Capítulo 4

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Bryce no dijo nada los próximos diez o quince segundos. Sólo me observó, no supe si de la impresión o porque simplemente estaba observándome, pero cuando entendió que debía hacer algo rápido no dudó en acercarse a la barra y pedir servilletas. Me tendió cientos de ellas y sacudió la cabeza, todavía mirando su desastre.

—Discúlpame, ¡Dios! Juro que no te vi, alguien me empujó y cuando supe ya estaba la cerveza encima de ti. Lo siento.

—Descuida, no es… —tragué saliva. Bryce estaba prestando atención a como me secaba la cerveza del pecho, mi clavícula y parte de la cara. De repente sentí la boca seca—, no fue tu culpa. Debí prestar atención.

—Realmente lo siento, ha sido un accidente. De verdad.

Sonaba sumamente arrepentido y preocupado. Como si lo que me hubiese dejado caer encima, en lugar de cerveza, hubiera sido agua hirviendo.

Asentí con la cabeza y sonreí. —Lo sé.

Bryce me miró. No fue una mirada pasajera o una de incomodidad por la torpeza que había cometido. Realmente me miró. Sus ojos tenían una mirada muy intensa, recuerdo habérselo dicho al menos una vez.

Tenía los ojos fijos en los míos y vi que la manzana de su garganta se removió y luego subió y volvió a bajar. Parecía nervioso, pero no supe si por mí o por lo que había hecho.

Finalmente me tendió la mano.

—Bryce Johnson —acepté su mano. Estaba cálida a pesar del frío y era tan delgada que mi mano la rodeó completa.

—Blair Philips.

Bryce me señaló cuando soltó mi mano, luego se metió ambas en los bolsillos.

—Eres la primera que no me insulta por eso.

Ladeé la cabeza y me crucé de brazos. Me reí.

—¿Insinúas que esto te suele ocurrir muy a menudo? —bromeé. Bryce no respondió, sino que se echó a reír un poco. Las dos líneas de expresión ya por sí solas marcadas a ambos lados de su boca se hicieron más pronunciadas. Las miré todo el rato que sonrió.

—Algo así. Supongo que venías hacia la barra cuando te he tirado la cerveza.

—Sí, bueno, en realidad —comencé a titubear con torpeza. Tomé una inhalación y asentí—. Sí.

Bryce volvió a sonreír y señaló detrás de él, en dirección a los dos coches que reemplazaban las neveras donde debían estar las cervezas y no en simples hieleras.

—Bueno, ya que no puedo enmendar el desastre que he hecho con tu camiseta al menos deja que te traiga una cerveza.

Por alguna razón quise decirle que no, ¿Por pena? ¿O es que ya no quería beber? Pero no lo hice. Ofrecerme una cerveza, servirla y traérmela parecía hacerlo sentirse mejor consigo mismo, como si fuera la solución momentánea perfecta para enmendar su desastre. Así que asentí. Tan pronto como Bryce desapareció, volvió a aparecer.

Trajo mi cerveza servida en un vaso de plástico y la suya la mantuvo en la lata. Luego de tendérmela sonrió complacido y seguidamente se fue, pero no muy lejos. Se sentó en un tronco grueso de madera que parecía buena y fuerte, que estaba frente a una de las fogatas, a unos diez metros, tal vez. No me miró más, pero algo, en la forma en la que se había despedido de mí, me dijo que no le iba a molestar que me sentara a su lado.

Porque estaba solo. Yo también estaba sola. Curiosamente su mejor amigo y mi mejor amiga estaban discutiendo en el mismo lugar donde los había dejado. Miré alrededor buscando a alguien con quien quedarme un rato, pero no encontré a nadie además de Aria y Christine que estaban hablando con Mathew Miranda en otro tronco cerca de la segunda fogata. También vi a Finch, pero estaba con su novia, Verónica, bailando.

Quizás mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora