Pastel de chocolate

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Sé que había dicho que los días de actualización eran los miércoles y sábados, pero ya terminé la historia y decidí actualizar tres veces a la semana: lunes, miércoles y viernes. Espero que les agrade la noticia, ¿eh?
¡Disfruten de la lectura!
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"¿El viaje te ha quitado los buenos modales de los cuales tanto presumes?" Paulina comentó, cuando vio que José María no respondía a su saludo. José María se puso de pie y pidió a Bruno que llevara el postre al refrigerador. Bruno obedeció y fue a la cocina. José María se acercó a Paulina pausadamente.
"¿Qué pasa?" le preguntó, confundida.

"Estás bellísima," José María respondió, besando su mejilla derecha sonoramente. Paulina retrocedió en cuanto se percató de la cercanía. José María rodó sus ojos verdes.

"Ya, estoy tan bellísima que así y todo prefieres volverte mujer y dejarnos," Paulina dijo, furiosa. José María suspiró. Aquí vamos otra vez. "Estoy tan bellísima que el único motivo por el cual estás aquí es para decirle a nuestro hijo que cambiarás de sexo y que nos divorciaremos," añadió, mirándolo severamente.

"Precisamente, Paulina. ¡Estamos aquí para hablar con él y no para seguir discutiendo el puñetero asunto una y otra vez!" José María dijo, levantando la voz. Paulina rodó los ojos. "Es que tu de verdad que tienes una capacidad impresionante para ponerme de malas," José María dijo, mirándola a los ojos. Paulina rió.

"¿Yo? ¡Pero si todo este lío ha sido por ti! Aquí la que debería estar de malas soy yo y no lo estoy," dijo Paulina indignada mientras cruzaba sus brazos debajo de su pecho. Era el turno de José María de reír.

"Joder, pero si estás insoportable," José María dijo, cruzándose de brazos también. Paulina abrió la boca para responder, pero Bruno los interrumpió.

"¿Podemos comer ya? Muero de hambre y el pastel que papá trajo se ve delicioso," dijo Bruno, entrando al comedor. Lo bueno de tener once años era que se distraía muy fácil, por lo que casi no oyó la discusión de sus padres. Paulina asintió y se fue a la cocina, pero no sin antes fulminar a su futuro ex-esposo con la mirada. José María la siguió con sus ojos antes de ir al baño a lavarse las manos y poner la mesa junto con Bruno.
La cena fue más de lo que José María esperaba pero menos de lo que Paulina esperaba. Si bien, comieron en paz, los comentarios sarcásticos y las indirectas de Paulina fueron tan precisos como siempre. José María trataba de ignorarla, pero no podía. Había algo tan familiar en ella que lo atraía como un imán. Quizá el no haberla visto por casi tres meses le había afectado más de lo que pensaba. Después de la cena, Bruno pidió impacientemente el postre.

"Ya lo traigo yo," dijo José María, viendo que Paulina no se movía y que Bruno de lo emocionado que estaba, podía tirar el pastel sin darse cuenta. Paulina lo ignoró y José María se levantó. Sabía que después del postre tenían que contarle la verdad a Bruno y no estaba preparado para eso. Entró a la cocina y abrió el refrigerador. Sacó el pastel de chocolate que tanto le gustaba a Bruno y lo llevó a la mesa. Después, se devolvió a la cocina para buscar los platos y los utensilios. Cuando volvió a entrar al comedor, vio algo que lo sorprendió hasta la médula. Paulina de la Mora había sacado un poco de la crema de chocolate con su tenedor.

"¡Mamá!" Bruno dijo, riendo. Paulina se encogió de hombros mientras se llevaba el tenedor a la boca. José María frunció el ceño. A Paulina no le gustaba el pastel de chocolate porque era muy dulce según ella.

"¿Y esta sorpresa?" José María dijo, colocando los platos y los utensilios sobre la mesa. Paulina se lamió los labios mientras lo miraba. "¿Desde cuando te gusta el pastel?" le preguntó, tomando asiento y haciendo caso omiso a lo sexy que le parecía la situación.

"¡Quiero pastel!" Bruno dijo, impaciente. Paulina rodó los ojos y le dio una rebanada no muy grande, pues eran pasada las ocho de la noche y tenía que irse a dormir temprano. Bruno se devoró el trozo. José María tardó más en comerlo, pues los nervios no le permitían disfrutar del dulce sabor que tanto le gustaba. Paulina, por su parte, ya iba por la segunda rebanada. José María no lograba comprenderla.

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