A la semana siguiente, un día jueves, estaba echada en el sofá con mi madre que miraba la televisión y con Alex, que estaba en la cocina tomando jugo. Mi padre había salido a comprar una cosas y regresaría pronto. Ese día, específicamente ese día, el cielo estaba medio apagado. Un poco grisáceo, sin señales de que saliera el sol, pero tampoco para hacerte creer que llovería. Era, simplemente, un día triste. De esos que te daban ganas de no salirte de la cama y seguir durmiendo.
Alex regresó a la sala con un vaso con fresco para mí y uno para mi madre. Luego se sentó. Estábamos echas una piña en el mismo sofá, mi madre con mi cabeza en su regazo y Alex con mis piernas en el suyo.
—¿Ya pensaste qué hacer para tu cumpleaños? —me preguntó Alex.
Cumpliría veintitrés un sábado 21 de enero de 1989. Aquello me hizo recordar que no sabía la fecha del cumpleaños de Bryce.
—No, en realidad. Quizá una fiesta pequeña con nuestros amigos.
—¿Qué quieres que haga de comer ese día, cariño? —mama me pasó la mano por el cabello y la mejilla.
—¿Lasaña en salsa blanca?
—Lasaña en salsa blanca, será.
Era la primera vez en mucho tiempo que me entusiasmaba cumplir años, no era precisamente por sumar un año más, claro, sino porque seria la primera vez que Bryce estaría ahí. Honestamente, no pensaba mucho en lo que haría, quería sólo ir al mirador con él. Incluso si sólo venía a casa yo me sentiría conforme, pero mis amigos, o al menos Alex, sí querían al menos una pequeña fiesta. No tenía cómo negarme.
Luego de unos minutos, la puerta de la casa se abrió. Era mi padre. Traía dos bolsas de papel, una en cada brazo.
—Miren lo que me he encontrado afuera —dijo, haciéndose a un lado para que Bryce entrara a casa—. Creo que alguien lo ha dejado olvidado.
Traía una bolsa de plástico con compras de mi padre.
Rodé del sillón y me acerqué rápidamente a él para abrazarlo y darle un beso. Llevábamos desde el domingo sin vernos, y sinceramente se sentía mucho más que sólo cuatro día, principalmente porque si habíamos hablado tres veces en esos cuatro días, me arriesgaba a decir que había sido mucho. Se había ido fuera de la ciudad con su familia para visitar a sus abuelos, o eso me había dicho. Bryce nunca mencionaba a su familia, así que aquello era una cosa más por saber y agregar a la lista.
—¿Cuándo llegaste?
Bryce dejó la bolsa en uno de los sofás individuales y me sonrió ligeramente.
—Esta mañana. Pero no quería venir tan temprano —me dejó un beso en la mejilla y aunque nada estaba fuera de lo común, sus ojeras y sus párpados caídos me llamaron mucho la atención.
Nos pidió el baño un segundo y en cuanto cerró la puerta lo escuchamos toser de forma tan seca que me ardió la garganta. Pero nadie más que yo le prestó atención a ello.
Toda la tarde estuvimos con mi familia platicando hasta que Bryce dijo que quería llevarme a cenar a su casa. Que sus padres y Lily querían verme y Maxine no dejaba de preguntar por mí. No pude negarme con tan cálida invitación, así que nos fuimos en cuanto me despedí de Alex y de mis padres. Cuando llegamos a la mansión de los Johnson, noté que el ambiente estaba tenso. No sentí que fuese por mí, ¿Sabes? Sino más bien por alguna situación familiar, así que únicamente fingí que no me daba cuenta y actué como si nada.
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Quizás mañana
Novela JuvenilResignado a prolongar algo que va a suceder, Bryce decide dejar el tratamiento para su enfermedad y aprovechar al máximo el poco tiempo que le queda. Sin embargo, no contaba con enamorarse de Blair y ahora el peso de la decisión que tomó hace meses...