¿Primer contacto?

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La gente corría despavorida. Nadie sabía lo que sucedía, y cada vez más y más estruendos se escuchaban en la ciudad. Miré mi celular, y traté de llamar a mis padres que estaban en Santiago. Tuvieron la suerte de salvarse, ya que se encontraban en un campo, a las afueras de la ciudad. Mi madre lloraba y repetía: cuídate hijo, por lo que más quieras. Interrogué a mi padre para saber a dónde se refugiarían, pero entonces la línea muere. Se han caído todos los sistemas de comunicación, Ni las radios transmitían. Me dirijo a la casa fuera de la ciudad, donde vivía mi abuela, ella nos decía que dos días antes habían llegado dos hombres vestidos de monjes, diciendo que por favor no salieran de sus casas y guardaran sus mascotas. Ella, por miedo al tono de voz de los extraños, hizo caso.

 Dejé a Rose durmiendo. Tomé el auto y me dirigí a la ciudad. Sintonicé la radio, por si algo aparecía, cuando con dificultad un mensaje de las autoridades se escuchó: Recomendamos refugiarse lo más lejos de las ciudades, nuestros sistemas de comunicación ha caído y trataremos de restablecerlos. Esperamos que esta catástrofe para la que aún no tenemos explicación, terminé pronto. Fin del mensaje. Nadie sabía nada de lo que pasaba. Las calles estaban vacías. Recolecté gasolina de los autos abandonados, y me dediqué a buscar abarrotes y otras cosas. En eso me encuentro con un perro solitario, que asustado se acercó a mí. Lo llevé hasta el vehículo y me encamino a casa. Casi al salir de la ciudad, veo a lo lejos una explosión. Asustado, baje del auto y me acerqué a observar. Había dos luces que medían alrededor de dos metros cada una. Estaban junto a un montón de cadáveres. De las luces se desprendió una extraña zonda, que roció a los muertos con un extraño líquido que los dejo bajo un manto blanco. Luego de eso salieron debajo de una especie de capa, unos extraños seres. Más allá un hombre gritó horrorizado, y uno de esos engendros saltó sobre él, descuartizándolo con facilidad aterradora. Me escabullí entre los autos y hui rápidamente. El perro que pensé estaría bravísimo, estaba asustado y trataba de esconderse bajo los asientos. ¿Qué serían aquellos seres? ¿Ángeles? ¿Extraterrestres? He visto tanta ciencia ficción que ya no sé qué pensar. Al llegar a casa, Rose asustada me abraza. — ¿Pasó algo?—pregunté, asustado. Los monjes habían vuelto a la casa, y Rose me explicó que le pidieron paciencia, que todo mejoraría en un tiempo más, y que por ahora solo debíamos sobrevivir. Al marcharse, rociaron un líquido del cual se desprendía un extraño hedor alrededor de la casa. Las dudas cada vez eran más, y ya el miedo se estaba apoderando de nosotros.

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