Prologo.

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Abril 18/2015

-Señor, el señor Williams está aquí – informa Lucy, la secretaria privada de George Harrington.

-Hazlo pasar Lucy, por favor – pidió.

-Con permiso señor – asintió la mujer antes de retirarse de la oficina.

Hace ya dos semanas que George Harrington recibió una llamada de su viejo amigo, Albert Williams, acción que le tomó por sorpresa después de no tener contacto con él desde hace poco más de quince años. Sólo tenía conocimiento sobre los progresos de su petrolera y lo grande e importante que era en el país.

Williams quería reunirse con él, y según había dicho quería conversar sobre viejos tratos y asuntos del pasado.

-George. Que gusto verte después de tantos años – saludo Williams no más entrar a la oficina presidencial de Harrington Du Vin.

-Lo mismo digo Albert, cuéntame ¿a qué se debe tu visita? – Recibió a su viejo amigo con un estrechón de manos.

George Harrington era un hombre directo, no le gustaban los rodeos y sabía perfectamente que la visita de Albert no era por un simple asunto cordial, algo significaba el que estuviese ahí y lo averiguaría.

-Veo que todavía eres un hombre de pocas palabras, me agrada.

-Soy empresario, ¿recuerdas?

-Lo sé. Sé que has llevado a Harrington Du Vin a ser  la más importante del país y muy reconocida en el mundo además.

-Así es, pero sé perfectamente que no estás aquí para preguntarme sobre vinos, así que dime Albert, ¿a qué debo tan inesperada visita?

-Está bien George. Hablemos de, como decirlo... viejos acuerdos. – George Harrington lo miro confundido, realmente no sabía a qué se refería Albert.

-¿A qué te refieres?

Con una sonrisa en el rostro, Albert Williams le entrego una carpeta negra. El señor Harrington, sin entender aún, la recibió. - ¿Qué es esto Albert? – preguntó sin abrir el documento todavía.

-Eso, mi viejo amigo, es el convenio que tú y yo firmamos hace ya quince años, ¿lo recuerdas?

El rostro de George tomó una expresión totalmente sería y fría. Claro que se acordaba de aquel papel, sólo pensó que esa amenaza nunca llegaría, pero se dio cuenta de cuan equivocado estaba.

-Por tu expresión puedo deducir que así es. En fin, según ese contrato, en el momento en que alguno de los dos se viese amenazado, tanto laboral como económicamente, este se llevaría a cabo, de lo contrario, y si alguno de los dos se rehúsa por algún motivo, el cincuenta por ciento de los bienes de esté pasarían a hacer propiedad del otro.

-Se perfectamente lo que dice el contrato. Al punto Albert, por favor.

-Está bien, está bien. Sólo estoy aquí porque esa amenaza de la que hablamos llegó. Antonio Anderson es el dueño de la segunda petrolera más efectiva de los Estados Unidos y por lo tanto mi rival. Últimamente ha estado subiendo en su producción por lo que se ha convertido en una fuerte competencia en este negocio. – George solo lo miro fijamente, sabiendo a que venía aquella visita. – Así que necesito que se lleve a cabo ese convenio. No estoy dispuesto a que la petrolera quede en segundo plano y para eso te necesito a ti, y a este ingenioso trato.

-¿Qué quieres decir con eso de llevar a cabo el convenio? – realmente esperaba que no tuviese la intención de hacer algo que podría arruinar a su familia.

-No eres estúpido George, sabes perfectamente a que me refiero con eso. Quiero que tu hija se casé con mi hijo.

-¡NO! – explotó de repente George. Sus ojos azules mostraban furia y su expresión daba un poco de escalofríos. – No lo permitiré – declaró –, mi hija apenas cumplió los dieciocho, ¡No la obligare a casarse con nadie! - Aclaró ya bastante alterado.

-Cálmate George. Ahora estas un poco alterado – Intervino Albert. – Tienes una semana para pensarlo, si cambias de opinión sólo tienes que llamarme y arreglamos todo, pero si de lo contrario sigues en la misma posición, prepárate para entregarme el cincuenta por ciento de todos tus bienes, porque presentaré el convenio ante un juez y haré que se cumpla lo que se estableció.

Dicho eso, Albert Williams abandono el despacho de George Harrington dejándolo bastante furioso. Él esperaba cualquier cosa de aquella visita, pero nunca pensó que su viejo amigo querría llevar a cabo aquel estúpido contrato.



Abril 21/2015

Después de la visita de Albert, George había revisado cada cláusula de aquel acuerdo – él, años atrás, había estudiado derecho pero nunca ejerció ya que se dedicó de lleno al negocio familiar – tratando de encontrar algo para anular el dichoso contrato, pero desafortunadamente no había encontrado nada que le sirviera. Él mismo había sido el encargado de buscar al mejor abogado para hacerlo y legalizarlo, por lo cual no se sorprendió al notar que todo estaba en orden. Aquel hombre era conocido por ser perfeccionista en el ámbito laboral y cuando se encargaba de realizar contratos no dejaba ningún cabo suelto, y este no era la excepción.

Habían pasado ya tres días y George no había mencionado nada ni a su esposa, ni mucho menos a su hija, mientras Albert esperaba ansioso cual sería la respuesta de su viejo amigo. Williams siempre fue un hombre ambicioso, obsesionado con el poder, ese era su único defecto, porque si había algo que tuviesen en común, era el amor que ambos tenían hacia su familia, sin embargo, el pasado de ambos fue muy diferente.

El padre de George fue un hombre amoroso y dedicado a él, a su madre y sus hermanos, trabajaba duro para hacer crecer aún más la vinoteca y lo consiguió, a él nunca le faltó nada material, siempre tuvo una muy buena posición económica y social, y a pesar de eso su padre siempre había dicho que lo importante no era el dinero si no la familia. Que la familia era poder y mientras tuviera el amor de una familia siempre sería feliz.

Para Albert las cosas habían sido diferentes. Su padre lo abandono a él y a su madre. Habían tenido que pasar necesidades, pero su madre luchó por sacarlo adelante, le dio un techo, comida, vestimenta y estudio. Ella siempre le dijo que estudiando y esforzándose conseguiría todo lo que quisiera, y que sólo el estudio haría que el fuese un hombre importante. Por esa razón siempre se esforzaba en la escuela y sacaba notas excelentes y gracias a eso consiguió una beca en la universidad donde estudiaba George y fue allí donde se conocieron. Desde entonces Albert siempre ha querido poder y se ha obsesionado con eso. Ama a su esposa y a sus hijos y no quiere que ninguno de ellos pase las necesidades que él tuvo que pasar durante la mitad de su vida. Así que les ha dado todo lo que han querido.


George totalmente resignado llamó al hotel donde se estaba hospedando Albert.

-Lawrence Hills, buen día. ¿En qué le puedo ayudar? - escucho la voz de una recepcionista al otro lado de línea.

-Por favor me comunica con la habitación de señor Albert Williams - contestó.

-¿Con quién tengo el gusto? – pregunto nuevamente la recepcionista.

-George Harrington.

-Un momento señor Harrington, enseguida lo comunico – le respondió amablemente la recepcionista.

Después de unos segundos le contestó la voz ya conocida.

-George, que gusto saber de ti.

-Albert – lo saludo. – Tengo claro que eres consciente del porque te llamó. Así que es mejor ir al punto.

-No te equivocas – respondió Albert. - ¿Qué decisión tomaste?

-Voy a cumplir con mi palabra y con el contrato - respondió resignado George. Sabía que conseguiría ganarse el odio de su princesa y la decepción de su mujer e hijo, pero no iba a permitir que la mitad de los logros de su familia y la herencia de sus hijos fuese a parar en manos de alguien más, - pero tengo una condición.

-¿Cuál? - pregunto Albert intrigado.

-Dos meses. Necesito hablar con mi familia y explicarles todo esto. Solo te pido dos meses para prepararlos.

-Un mes George. Ni un día más, ni un día menos - contestó Albert. - Yo también necesito hablar con mi familia. Estaré aquí en un mes.

- Esta bien, nos vemos es un mes.

Marriage Contract © [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora