Intenté recobrar la compostura fingiendo diferentes acciones, pero me detuve al darme cuenta de que mis pies no eran tan interesantes como creía hace unos segundos. Mi mirada pasó a mis amigas, cada una de ellas comía con modales extraños para mí. Mi mente divagó a los recuerdos de nuestros picnics con dulces y papas saladas, donde todas comíamos como cerdos y peleábamos por la última gomita en la bolsa.
—La comida está seca —murmuró Lara solo para nosotras.
Paola soltó una risa que parecía haber estado reprimiendo desde que nos sentamos a comer. Vanessa sacó de su boca un pedazo de lo que parecía una raíz, lo cual le provocó una mueca de disgusto.
—Creo que la comida debe ser así —comentó Rosa probando una especie de sopa roja—. Esta no está tan mal.
—Lara, estás comiendo sin meterla en el aderezo, por eso te sabe seca —mencionó Isak en voz baja detrás de Rosa. Lara arrugó su mirada, pero hizo caso a la sugerencia, y su rostro fue mucho más satisfactorio al comer esta vez.
—Ahora tengo hambre —gruñó Nathan.
Nico giró para mirarlo confundido, junto con Peter.
—Comimos antes de salir, devoraste tres platos —informó Nico—. Es imposible que tengas hambre.
—Nuestros cuerpos son diferentes, más grandes, necesitamos comer para mantener nuestra energía —refutó Nathan.
—Sí, energía para protegerlas, no para construir una pirámide —bromeó Peter.
Nuestras risas se escucharon por lo bajo a nuestro alrededor, y en mi interior agradecí el ruidoso parloteo de los hombres en la sala que acalló el sonido de nuestra conversación. Ante la nueva ligereza que experimentaba mi cuerpo, me permití comer. Los extraños sabores inundaron mi boca y supe que había empezado a hacer expresiones extrañas antes de darme cuenta, dado que suelo hacerlo ante cosas diferentes. Sería lindo si mis expresiones fueran tiernas o curiosas, pero en realidad mostraba muecas de enojo como si estuviera insatisfecha.
Lo que lamentablemente me puso en la mira del príncipe otra vez, quien alzó una ceja en confusión cuando mi mirada chocó con la suya. Me quedé quieta, mirándolo con los cachetes llenos. Traté de crear una sonrisa con la boca llena, pero solo ocasioné una nueva definición de vergüenza ante la expresión divertida del príncipe. Bajé la cabeza e intenté ocultarme detrás del cuerpo de Vanessa a mi lado.
—Maldición —susurré en voz alta.
"Tú sola nos colocaste en la base de la pirámide cuando estábamos en la cima".
"La base no es tan mala".
"Dile eso a la sociedad feudal".
Salí de mis pensamientos cuando vi a Vikela ponerse de pie para acercarse hacia el Faraón y el príncipe. Reparé en la sugestiva reverencia que hizo, mostrando sus mejores atributos.
—¿Qué crees que hace esa perra? —cuestionó Lara en voz baja.
—Usar las armas que son mejores que las espadas —informé en el mismo tono.
Paola refunfuñó.
—Y lamentablemente todas las tenemos pegadas en el pecho, pero no se nos ocurrió usarlas —dijo.
Los ojos del Faraón se iluminaron con alegría al ver sus pechos rebotar mientras se enderezaba. Mi garganta tragó en seco al ver que la mirada del príncipe también se perdía en ellas. Miré mi cuerpo con lástima por unos segundos, a pesar de que eran mucho más grandes que en la realidad, no competían contra las de Vikela.
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La Maldición Del Príncipe De Egipto © [✔]
Novela JuvenilAva y su grupo de amigos viven vidas normales de adolescentes hasta que por eventos extraordinarios y fuera de la realidad son llevados por un misterioso medallón al antiguo Egipto, donde se encontrarán con situaciones que cambiarán sus vidas para s...