pero veía cómo su pecho subía y bajaba. Sus ropas estaban con restos de arbustos, al igual que su cabello. ¿Qué le pasó? Parecía que un huracán había arrasado con él y lo dejó en su sofá.

-Cariño, ¿qué te pasó? ¿Estás bien? – preguntó la abuelita con cautela, pero no obtuvo respuesta.

Al acercarse más, se dio cuenta que Tae había caído en los brazos de Morfeo. Fue por una cobija y lo cubrió, dejándolo descansar. Cuando despertara tendría tiempo de hacer sus preguntas.


Jin había vuelto a su hogar, pasando por las flores que antes habían hablado con él

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Jin había vuelto a su hogar, pasando por las flores que antes habían hablado con él. Al recordar lo que le dijeron, sintió algo en su interior, algo que sólo pudo interpretar como una cálida sensación, una que lo hacía sentir cómodo.

Con sus pequeñas manos en su pecho se fue acercando a su casa, la flor en la que se había formado su vida. Al entrar en ella, se acostó mirando al techo del capullo. En ese momento, éste empezó a moverse, asustándolo. Vio cómo todo el interior de su capullo estaba moviéndose. Se aferró de su pequeño pétalo que usaba como cama, para no caer. Después de unos segundos, el movimiento se detuvo.

Jin, que había estado mirando a sus pies aferrado a su pétalo por el miedo, ahora levantaba su rostro para quedar asombrado al ver que el interior de su capullo había cambiado. Ahora el lugar se veía más amplio, sus paredes ya no eran de ese blanco puro, ahora tenían un leve color rosa. Aparecieron unos brillitos que flotaban en el techo de su capullo. Parecía tener a las estrellas mismas dentro de su casa.

Asombrado por lo que veía flotó hacia esos brillos. Al parecer, era una especie de polvo brillante, que igual tenía un color rosado, pero este era más intenso. Cuando alcanzó los brillitos, éstos empezaron a danzar a su alrededor, causándole una sonrisa. Alegre, se puso a danzar junto a ellos, sintiendo ahora más calidez en su pecho.

¿Qué era eso? No tenía idea, pero se sentía muy bien, además que la vista era increíble. Salió para ver si por fuera también había cambiado, quedando asombrado porque ahora su casa era idéntica a la flor que le había regalado a Taehyung, el mismo color y el mismo tamaño. Sintiendo al instante una alegría inmensa, se acercó rápidamente a abrazar a esa flor como pudo, mientras una lágrima de felicidad se escapaba de sus ojos.

Mi pequeño UnicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora