La barrera que su mente le había interpuesto, se rompe. Las lágrimas, por su parte, siguen brotando sin cesar. Puede decir que, casi asegurar, morirá de deshidratación si continúan saliendo de él como un manantial. Los sentimientos, por otro lado, lo golpean y se abalanzan sobre él carcomiéndolo poco a poco.
En su miseria, aparentemente injustificada, los distingue uno por uno, muy familiarizado a ellos, sabe que hay dolor, culpa y odio dentro de tantas emociones que marean. Lo duerme, lo marea, no observa nada, solo hay oscuridad frente a sus ojos.
Lo primero que logra ver Stiles es a su madre. Ella está sonriéndole desde la cocina. Canta esa canción que, él recuerda, tanto ama, Imagine de John Lennon. “Así debería ser la vida cariño, de que sirve las guerras, si al final la vida se pierde.”, le había dicho con una mirada amorosa, cuando cuestionó el por qué la amaba tanto.
Puede ver a su padre entrar a la cocina, restos de humedad en su cabello, el uniforme puesto en su lugar y una sonrisa brillante cuando la ve. Él entona, o mejor dicho intenta entonar, algunas partes de la letra de la canción mientras gira a su madre y bailan al compás de la música.
Stiles hace cara de repulsión, muy contrario al sentimiento que llena su corazón. Luego sonríe. Ama a sus padres, los ama tanto.
(…)
Claudia está en una habitación de hospital, acostada en una cama, observa por el gran ventanal como, al pasar cada minuto, el sol cae en la penumbra, desaparece en lo que puede ver del horizonte. Tan serena, sus ojos brillantes por la gama de colores que el sol ofrece desde cada ángulo.
Sus ojos se posan en él, puede ver como pequeñas bolsas oscuras cubren la parte inferior de sus ojos, como disminuyen la luz de sus ojos. Puede ver la piel más pálida de lo que considera normal, menos elástica y deteriorada. Su sonrisa aun ahí, con ella, acompaña su cambiado rostro.
Sigue siendo gentil, es amable y calurosa, son muchas cosas las que ocultan esa sonrisa, tal vez dolor, él no lo sabe. Su mamá a cambio sigue llenando los vacíos de su pequeña vida con ella.
(…)
Recibir el diagnóstico es ensordecedor, sea quien sea el responsable de cambiar a su madre, él no lo entiende. No entiende ni una sola palabra que el médico le dice a su padre aquella tarde. Él está ahí, fingiendo dormir plácidamente, entre los brazos de su madre.
Por alguna razón, su padre menciona que las visitas a su madre deben disminuir la mañana siguiente. Él se niega, llora tanto que no se percata que su padre también está llorando. Allí, en la sala de estar de su casa, se abrazan con un calor gigantesco creciendo por el dolor de saber que muy pronto ella ya no estará entre ellos. Que los dejará para siempre.
Meses más tarde, no recuerda el número, ella se va dentro de una caja blanca llena de flores. Deja atrás el sabor amargo de quien conoció en el amor, en sus últimas semanas, para ella es un completo desconocido.
Ella se va dejando un vacío que nadie nunca llenará.
Ella se va y deja a un padre y a su hijo solos. Deja a un esposo y su pequeño retoño con el corazón roto.
(…)
Él despierta con el cabello alborotado y los ojos ardiendo. La camisa de Green Lantern que usa, está llenas de manchas de sudor y lágrimas, no logra distinguir cual es cual. Observa sus sabanas, están a juego con su conjunto mañanero.
No es algo nuevo que sueñe con su madre, solo es… es solo que no de esa manera, tan vivida y física como lo experimento allí. Sus sabanas y su vestimenta son las pruebas verídicas de lo que sintió. Él no recuerda exactamente los acontecimientos, solo pequeños recuerdos que su mente distorsiona para él. No obstante, esos sueños que tuvo se sintieron más reales que imaginativos.
Y duele. Duele no poder distinguir la realidad.
Decide voluntariamente, mientras se coloca en pie, abandonar su miseria, dejar de revolcarse en los eventos traumáticos de su pasado.
Lizzie, su psicóloga, le ayudó a recuperar su vida, a disminuir los ataques de ansiedad que atentaban con llevarlo a la muerte. Lo ayudó a recuperar los recuerdos agradables de su infancia, a caminar recordando solo a la sonriente Claudia y no a la señora que gritaba con histeria que no tenía un hijo con el nombre de Stiles, que no lo conocía y lo alejaran de ella. Era un monstruo.
(...)
Lydia pasa la tarde después de la escuela con él, comiendo pizza barata de un establecimiento cualquiera.
Hacen la tarea juntos, porque nada que dos mentes brillantes no puedan hacer. Si lo considera, y también Lydia, ellos podrían dominar al mundo, llevarlo hacia el futuro como sus soberanos emperadores. Se lamenta de lo que la raza humana se está perdiendo.
Lydia lo lleva a casa cuando el sol se oculta. Se despide de ella con un beso en la mejilla. Ella menciona antes de emprender camino algo relacionado a pasar un rato con Jackson y que, si sigue teniendo esa nube sobre su cabecita, la llame.
Él dice que lo hará.
(…)
Él jadea, la boca contraria succiona y deposita besos entre su hombro y mandíbula.
Las manos ajenas intentan tocar por completo su piel. Cada centímetro es catado, de forma imposible, con cada yema de sus dedos. Cada roce y cada beso hacen que su piel se erice con cada choque. Comprueba lo que siempre exigió un rincón en su cabeza, realmente era un Dios del sexo. Claro que sí. Por supuesto que lo era.
Cada segundo que pasa muere y vuelve a la vida.
Allí en su forma más débil, su espalda contra el pecho desnudo de Derek, puede ver los ojos rojos, como el deseo hace que sus pupilas se dilaten con cada golpe certero que da en su interior. Le provoca espasmos en todo su cuerpo, pequeñas descargas eléctricas que hacen que sus neuronas pierdan la noción del tiempo y mueran solo un poco.
No sabe, entre estocadas y choques, cómo desapareció la ropa: la chaqueta de cuero y su camiseta favorita. Sin embargo, de algo está seguro, falta algo. Cada célula de su cuerpo reclama ser tomado. Desea la señal. Desea la marca.
Antes que su cabeza piense su boca lo dice tan sueltamente que asusta: — Por favor… hazlo. — su voz sale temblorosa, sus respiraciones lo hacen sonar desesperado, lo cual no está del todo disociado con su estado.
Derek presiona su cabeza en su cuello y lo muerde.
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Tell Me Love
أدب الهواةAbstract: Resulta que la casualidad y el destino son los muñecos de la vida misma, a quien le gusta jugar con las almas de las personas. Nada es hecho por casualidad y tu puedes cambiar tu destino, era la filosofía de Stiles Stilinski, el humano q...