Jess jugó de forma pésima al póquer al día siguiente y los hermanos le tomaron el pelo acerca de su última conquista e insistieron en saber su nombre. Su última conquista. Se rió ante la ironía mientras metía una manta y dos toallas en la silla de montar el jueves por la noche para su paseo con Alice. Más bien, era Alice la que lo había conquistado a él. Le daba miedo poner nombre a lo que estaba sintiendo por ella, pero no se la podía quitar de la cabeza ni un solo minuto y aquello no era buena señal.
Ninguna mujer le había enganchado con tanta rapidez, quizá fuera todo lo que había leído o quizá tuviera talento natural para excitar a un hombre. En cualquier caso, sus instintos no tenían nada que envidiar a una conejita del Play Boy y eso que no tenía experiencia nada más que con él. Eso le gustaba, y le gustaba demasiado teniendo en cuenta que la situación cambiaría. En Nueva York vivían más hombres que en todo el pueblo y Alice tendría muchas oportunidades de encontrar al menos a uno que le gustara.
Apartó aquella idea para no arruinar la noche, que era preciosa. La luna descansaba justo tras las montañas creando un brillo alrededor de la familiar silueta, en cualquier momento, emergería tras las montañas. Jess esperaba que Alice llegara antes de que sucediera para poder verlo con ella. A Jess siempre le había gustado compartir cosas como aquélla con ella porque era muy apasionada ante la belleza que la rodeaba.
Debería haberse imaginado que pondría pasión en cualquier cosa que hiciera, sobre todo en hacer el amor, la pasión y la curiosidad eran una combinación potente. Se preguntó si llevaría alguno de sus libros. El sonido del coche aparcando tras el establo le aceleró el pulso, Alice apareció por la esquina justo cuando la luna asomaba su perímetro.
—Ven a ver la luna —dijo Jess, ella aceleró el paso.
—Esperaba llegar a tiempo. —Llegó a su lado y apoyó las manos en el poste de la valla para contemplar el cielo— ¡Wao!
El aire se inundó de su aroma y a Jess se le aceleró el corazón ante la idea de abrazar su suave cuerpo de nuevo, se moría por saborear aquellos labios aunque no se atrevía a besarla allí porque sus padres podrían aparecer en cualquier momento.
—¿Qué tal la partida de póquer?
—Perdí todas las apuestas.
—¡Jess! —Se dio la vuelta para mirarlo—. Eso es muy raro, si sueles ganar siempre...
—Pues tus hermanos se pusieron muy contentos. Querían saber el nombre de la chica que me tenía tan distraído para poder darle las gracias, se imaginaron que era lo único que podía volverme tan inútil con el juego.
—Pero no era yo el problema, ¿verdad? Era tener que enfrentarte a mis hermanos después de haber hecho el amor conmigo.
—Supongo —dijo, aunque no muy seguro.
—¿Y qué les dijiste?
—Nada, sólo los dejé especular.
—¿Crees que descubrirán lo nuestro?
—Preguntarán por ahí, pero no creo que nadie piense en ti. Creo que hasta si nos vieran besarnos en el parque a plena luz del día, pensarían que era un beso fraternal.
—¿Tienes ganas de besarme ahora?
Jess miró a la luna.
—Sí.
—¿Y de más que besarme?
A Jess se le contrajeron las entrañas.
—Sí.
—Te lo preguntaba porque pareces muy frío y contenido, ¿No eras tú el que me decía que reconociera que te deseaba tanto que no podía ni pensar con claridad?
ESTÁS LEYENDO
Noches sin Fin|| Terminada
Teen FictionAlice se balanceó con suavidad en la mecedora del porche con un block en la rodilla y un vaso de té helado en la mesita a su lado, contempló lo que había escrito y suspiró. El principio de una búsqueda era la parte más difícil, una lástima que a l...