Capitulo Uno

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―Mátalos. ―El Príncipe Harry se alejó, cuando su segundo al mando, Christo, salía a cumplir sus órdenes. Se estaba poniendo enfermo con los malditos rebeldes. Aunque su raza no se iba a extinguir, no es que ellos tuvieran vampiros de sobra.

Muchos vampiros se estaban volviendo rebeldes y venían a su ciudad o a las de los alrededores. Era un problema que tenía que resolver, y pronto. Estaban comenzando a superar a su aquelarre, y era algo que no podía pasar.

Harry se enorgullecía de su aquelarre. Eran leales y honorables. No mataban cuando se alimentaban, algo que él les había enseñado desde la adolescencia. Les enseñó la importancia de preservar lo que comían. Si su aquelarre matase, su fuente de alimento sería difícil de encontrar.

Los humanos se esconderían en las noches, haciendo que conseguir su alimento fuera mucho más difícil. Su aquelarre respetaba el hecho de que sólo mataban cuando sus vidas estaban en peligro. Esa fue la razón por la cual creó 'The Manacle', su club nocturno. Era un lugar a donde los donantes venían de forma voluntaria, un lugar seguro donde su aquelarre podía alimentarse y los donantes divertirse sin salir heridos.

―Ha llamado el Alfa Zeus. Quiere encontrarse contigo ―dijo Isla cuando se acercaba a Harry. Su tercero al mando se quedó observando a la multitud mientras esperaba la respuesta de Harry. Isla era un vampiro muy fuerte y orgulloso, y también guapo como el infierno. Pero era demasiado macho alfa para su gusto. Además, Harry ya sabía quiénes eran sus parejas.

Harry asintió con la cabeza mientras observaba a uno de sus neófitos alimentarse en la pista de baile. Era un movimiento erótico que hacía parecer como que la pareja sólo estuviera bailando íntimamente. Su aquelarre hacía de la alimentación una ciencia.

―¿Cuándo?

―Dijo que tan pronto como te sea posible, Príncipe.

Harry no sólo iba al lugar de Zeus para la reunión, aunque era lo que todo el mundo asumía. La reunión no era la única razón para su visita. Sus intereses estaban en los dos pequeños hombres que había visto en incontables ocasiones en sus reuniones con los shifters.

Incluso aunque no se hubiera encontrado aún con ellos, Harry siempre les buscaba cuando iba a las reuniones con la Manada del Este. No estaba de acuerdo en ir porque Zeus le quisiese allí de inmediato. Harry estaba de acuerdo en ir ahora, porque esperaba poder vislumbrar a esas dos bellezas de nuevo. Aunque ellos fueran sus parejas, él no iba a forzarles a irse con él. Ellos tenían que hacerlo por voluntad propia. Siendo tan mayor, Harry tenía paciencia. Aunque tenía que admitir que la espera estaba empezando a ponerle nervioso.

―Trae el auto ―Harry le ordenó a Isla mientras se giraba hacia Christo, que se les acabada de unir―. Tíralos detrás del club. Deja que el sol se ocupe de ellos. ―Aunque el sol no hiciese que los vampiros se quemasen instantáneamente como se reflejaba en las películas, cuando éste saliera mañana por la mañana, ayudaría a Harry a deshacerse de ellos.

Siendo quien era, él tenía ese don, y lo compartiría con aquellos malditos rebeldes.

Harry se escapó por la puerta de atrás del club, evitando a la multitud de jóvenes que veían necesario apretarse contra él. Harry no podía cruzar la sala sin que media docena de vampiros se tirasen hacia él. Normalmente no le importaba, pero ahora que era consciente de sus parejas, no podía complacerlos por más tiempo.

Harry podría doblegar sus mentes a su voluntad para que lo dejaran en paz, pero él creía en la libre elección. Y era una creencia que le daba un fuerte dolor de cabeza al alba.

Harry se deslizó dentro del asiento trasero del auto mientras Isla elevaba el cristal interior. Con la separación hecha, Harry se dejó caer en el asiento y suspiró. Isla arrancó cuando Christo salía por la puerta de atrás, dejando los cuerpos según le habían ordenado. Harry se pasó los dedos por la barbilla mientras veía desvanecerse el club.

LA AMENAZA DE HARRY| Larry Stylinson| AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora