II - King's Cross.

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El lejano sabor del Agosto no eran más que cenizas, el comienzo de Septiembre en King's Cross no pasaba desapercibido, cientos de personas abastecían la estación londinense aquella mañana. Era tal el bullicio, que nadie se percató de la repentina aparición de tres individuos en plena estación, entre los andenes 6 y 7.

—Toda la vida en la magia, y sigo sin creerme que los muggles no se den cuenta de nada. —Comentó Sandra soltando la mano de sus dos acompañantes.

Tras aclarar que tenían menos de 10 minutos, Thyago se abrió paso entre la gente, seguido de su novia y de Lyanne, que miraba hacia todas las direcciones mientras cargaba sus pertenencias.

Tras un par de minutos, que a Lyanne se le hicieron horas, por fin se encontraban frente al muro que separaba el noveno y décimo andén. Sandra suspiró.

—Lil-Lil, sabes que por el hermano de Thyago no podemos arriesgarnos a cruzar contigo...—Suspiró Sandra haciendo una mueca, y la castaña casi rubia asintió todavía agitada.

Los ojos de su tía denotaban disculpa, y tras mirar a su tía pausadamente, Lyanne dejó las maletas en el suelo y se abrazaron.

—Vas a sentirme más cerca incluso que cuando estabas en Francia. —Susurró Sandra en el oído de la joven, apartándole un mechón de pelo castaño reflejado con matices rubios. —Tendré que gastarme el doble en comida para lechuzas, voy a tener a Essence explotada de tanto escribirte cartas.

Lyanne sonrió en el abrazo, y apretó aún más a su tía.

—Ni te pases Sandy, que sabes que para mí es un descanso librarme de ti todo un año. —Bromeó, robándole a su tía una carcajada antes de romper el abrazo.

—Más quisieras niña. —Respondió sacándole la lengua.

—Sé que me vas a echar más de menos que a la pirada de tu tía. —Soltó entre risas Thyago mientras sobaba la espalda de Lyanne en muestra de cariño en un corto abrazo. —Acuérdate, corre rápido en línea recta y no te pares a pensar. —Recordó al separarse.

Lyanne entonces se percató de que quedaban nada más que 3 minutos para la salida del tren, se acomodó bien sus maletas entre los dedos, y echó una última mirada a la pareja. —Os quiero mucho, pero no os acostumbréis a que os diga esto, ya sabéis. —Dijo la muchacha. —¡Por Merlín me va a explotar el corazón de los nervios! —Exclamó justo antes de lanzarles un beso imaginario, y correr firme hacia el muro.

Apretó los ojos con fuerza esperando el impacto de la pared, y un ridículo en una estación abastecida de gente, pero en su lugar, su mirada vislumbró un portentoso expreso.

Aquella imagen se grabó en su retina sin buscarlo. Los destellos escarlata que aquel tren distribuía por el andén maravillaron la vista de la joven, la cual parecía en trance debido a la imagen que concebían sus ojos. No fue hasta que el tren dio una sonora señal de que iba a partir cuando reaccionó, y echó a correr hacia la entrada más cercana, logrando llegar a tiempo, y dejando que las puertas se cerrasen detrás suya.

—Genial, ni un compartimento vacío habrá ahora. —Pensó en alto Lyanne, que sin más andó en línea recta, recorriéndose cada vagón del tren buscando el lugar donde pasar el trayecto.

Todos los compartimentos de aquel tren estaban casi completos, y en su búsqueda de uno decente, paró a comprarle dulces a una señora mayor regordeta que llevaba un carrito lleno.

—Oh, hola querida. ¿Qué se te ofrece? —Le preguntó la mujer amablemente con una gran sonrisa.

—Un par de ranas de chocolate y píldoras ácidas. —Respondió lo primero que se le antojó.

—Te recomiendo que en vez de ranas compres los calderos... No veas como están de buenos. —Sugirió una voz masculina detrás de la chica, la cual ni se había percatado de su presencia. Al girarse, se encontró con un chico de ojos esmeralda y un pelo azabache muy desordenado, de más o menos su edad.

Lya le miró, hizo una mueca de '¿por qué no?' y asintió.

—Que sean dos calderos en vez de las ranas entonces.—Corrigió a la mujer del carrito, la cual sonrió.

—Sin problema cielo.

Una vez habiendo comprado los dulces, se hizo a un lado dejando al chico de atrás suya pidiendo.

—Que conste que me he fiado de ti, espero no arrepentirme. —Sonrió la chica mirándole a sus ojos verdes.

—No, con dos calderos y las grageas está bien. —Le dijo el chico a la señora del carrito. —No soy ningún experto de los dulces, pero mi paladar es exquisito para elegir bien. —Bromeó el azabache girándose hacia ella al haber terminado de comprar, haciendo reír levemente a la chica.

Tras un silencio ligeramente incómodo de pocos segundos en el que el ojiverde  había mantenido su vista fija en ella, fue él quién rompió el hielo.

—¿Es tu primer año? —Porque si es así, me apuesto lo que quieras a que a primero no entras. —Comentó con cierto nerviosismo, la casi rubia asintió.

—Pues sí, es mi primer año... y no, no entro a primero. —Aclaró entre risas. —Soy Lyanne encantada. —Se presentó la chica ofreciéndole la mano. —Pero llámame Lya.

—Yo soy Harry, Harry Potter y estoy en cuarto curso este año. —Dijo estrechándole la mano.

—Vaya, yo también. —Contestó agradable.

—Ya que eres nueva, ¿quieres que te presente a mis amigos? —Preguntó Harry mirándola a los ojos algo sonrojado.

Lyanne, que se dispuso a responder, fue interrumpida por dos voces similares que coreaban frases al unísono.

—Uyyy, el niño que vivió. —Dijeron dos adolescentes idénticos los cuales eran también pelirrojos, altos, y parecían algo más mayores.

Harry se sonrojó por el apodo y la vergüenza ligeramente.

—Venimos de ponerle polvos pica a pica a la cara cerdo y a la que parece Crabbe junto a Lee. ¡Deberías de haber visto sus caras! —Enunció riéndose uno de ellos. —¿Quién es tu amiga?

—¿Polvos pica-pica? Me encantaría ver eso. —Habló Lyanne, y los gemelos se miraron y sonrieron, las mejillas de Harry permanecían tintadas de un leve escarlata.

—No sé ni tu nombre y ya me caes bien. —Dijo esta vez el otro de los gemelos.

—Se nota que eres de las nuestras, ¡Mira, ven a verlo! —Continuó su hermano haciendo señas para que fuesen hacia dónde decían, Lyanne les siguió, dejando a Harry Potter atrás.

—¡Nos vemos en Hogwarts Harry! ¡Un placer! —Exclamó Lyanne girándose mientras seguía a aquellos gemelos.. —¡Y gracias por los calderos! —Gritó desde la lejanía.

—Denada... —Susurró Harry confuso y algo decepcionado, tal vez para sí mismo, puesto que nadie más se encontraba cerca en el pasillo.

Sin más, se dirigió al compartimento donde Ron y Hermione le esperaban, agarrando con firmeza sus calderos de chocolate en la mano.

Instinto. [Draco Malfoy & tú.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora