Capítulo 10

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—Quizá sea porque te haya deseado mucho tiempo sin saberlo...

—Eso es una bonita idea.

Alice se agachó y pasó la lengua por donde antes habían acariciado los dedos, Jess ya estaba haciendo tal esfuerzo por contener el clímax que pensó que se desmayaría.

—¿Dónde... has aprendido esto?

—En un libro. —Entonces sopló en la piel mojada—. ¿Te gusta esto?

El estrujó la manta con las dos manos y se quedó mirando en blanco al cielo estrellado, nunca había experimentado algo igual a aquello.

—Sí, me gusta.

—Una pena que no tengamos un poco de hielo.

—¿Hielo? ¿Para... qué?

—Se supone que produce una sensación fantástica si lo pones ahí mismo durante el orgasmo—dijo, apretándole un punto sensible bajó sus testículos.

Él no sabía nada de hielo, pero lo que le estaba haciendo con los dedos le estaba produciendo un efecto fantástico. Gimió con suavidad.

—¿Te está costando contenerte?

—Se podría decir que sí.

—Entonces, vamos a probar esto.

Le apretó en la base del pene con una mano tirando hacia abajo ligeramente y tomó la punta en su boca, el efecto fue increíble, la acción de su boca le produjo un intenso placer mientras que su sujeción en la base mantenía el clímax a raya. Jess gimió, bramó y agitó la cabeza de lado a lado. Entonces, ella aflojó la mano, lo tomó por completo en su boca y todo el control de Jess se hizo añicos, intentó apartarse de su boca, seguro de que no era lo que ella pretendía, pero Alice no se lo permitió. Su mundo explotó al abandonarse al orgasmo más cataclísmico de su vida, cuando la espiral de su universo empezó a descender, la levantó, la abrazó y besó aquellos labios con sabor a pasión.

Se sentía como si le hubieran cambiado el eje, aquella tarde había empezado como una sesión educativa en la que él debía ser el maestro y ella la pupila, y de alguna manera, en los minutos anteriores Alice había invertido los papeles por completo, y en el camino, lo había convertido en su esclavo.

—Podemos probar el hielo en otra ocasión —susurró ella.

—Seguro —dijo abrazándola sin energía más que para respirar.

Alice nunca había visto a Jess tan rígido salvo cuando le había dado un golpe de calor después de haber montado todo un día a caballo sin sombrero, normalmente estaba cargado de energía y ahora permanecía inerte en sus brazos. Por otra parte, la experiencia de amar a Jess la había excitado de nuevo, por fin había experimentado cosas que hasta el momento sólo había leído y sentía que se había abierto un nuevo mundo ante ella, estaba lista... para más. Miró entonces su cara relajada.

—Jess, ¿te he hecho daño?

Él esbozó una débil sonrisa.

—En absoluto que no.

Alice le acarició el cabello.

—Estás muy quieto.

—Tus libros deberían explicarte por qué.

—¿Ha sido tan bueno?

—Sí Alice, lo ha sido.

—Me alegro. —Sonrió en la oscuridad—. Me estaba preguntando si lo había hecho bien.

—Extremadamente bien.

—Estupendo. —Se cambió de postura—. ¿Te molesta si te beso de nuevo?

Noches sin Fin|| TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora