I - Sandra y el 1 de Septiembre.

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El aroma a tostadas recién hechas acompañado de la dulzura que ofrecía un zumo de naranja natural en aquella morada de origen francés, sólo podía ser síntoma de que un nuevo año escolar estaba a punto de comenzar.

Mientras las manos trigueñas pertenecientes al ojinegro Thiago Zabini, apretaban con una fuerza descomunal para exprimir la última de las naranjas, una mujer altamente delgada y de cabello rubio oxigenado descansaba su vista aceituna sobre él, intentando reprimir la risa.

—No es gracioso, señorita Kassandra. —Soltó de imprevisto el moreno al percatarse de la risa de la mujer, la cual se borró al instante.

—Me acabas de llamar Kassandra...—Comentó neutra arrastrando su nombre. — que mal perder tienen algunos, mis maravillosas tostadas llevan hechas durante casi cinco minutos ya. —Introdujo con aires de grandeza y una sonrisa dibujada en el rostro.

—Normal, me compararás dejarme la mano exprimiendo naranjas, con hacer unas tostaditas. —Intervino Thiago con cierto recelo e infantilidad al finalizar la frase. Sandra se puso de pie y se acercó algo a él.

—Mi cimpiriris dijirmi li mini ixprimiindi nirinjis cin hicir inis tistiditis. —Bromeó imitándole con sorna, dejando un silencio momentáneo que las carcajadas por parte de ambos rompieron.

—Eres tontísima, cielo, en serio. —dijo Thiago abrazándola por los hombros con cariño y cierto colegueo. A pesar de la gran envergadura que calzaba Sandra, el metro noventa de Thiago no pasaba desapercibido.

—Pero te vuelvo loco igual.—Respondió Sandra acercándose a los gruesos labios de Thiago. —No hasta que prepares los huevos con beicon, perdedor. —Finalizó la rubia sacándole la lengua bromeando, apartándose de los labios del moreno sin llegar a haberlos tocado, dejando una expresión de decepción y resentimiento adueñándose de su masculino perfilado rostro.

—Ya te la devolveré... —Amenazó sacando su varita y dando un leve movimiento, el cual repercutió en el desenfrenado movimiento que sartenes y utensilios varios comenzaron, para así cocinar los huevos fritos con beicon.

Sandra le arrebató de las manos la varita.

—¡Eh eso es trampa! —Exclamó cruzándose de brazos. —Dijimos que por el método mágico no vale. —Suspiró la mujer con un forzado enfado.

Thiago soltó una sonora carcajada, acercándose nuevamente a ella con una sonrisa, y le quitó la varita de entre los dedos con simpleza, pues Sandra no se opuso.

—Tampoco vale que me hagas ilusiones con un beso. —Rebatió creyendo en la infalibilidad de sus palabras. Sandra, pensativa le miró con amor.

Tushé. —Se decantó por acabar diciendo en compañía de una ceja alzada, y una sonrisa honesta, justamente seguido por el chirriar de los tablones de madera que conformaban el suelo, pues alguien bajaba las escaleras de la estancia.

—¿Están listos ya los crêpes de chocolate con avellanas y fruta? Decidme que sí, me muero del hambre. —Intervino una joven chica que rondaba los quince irrumpiendo en la cocina. Sus ojos color miel rápidamente tuvieron visión de ambos adultos, y al verles sonrió de medio lado tiernamente sin mostrar la dentadura durante pocos segundos, pues su expresión cambió a una de confusión. —¿Por qué huele a huevos con beicon? ¿Y mis crêpes? —Recalcó fingiendo preocupación extrema.

—Hoy no hay crêpes, hemos optado por un desayuno más inglés para un día tan especial como hoy. —Comentó Sandra felizmente cogiendo a su sobrina por los hombros con su brazo izquierdo, y conduciéndola hacia la acristalada mesa de la cocina, en la cual yacían unos platos, servilletas y cubiertos. Thiago con unos movimientos de varita, emplataba el desayuno.

—Sandy, no hacerme crêpes no me hará olvidarme de Beuxbatons... —Dijo la ojimiel con somnolencia sentándose en una de las sillas, apoyando su barbilla en la palma de su mano.

—Es un nuevo comienzo lo sabes, si te vas al Reino Unido no pretenderás comerte unos deliciosos crêpes ¿No mon amour? —Terminó con acento francés Sandra. —Además. —Dijo mientras le hacía señas a Thiago para que se sentase en la ya lista mesa para desayunar. —Llevas esperando toda la vida a este momento, no entiendo por qué estas últimas semanas has estado de bajón, Lyanne. —Finalizó acariciando su largo, sedoso y liso cabello castaño reflejado pulcramente con tonalidades más rubias, antes de sentarse al lado de ella.

Sandra no solía llamar a su sobrina por su nombre completo salvo cuando se enfadaba o se preocupaba por ella.

—Ya lo sé... —Suspiró simulando inseguridad por la elección de palabras, una vez estaban los tres en la mesa. Lyanne dejó los cubiertos en el plato causando un leve tintineo, y cogió una de las tostadas. —Es que sigo sin entender por qué no antes, como todos los demás niños, a los once. —Pausó mirándoles con cautela. —Ya me había acostumbrado a Beuxbatons... —Repitió Lyanne, que estaba por darle un trago al zumo, e hizo una mueca.

—Estoy seguro de que en Hogwarts encontrarás muchas respuestas. —Intervino esta vez Thiago. —Y más sabiendo que Dumbledore es el director, es un gran hombre.

—Exacto. —Concordó Sandra con el punto del moreno. —Todos hemos estado en Hogwarts y es parte de nosotros, ahora será parte tuya también. —Habló cursimente a su sobrina, a la cual se le dibujó una sonrisa tenue en la cara mientras tragaba el pedazo de tostada. —Pero menos cháchara, y cómete ya tu English Breakfast que tito Zabini ha cocinado con todo el amor de haber perdido una apuesta. —Cambió Sandra la entonación y el ánimo en sus palabras por uno más didáctico y divertido.

Lyanne, con un humor más favorable, hizo caso a su tía y puso uno de los huevos con algo de beicon en su plato con una sonrisa.

—Tengo todo preparado, ¿A qué hora decías que salía ese tren? —Preguntó la joven con la boca algo llena.

—A las 11 Lil-Lil. —Respondió Sandra haciendo uso del mote cariñoso com el que llamaba a su sobrina, pegándole a su vez un gran trago a su zumo de naranja mientras le guiñaba un ojo a Thiago al bebérselo, el cual seguía diciendo que estaba adolorido por haber exprimido las naranjas.

—¿Y qué hora es? —Preguntó de vuelta Lyanne tragando y dejando el cuchillo en el lado derecho de su plato.

—¡Las diez y media pesadas! —Voceó Thiago alarmado tras haber ojeado su reloj de muñeca, causando en las otras dos chicas el mismo alarmismo.

Lyanne se levantó alborotada y consumida por el pánico los primeros segundos, hasta que procedió a relajarse algo más.

—Joder pues menos mal que ya estoy lista. —Se calmó. —Voy a por mis cosas, venga os quiero listos para desaparecernos en cinco minutos. —Otorgó mirando con un disimulo inexistente a su tía en particular. —Mi primer día en Hogwarts, y a lo mejor lo empiezo sin llegar al castillo... definitivamente me pega mucho que me pase algo así. —Alcanzó a escuchar Thiago que ya estaba preparado, a Lyanne, cuya voz se hacía más lejana a la par que subía las escaleras.

Los minutos en situaciones de necesidad similares a la concurrente, se vestían de segundos, y en menos de lo que pensaba, tanto Sandra como Lya, hicieron compañía en la sala de estar a Thiago, el cual llevaba ya más de diez minutos esperando.

—Admito que esperaba que tardases el doble querida Sandra. —Confesó él, y Sandra, le sacó la lengua con humor, para después acercarse a él, cogiéndole de la mano desde la distancia, y dándosela a su vez a Lyanne.

Las 10:46 marcaba ya el reloj en aquel domicilio.

—¿Y dónde decíais que se cogía ese "expreso"?—Preguntó Lyanne desconfiadamente agarrando con firmeza la mano de Thiago y la de Sandra.

Ellos se limitaron a mirarse, y Sandra ahogó una risita.

—En King'a Cross. —Dijeron ambos al unísono sin intención de haberlo hecho.

Aquellas fueron las últimas palabras que rebotaron entre las paredes de la morada francesa en la mañana del 1 de Septiembre, los tres se acababan de desaparecer, dejando tras ellos una nube negra de humo que se disipó en un par de segundos, y un sabor a un nuevo comienzo, que irradió con magnitud, siendo aquel el inicio de un nuevo, y emocionante, capítulo en la vida de Lyanne,

pero eso ella, todavía no lo sabía.

Instinto. [Draco Malfoy & tú.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora