VI

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— ¡Stiles! Es hora de ir a la escuela. — su papá llama desde el otro lado de la puerta. Somnoliento, quita las abrazadoras sabanas y se coloca de pie. Si su padre lo llama solo significa una sola cosa: va a llegar tarde a la escuela si no se apresura.

Se permite caminar hacia el baño. Con movimientos perezosos quita su ropa y se mete a la ducha, toma toda la rapidez que sus músculos tensos y el sueño residual le permiten usar. Piensa de forma desordenada. Su mente divaga hasta que se enfoca en lo que realmente quiere pensar.

Soñar de esa forma con Derek fue… extraño. Stiles no se permite caer del todo, toma jabón y continúa aseando su cuerpo. Es solo que ese sueño parecía tan real. Podría decir que fue más real que producto de la imaginación conspirativa que atenta contra su bienestar mental. Él no lo entiende con exactitud.

Puede decir que no siente ni una sola pizca de arrepentimiento, pero la realidad es que aún queda ese sentimiento extraño que martilla su conciencia, diciéndole que no use a sus amigos (o lo que sea que Derek y él sean) como objetos del bien sexual. No es hipócrita, pero si lo compara con los actores porno a ellos les pagan para que ejemplifiquen fantasías de musculo y carne. Y quien es él para juzgar los empleos de las personas.

Sin embargo, aún sigue siendo extraño. Es la única palabra en su léxico que le permite describir el hecho. Aún sigue siendo extraño y raro sobrepasar el límite de su subconsciente y permitirse seguir pensando en Derek, en cada movimiento y roce que experimentó entre sueños. De no sentirse mal, al contrario más bien… fascinado y complacido.

En parte tampoco tiene la culpa, o no del todo.

Él ha visto a Derek con un 85% de vestimenta ausente, ahora con lo que ocurrió en el bosque, un 100% de ropa perdida. Derek en definitiva es el fruto del pecado que se hace carne en la miseria humana. Su ceño fruncido y sus pobladas cejas son un complemento aterrador y extrañamente excitante. Y se pregunta cómo rayos las cejas expresivas del mayor lo hacen lucir aún más caliente. Un fetiche extraño y afrodisiaco, si le preguntan, porque él en este momento está teniendo pequeños orgasmos con solo recordar como lo observaban en el sueño acompañados con esos ojos rojos.

Atractivo, esa es la palabra que su empobrecido vocabulario le permite usar para describir solo un tobillo del lobo. También sabe que se queda totalmente corta con la monumentalidad que Derek representa.

Antes que se dé cuenta, está tomando el desayuno y parte del almuerzo que su padre le ofrece. Toma apresuradamente su café y se despide con un abrazo y una amenaza a su papá, una que implica la alimentación saludable y controlada a sus espaldas.

Se permite pestañear solo un poco, se da cuenta de que está en su bebé, Roscoe, de camino a la escuela. Los minutos de su mañana agitada pasan volando.

(…)

Allí sentado en la cafetería de su escuela, Stiles está tomando su almuerzo mientras se sumerge en la conversación con Lydia, Jackson, Érica, Scott y Allison. Es grandioso, hoy puede almorzar con la mayoría de sus amigos, todos se ven desgastados por los exámenes y por su vida afuera, matando seres diabólicos que atentan contra la humanidad, pero aun así se puede ver la alegría de compartir juntos.

Hablar de cualquier cosa se vuelve demasiado fácil cuando está con sus amigos. Y sí, con Jackson también, lo cual es extraño Stiles estaría muy seguro que Jackson está enamorado en secreto de él. Eso explicaría porque dejaron de llevarse tan mal en el pasado a estar en una mesa juntos sin querer tirarse de los pelos, algo es algo. Pero es broma, Jackson y él se han convertido en grandes amigos y quien lo iba a decir; matar brujas, tíos psicópatas y miles de bichos raros los ha vuelto amigos. ¡Ah, como ama a ese pejelagarto!, mientras no le arranque la cabeza por llamarlo así.
¿Qué? Son amigos, pero Stiles necesita esa cabeza para pensar.

— Estaba planeando hacer una fiesta. — dice Lydia con alegría, observa a todos mientras poco a poco gana su atención. — algo privado, ya saben, entre nosotros. Como manada.

Cool. — declara Érica.

— Además, serán los primeros en probar nuestra bebida que es capaz de llevar a los hombres lobos — Lydia declara esa parte como susurro. — al maravilloso mundo de la embriaguez colectiva. — y le sonríe a Stiles.

— Si, — concuerda pronunciado una pequeña “p” al final. — serán nuestros conejillos de indias.

Todos se ríen tan fuere que casi llaman la atención de los presentes en la cafetería.

Lo que no saben es que es una verdad, a medias, pero es verdad. Lydia y él han trabajado los últimos dos meses en eso. Practican los conocimientos básicos de química, que generalmente odiarían por su profesor, pero nada que la meta en común no haga olvidar esa parte. Justo en casa de Lydia, en su sótano, está la creación jamás antes creada que podrá hacer maravillas con los hombres lobos. Un poco de wolfsbane por aquí, un poco de hiervas que contrarresten los efectos mortales por allá y un poquis de esencia de limón para alivianar el sabor, mencionó Lydia. Stiles pensó que sería asqueroso. Solo bastó con probarlo y cambió de opinión. No le llevará la contraria a Lydia nunca más.

— No quiero morir tan joven, soy demasiado hermoso. — señala Jackson con voz brusca ocultando la diversión en sus ojos.

—Piénsalo así, —susurra Érica, — morirás con una sonrisa en la cara porque ya he probado esa cosa y es lo mejor de lo mejor.

Jackson asiente levemente, sus labios se curvan un poco. Porque claro,  Érica ha sido la única con los ovarios bien puestos, para ser la conejillo de indias de Stiles.

— ¿Stiles, por qué hue… — Scott es interrumpido por un codazo nada sutil de Érica y un susurro siguiente que escapa a su audición humana.

— ¿Perdón?— pregunta confundido.

— No, nada, es solo tu colonia. Te he dicho que no te pongas esa cosa, amigo. — sonríe, su cara no oculta para nada los nervios.

Intenta nuevamente, pero es interrumpido por una avalancha de preguntas sobre química y economía por parte de Érica.

(…)

Su cabeza dice peligro. Su cuerpo, por el contrario, dice: “necesito litros de ibuprofeno”. Eso le hace olvidar solo un poco el raro suceso de la cafetería con Érica.

Lo piensa bien. Sentado de la forma en que está eso tendría más sentido, pero esta acostado en cama con su computador sobre sus muslos. Recuerda que esta posición no debería ser incomoda si la compara con todo su día en la escuela. Demonios, esas sillas atentan contra su trasero.

Decide darse una ducha, no lo ha hecho desde que llegó a casa hace como una hora. Presiona el botón de pausa para Back to the Future y toma camino hacia su baño.

Quita poco a poco su ropa y cuando logra su objetivo se mete bajo la regadera. Permite el paso y comienza con su actividad de aseo personal. Salta un poco cuando pasa su jabón en la zona cerca de su cuello. Detiene todo y se dirige al espejo. Toma una toalla y limpia la humedad que atenta contras su reflejo.

Se gira solo un poco, busca un ángulo que le permita ver más allá de su hombro, para poder tener más visión y acceso a la parte posterior de su cuello.

Grita.

Su grito no es femenino, claro que no lo es. A quien quiere engañar, fue más agudo de lo que la voz de un hombre promedio puede entonar. Sin embargo, él tiene un por qué, una razón tangible para gritar de mil formas físicamente imposibles si lo desea, porque detrás de su cuello hay una mordida.

Un jodida mordida de hombre lobo.

Tell Me LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora