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La mirada de HoSeok paseaba atenta desde su hermana a su padre.

El desayuno había sido un poco más incómodo que veces anteriores y podía sentir como el alimento ingerido aún no llegaba a su estómago para brindarle los nutrientes necesarios para sobrellevar aquel día.

Su padre lucía enojado.
Por lo general su padre era un hombre comprensivo en muchos aspectos; tanto para JiWoo como para él. Y es que para su padre, luego de su madre no hubo otra prioridad que no fueran sus hijos; y cómo podía trataba de educarlos. Aunque aveces fuese un poco rudo con ambos.

La conversación de JiWoo y su padre había quedado inconclusa y él se daba cuenta de eso, pero prefería no opinar en lo absoluto.

Ahora se encontraban en el sótano.
Un lugar frío y completamente deshabitado. O al menos así lo veía HoSeok. Nunca le agradó aquel lugar.

Su padre buscó entre el centenar de cajas, el bolso que contenía aquello que tanto detestaba HoSeok. El rifle de aire comprimido y la escopeta doble caño.
Sí. Si su padre le enseñaría a cazar lo haría con las mejores herramientas, según le había dicho en la sala antes de bajar.

Le ofreció el bolso para que lo cargara y luego los tres volvieron a subir. JiWoo lucía preocupada y HoSeok asqueado. El solo echo de pensar que en un par de horas tendría la sangre de algún animalito en sus manos le provocó un gran revoltijo en el estómago.

Le quitó el bolso del hombro a su hijo y luego le habló a su hija.

- JiWoo ayúdame a limpiar esto; debemos tener todo limpio y preparado para la hora que vayamos a cazar con HoSeok - repuso su padre.

- ¿Padre? - habló la joven mirándolo a los ojos - ¿Es necesario qué él vaya? - se inclinó hacia el bolso y tomó con sus manos el rifle - yo podría ir en su lugar

- Ya te lo dije antes JiWoo es una tradición Padre-Hijo - la voz sonaba cortante y amenazadora - tú eres una muchacha y no puedes mancharte las manos con un trabajo para hombres.

Aquellas palabras lastimaron el corazón y el ego de la joven JiWoo.

- Soy mucho mejor que HoSeokie con el rifle y tengo mucha mejor puntería - le recriminó la muchacha alzando solo un poco el tono de su voz - además no te has percatado de que a mí hermano no le gusta la cacería - soltó con enojo señalando al joven muchacho.

- ¿Eso es cierto? - preguntó su padre y su voz llenó por completo la sala.

HoSeok se encontraba estupefacto, jamás le había dicho a su padre que no le gustaba la cacería, siempre se lo había callado por temor a deshonrarlo.

- Escuchénme bien ustedes dos - señaló su padre mientras se levantaba de al lado del bolso - no permitiré que el apellido Jung se vea ensuciado por cualquiera de ustedes - su voz áspera y disgustada los golpeaba con rudeza - tú - dijo señalando a un HoSeok completamente asustado - irás de cacería conmigo y no te opondrás - y luego volteando sus ojos hacia la joven dictaminó - y tú te encargarás de limpiar a cada animal que traigamos a la casa y será lo único que harás ¿Entendieron?

Los dos hermanos lo miraron con miedo de replicar algo.

- He dicho si entendieron - la voz de su padre volvió a sonar y ambos jóvenes asintieron con la cabeza

- Y a tí - habló mirando a HoSeok a los ojos - espero que ni se te ocurra deshonrar el apellido Jung porque de lo contrario me veré obligado a despojarte de el ¿Te queda claro?

- Si padre - fue lo único que alcanzó a decir el muchacho luego de ver cómo su padre se encaminaba hacía el mueble en busca de las cajas de balas.

HoSeok estaba completamente aterrorizado. No tenía como escapar ni tampoco como desafiar a su padre para hacer su voluntad.
No quería hacerlo. No quería quitarle la vida a un animal, ni por más pequeño que esté fuera. No quería.
Su corazón parecía dejar de latir por momentos y el recuerdo de su madre volvía a ahogar sus pensamientos. Pensaba en ella; y en lo disgustada que se sentiría si viera como su padre lo estaba obligando a hacer algo que él no quería.
Pero ella no estaba ahí y no había fuerza en el mundo ni fuera de él que le impidera a su padre lo que le había dicho. Estaba atrapado y la única opción que le quedaba era cumplir aquella orden. Por más cruel que sea.

Se encontraba en la soledad de su cuarto nuevamente, pero esta vez ni siquiera el leve recuerdo de su madre podía apaciguar el dolor en su corazón.
Con todo aquel dolor contenido buscó las ropas más parecías a un camuflaje y se las colocó lentamente. Se observó una vez en aquel espejo.
Aquella no era la imágen del chico sonriente que era la mayoría de los días. Su padre se estaba encargando de convertirlo en una sombra negra sin ningún atisbo de felicidad. Intentó darse ánimos inútilmente.

Bajó lentamente a la sala donde su padre lo aguardaba con la mirada apacible.
Su padre era una persona a la cual admiraba demasiado desde la muerte de su madre. Se había echo cargo de ellos y jamás les había golpeado ni muchos menos había permitido que algo les faltara. Sí, podía ser rudo aveces con sus palabras, pero era cuando la situación lo sobrepasaba; ya que generalmente lucía una bella sonrisa en su rostro.

Las horas habían transcurrido mucho más rápido de lo que había imaginado. Y junto a su padre se encontraban recorriendo el bosque en busca de algún animal indefenso.
Aún sin haber cometido el horrible acto de disparar el rifle, se sentía como un asesino. Rogaba porque ningún animal se encontrara por aquellos lugares en aquel preciso momento.
Un fuerte aleteo lo sacó de sus pensamientos y se sintió temeroso.

¿Por qué debía de haber un ave en el bosque en aquellos momentos?

El sonoro ruido de la escopeta de su padre rompió el silencio y luego solo hubo quietud y calma. Los aleteos habían cesado y solo reinaba el ligero sonido de los grillos.

Su corazón se detuvo de golpe.

- ¿Qué fue lo que hiciste? - preguntó con su voz totalmente apagada.

- Lo que vinimos a hacer - respondió frío su padre - ahora quiero que vayas a ver dónde cayó el ave así podrás llevárselo a tu hermana - le dió la orden y luego se volteó colocando el rifle sobre su hombro y dejándolo solo en medio del bosque.

Estaba aterrado.
¿Qué se suponía que debía hacer ahora?
Removió sus cabellos con sus dedos y tomando valor se encaminó hacia el centro del bosque donde supuso el ave debió haber caído luego del disparo de su padre.
Con suerte encontraría al animal si es que el disparo de la escopeta no le hubiese arrancado un pedazo. Aquel pensamiento le heló la sangre.
Ahora era cómplice de asesinato.

Sus pasos hacían eco en el denso bosque, debido a las ramitas secas que se rompían cuando las pisaba. El aire se volvía cada vez más pesado mientras más avanzaba.

Entonces detuvo sus pasos se detuvieron en seco. Frente a él un rastro de sangre se abría camino. Como si a lo que su padre había disparado fuera un animal de cuatro patas y no un ave.

Pero él había escuchado el aleteo, era imposible que hubiese sido su imaginación.

De pronto su respiración se cortó y los latidos de su corazón los podía escuchar en sus oídos.
Sus ojos no daban crédito a lo que veían.

Frente al él; a unos cuantos pasos de distancia se hallaba el cuerpo de un muchacho de más o menos su estatura.
De su cuerpo salían dos bellas alas de color... ¿Aquel brillo era el del Sol? Frotó sus ojos con brusquedad. Aquel brillo era el del mismo Sol.
Solo que ahora se encontraba una de sus ¿Alas? Aquellas eran alas reales ¿Verdad?

Una de ellas estaba bañada en sangre y el muchacho parecía estar inconciente.

El ángel que espero [Vhope] Libro I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora