Capítulo 16

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Un sábado 04 de febrero de 1989, estaba en mi habitación regresando mis cosas a la maleta. Se sentía como si volviera a empacar lo que recién había desempacado, porque no llevaba ni tres meses en casa de mis padres y ya debía irme en menos de una semana de regreso a California. Nunca olvidaré ese día, no tanto por comenzar a sentir cada vez más y más el peso de despedirme de Bryce y de mis amigos, sino por todo lo que vendría después.

Bryce se había ido de viaje con sus padres otra vez. Aunque ya no tenía razones para mentirme, nunca mencionó que el motivo para salir de Bluffton fuera a causa de la enfermedad de Maxine, así que le creí y estuve tranquila, al menos los primeros tres días. Cada vez regresaba menos mis llamadas o a veces ni siquiera había llamadas. Estuve dos días enteros sin saber nada de Bryce. Pero cuando finalmente me llamó, más tarde ese mismo 04 de febrero, se escuchaba cansado. Nunca olvidaré ese día.

—¿Cuándo regresas? —le pregunté.

Llevaba fuera casi una semana. Fue tan imprevisto que no pude despedirme de él antes de que saliera del pueblo con su familia. Simplemente empacó y salió, así que había sido mucho más complicado de lo normal el tenerlo lejos.

—Esta misma noche. Estamos en casa de mis abuelos ahora mismo.

Había silencio de fondo. Demasiado.

—¿Qué tal está Max?

—Pues, bien. Ella está bien.

Aunque su tono fue totalmente inseguro, supe en ese instante que definitivamente sólo andaban de visita. Sino Bryce me lo hubiera dicho. Al menos eso pensé en aquél momento.

—Te extraño mucho.

—También te extraño —me dijo. Tan pronto como pronunció las palabras, una sonrisa tiró de mis labios—. ¿Comenzaste a empacar?

—Sí. Comencé hoy —no pude evitar sonar sumamente desanimada. No quería tener que irme, pero tenía que hacerlo sin importar lo que dejaría en el pueblo—. ¿Podemos volver al mirador pronto? Quisiera visitarlo tanto como pueda antes de irme.

—Quizás mañana —me respondió, soltando un pesado suspiro—. Quizás mañana.

Nos quedamos en silencio todavía mientras la llamada seguía su curso, pero nadie dijo nada, hasta que Bryce se despidió de mí diciendo que estaba cansado y que quería dormir un poco. Eran las nueve de la noche apenas.

Nunca había pensado en la profundidad de dos simples palabras. En realidad, nunca había sobre pensado tanto en mi vida hasta que conocí a Bryce. No tienes asegurado el mañana, ni siquiera tienes asegurado el hoy porque quien manda en el mundo no eres tú, sin importar que se trate de ti, sin importar que se trate de tu vida. Fuera como fuese, supe que el acto de amor más grande que habían hecho por mí, fue prometerme un mañana, incluso cuando el mañana no podía ser una promesa. En especial siendo algo que sabes que no puedes tener, que no puedes dar, que no podrías obsequiar aunque lo quieras con todas tus fuerzas. Y eso había hecho Bryce por mí.

Me había prometido un mañana cuando sabía que estaba fuera de sus manos.

A la mañana siguiente desperté con una sensación de inquietud en el pecho, una de esas que no te dejan ni respirar y te cierran el estómago

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A la mañana siguiente desperté con una sensación de inquietud en el pecho, una de esas que no te dejan ni respirar y te cierran el estómago. Estaba preocupada e inquieta, así que no fui capaz de desayunar y lo que hice fue ir directo a la mansión de los Johnson y abrazar a Bryce, porque lo necesitaba. O ese era mi plan. Sin embargo, al abrir la puerta, me encontré con Lily. Una Lily sin alegría y sin energía. Traía la nariz y los ojos rojos y de fondo pude escuchar la risa de Maxine, pero no había ni rastro de los señores Johnson o de Bryce por ahí.

Aún así, tenía la esperanza de que estuviera en su habitación y que el motivo de que sus pestañas estuvieran húmedas fuese otro.

—¿Lily?

—¿Qué estás haciendo aquí? —su voz salió descolocada. Sonaba angustiada y sumamente confundida. Incluso estaba un poco alterada y no pude sino alterarme también.

Quise frenéticamente averiguar el motivo de tantas emociones de su angustia, pero Lily ya estaba comenzando a llorar de nuevo.

—¿Qué ocurre, Lily?

Lily sacudió la cabeza, incapaz de hablar. Quise tonarla de los hombros y zarandearla hasta sacarle las palabras. Quise hacerla a un lado, entrar a la mansión y buscar a Bryce, pero no lo hice. En su lugar me ordené respirar y esperar pacientemente a que Lily consiguiera su propia voz.

Cuando finalmente se medio recompuso, me dijo:

—No deberías estar aquí —habló entrecortadamente—. Tienes que irte al hospital, Blair.

Probablemente la expresión en mi rostro le obligó a ser más específica, porque eventualmente recuperó la compostura a como pudo y me dijo:

—Es Bryce —sollozó, cubriéndose la boca con la mano. Le temblaban mucho los dedos en aquel momento—. Bryce está muriendo.

Quizás mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora