¿Qué hacemos?

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Perdonen la tardanza. He estado muy ocupada todo el día, pero mejor tarde que nunca, ¿no?
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"¿Sabes lo que yo creo, José María? Que el 'jetlag' te está haciendo efecto. Si estuviera embarazada me daría cuenta," Paulina le dijo seriamente mientras alejaba el plato de ella. Se le había quitado el apetito. ¿Ella? ¿Embarazada? No, ni de broma. Era imposible. José María puso los ojos en blanco.

"Venga, Paulina, que cuando estabas esperando a Bruno el que se dio cuenta también fui yo," José María replicó, bebiendo un sorbo de su copa de vino. Paulina movió la cabeza de lado a lado. 

"Ya, pero eso fue diferente," Paulina dijo, recordando cómo José María se había dado cuenta de su embarazo. Paulina había estado con nauseas matutinas, mareos y cambios de humor radicales. Sin embargo, ahora no sentía ninguno de los síntomas.

"¡Joder, Paulina! Si es que tengo razón, estarías de tres meses y con Bruno ya se te notaba un poco la panza. ¿Has aumentado de peso?" le preguntó mientras sus ojos viajaban de su cara a su estómago. Paulina se cruzó de brazos y cubriéndole el campo de visión. 

"Gracias por decirme que estoy gorda, José María. No sabes lo mucho que aprecio tu honestidad," Paulina le dijo poniéndose de pie para ir a la cocina a lavar la loza. José María no podía con ella cuando se ponía así.

"Sabes que eso no es lo que quise decir, Paulina," José María se disculpó mientras que llevaba la loza restante para ayudarla a limpiar. "Salgamos de la duda y compremos un test de embarazo, ¿qué te parece?" le preguntó mientras secaba la loza que Paulina iba lavando. Paulina suspiró. Ahora que lo pensaba, José María tenía razón con lo de sus cambios de apetito. A pesar de que le aterraba la idea, podría estar embarazada.

"Tú lo compras. Cuando vamos nosotras nos miran como si hubiésemos asesinado a alguien," Paulina respondió, lavando los últimos platos. José María asintió. Secó la loza faltante y fue al comedor en busca de su mochila.
"¿Qué haces? Tú no te vas de aquí hasta que Brunito se duerma, José María," Paulina dijo molesta. José María puso los ojos en blanco por milésima vez en el día.

"Qué si, mujer. Qué de aquí no me voy hasta que el niño se duerma," le respondió, perdiendo la paciencia. Paulina asintió satisfecha. "Voy a comprarte el test de embarazo. Mientras más pronto sepamos, mejor," añadió, yendo a la puerta de entrada. Paulina estaba en shock. No estaba lista para saber la verdad. "No trates de convencerme de que las farmacias ya están cerradas porque no lo están," dijo, abriendo la puerta y cerrándola detrás de él. Paulina se lamió los labios. Y si estaba embarazada, ¿qué iban a hacer? Paulina se quedó de pie, esperando a que José María llegara. Sin embargo, la espera le pareció eterna. Suspiró alrededor de tres veces para calmar los nervios que la estaban invadiendo. Inconscientemente, su mano derecha se posó en su estómago. Cerró sus ojos y se enfocó en su respiración.

"Inhala," se dijo, mientras inhalaba tanto aire como le cabía en los pulmones. "Exhala," dijo, soltando el aire y presionando su mano derecha aún más en el estómago. Recordó las palabras de José María mientras abría los ojos y caminaba hacia el espejo que colgaba en la pared del comedor. Miró su reflejo, se puso de costado y estaba a punto de levantarse la camiseta cuando la puerta de entrada se abrió.

"He comprado dos en caso de que alguno falle," dijo José María, dejando su mochila en el sofá y observando a Paulina. "¿Qué haces?" le preguntó a su todavía esposa. Paulina lo miró por unos segundos antes de volver a mirarse en el espejo. José María se acercó a ella con la bolsa de compras. "¿Te has mirado ya?" le preguntó, nervioso. Paulina negó con la cabeza.

"Tengo miedo," Paulina murmuró, mirando el reflejo de ambos en el gran y antiguo espejo. José María asintió y dejó la bolsa en la mesa. Se puso detrás de Paulina y con su mano izquierda comenzó a levantar su camiseta. Paulina quería empujarlo, pero los nervios de la situación no se lo permitían. José María levantó completamente la camiseta rosa, permitiéndoles ver su estómago un poco hinchado. Paulina abrió su boca por la confusión que sentía. José María no podía creer lo que estaba viendo. Sus sospechas podían ser ciertas después de todo. "No, ha de ser porque he comido mucho pastel," dijo lentamente. José María chasqueó la lengua. Quería tocar su piel de porcelana, pero no se atrevía. Ambos estaban tan absortos en el momento que no escucharon los pasos de Bruno acercándose.

Punto y coma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora