𝑬𝒑𝒊́𝒍𝒐𝒈𝒐

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𝓗𝓮𝓻𝓮

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𝓗𝓮𝓻𝓮

Si tan solo Millie pudiera regresar el tiempo, no hubiera perdido en ese corto lapso de tiempo a su padre y al amor de su vida.

En otra realidad, Millie recibía la bala que mató a su otra mitad. Caía sobre sus rodillas para ver la gran marca de sangre que se expandía por su torso. En esa realidad, André no disparaba más veces, solo disfruta de ver sangrar a la reina. Se reía, mientras los guardias lo llevaban a una celda. En esa realidad, Millie despertaba por los llamados de Finn, quien le sonreía al verla despierta y viva, y como siempre lo imaginaba, la besaba, le arrebata el aliento, llenado su boca de placer. Y al final, podían estar juntos, como siempre tuvo que ser.

Tal vez esta era la realidad que más le costaba imaginar, una realidad en donde Millie jamás pedía a Sadie salir del castillo. Una realidad donde Millie jamás conocía a Finn en ese bar. Tal vez sería la realidad más razonable, una en la que por sus propios méritos se desprendía de su compromiso con André Grimaldi. Una realidad donde una noche salía a conocer las calles de la fría Londres, del brazo de sus dos mejores amigos. Hasta llegar a ese bar, donde estando libre de cualquier compromiso, sin mentiras y miedos, se enamoraba de Finn, y el se enamoraba de quien era, la princesa de Inglaterra. Por que al final, el peor error de la princesa fue escabullirse del castillo en medio de esa gran fiesta. Y sólo, tal vez así, de esa manera, Finn estaría a su lado, llevando esa corona que en estos momentos llevaba su esposo.

Millie al final se volvió a enamorar. Aún extrañaba a su pecoso, de rizos obscuros y gran sonrisa; pero ahora tenía a Liam Weilburg, gran duque de Luxemburgo, y su esposo. Al cual amaba con cada latido de su corazón.

2 años después de la muerte de Finn

Millie pensaba que no podría amar a nadie más, ya no dolía su pérdida, dolía el echo de que el se tuvo que ir, cuando ese era el destino de ella. Pero ahora estaba viajando, junto a su duquesa y su madre, quienes miraban con maravilla la gran vista de los canales de Luxemburgo. Una sonrisa aparecio en el rostro de la reina, pues le encantaba ver sonreir a su familia, al final eran las únicas personas que le quedaban.

Su llegada al castillo de la familia real Weilburg fue rápida, al igual que su salida de este, pues Millie quería recorrer las calles de Luxemburgo; fascinada por la arquitectura, la reina, se alejo de sus acompañantes para observar más de cerca las maravillas de la ciudad, acompañada de sus dos guardias, siguió caminando por las calles de la ciudad, hasta que chocó con un despistado hombre.

—No puede ser que sea tan despistado —exclamó la reina, recogiendo los folletos que habían caído al rocoso suelo.

—Usted debería de ser más observadora.

Respondió el joven, que se agachó de la misma forma para ayudar a la pobre jovencita, que recogía los folletos con furia. Hasta que sus miradas chocaron, el azul de sus ojos dejó anonada a Millie que escondió tras los folletos el rubor que en sus mejillas se había impregnado.

 𝑻𝒉𝒆 𝑹𝒐𝒚𝒂𝒍𝒕𝒚 || 𝐹𝑖𝑙𝑙𝑖𝑒 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora