Capítulo 7. Fuego de victoria.

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—¡¡Auch!!

—Si te quedaras quieta no te dolería.

Ese fue un regaño por parte de la Mermela, quien está intentando curar las heridas en mis piernas, ocasionadas por las varias caídas que ocurrieron durante la pelea. Pero lo que sea que me esté aplicando esta mujer me arde como el demonio.

—La crema de Ágatha no dolía tanto —susurro para que no me escuche. Sin embargo, la mirada de reproche me dice que si logro oírme —¿Es necesario? Podríamos dejarlo para mañana,

—Akela, pasado mañana tienes que presentarte frente al príncipe como esperas atraerle luciendo así —regaña, aprieto los labios. 

—No lo sé, tal vez solo se fije en mi personalidad — respondo, le brindo una sonrisa divertida. Ella rueda los ojos y forma una rara mueca — O quizás no.

Si quiero atraer la atención del heredero de una cultura que apreciaba la extravagancia y la belleza debo resistir este dolor.

—Solo quédate quieta para al menos ir presentable a la fiesta que el pueblo organizó —dice finalmente.

—Está bien.

(...)

En la vibrante celebración, inmediatamente percibo la distinción que esta tierra posee en comparación con mi propio mundo. Aquí, las personas parecen rebosantes de alegría y vitalidad. Un fogoso resplandor ilumina el centro del evento, donde algunos danzantes se mueven con gracia en torno a una colosal fogata. Sorteo entre las risas y los movimientos, y enfoco mi atención en el padre de Akela, quien conversa junto a otros ancianos, compartiendo copas de vino.

Al menos en este aspecto, la escena se asemeja a lo que sería familiar en mi época actual. Todos aman el alcohol-

—Padre —lo llamó, su asombro por mi repentina llegada da paso a un cálido abrazo de bienvenida.

—¡Hija! Finalmente estás aquí, te esperábamos. Permíteme presentarte a algunos comerciantes de la aldea, son quienes llevan las provisiones al palacio —dice, realizo un saludo cortés a todos, mientras una mirada persistente de uno de ellos se posa intensamente sobre mí. Me aproximo a este hombre, un tanto distante de los demás, y le tiendo la mano.

—Akela, un placer conocerlo.

El hombre parecía sorprendido por la atención que le había brindado.

—Los rumores no fallan, ciertamente has sido una elección magnífica —dice, sosteniendo mis manos mientras lo comenta.

—¿Se refiere al faraón? ¿Lo conoce? —pregunto, tratando de averiguar más sobre él y su conexión con las altas esferas.

—He trabajado en el palacio por un largo tiempo, aunque solamente en el área de carga. Aun así, toda la ciudad está al tanto de las peticiones que el emperador ha realizado en las provincias lejanas.

Mi padre interviene en la conversación.

—Cariño, él ha servido al emperador por muchos años.

Estas palabras despiertan mi curiosidad aún más hacia este hombre, quien parece esconder algún secreto.

—¿Ha tenido la oportunidad de ver al príncipe? — pregunto. Sus reacciones inquietas ante mi pregunta y su retiro repentino de mis manos despiertan mi interés —Señor, ¿se encuentra bien?

—El príncipe... —parece reflexionar sobre sus palabras, como si se debatiera entre revelar algo. Su mirada escudriña el entorno, como si temiera ser escuchado. Trato de parecer despreocupada, brindándole una sonrisa tranquilizadora. Lo que tenga que decir podría ser de vital importancia para nosotros.

La Maldición Del Príncipe De Egipto © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora