T i e m p o

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"¿Qué haces?" José María le preguntó, confundido. Pensaba que después de lo que le había dicho, su ex-esposa entendería y respetaría su decisión, pero Paulina era demasiado cabezota como para hacer eso.

La morena le sostuvo la mirada y se lamió los labios. Los ojos de éste viajaron de su boca a sus ojos cafés. La mexicana suspiró y se puso de puntillas para tratar de estar al mismo nivel que él. Las manos de Paulina se posaron en ambas mejilla del abogado y lo atrajo hacia ella. José María cerró los ojos al contacto y se dejó llevar por la cercanía. Sus labios estaba a punto de rozarse cuando la barriga de Paulina tocó su torso y esto lo trajo devuelta a la realidad. José María abrió los ojos y cogió sus muñecas para alejarla de él antes de que sus bocas se fundieran en un beso. Un suspiro frustrado escapó de los labios de Paulina. La morena abrió los ojos para mirarlo. No entendía qué había pasado. Estaba segura de que José María iba a dejar que lo besara. El abogado se lamió los labios y se alejó de ella.

"Esa no es la solución, Paulina," José María le explicó, pasándose la mano por el pelo. Paulina lo había pillado por sorpresa. Ella no solía perder el control así a menos que se sintiera arrinconada y sin salida. Paulina lo siguió con la mirada mientras trataba de entender qué hizo mal. Ese beso era todo lo que tenía para ofrecerle y la había rechazado por segunda vez. Se estaba cabreando.

"Entonces, ilumíname porque ya me estoy quedando sin ideas y tú no me estás ayudando," Paulina soltó, enojada. Estaba siendo injusta con él, pero no podía evitarlo. Ella estaba tratando de salvar su historia de amor y él parecía totalmente indiferente. José María suspiró frustrado. Cuando a Paulina se le metía algo en la cabeza, no había quién la hiciera cambiar de opinión.

"Paulina, esto no es un capricho. Necesito que me des espacio," José María comenzó a explicarle, pacientemente. Paulina se cruzó de brazos mientras le sostenía la mirada indignada. "Una semana no es suficiente para cambiar cómo me siento. Es verdad, lo llevo mejor, pero no puedo volver contigo todavía. No estoy listo," añadió, acercándose a ella. Paulina desvió la mirada y se mordió el labio. Quería lanzarse a llorar ahí mismo, pero tenía que luchar contra el impulso.

"No me la vas a perdonar nunca, ¿verdad?" Paulina susurró, viendo a una pareja de enamorados que cruzaba la calle de la mano. Le recordaba a todo lo que vivió con el hombre frente a ella pero que ya no existía. Podía sentir una lágrima cayendo por su mejilla izquierda. José María se aclaró la garganta para llamar su atención. Paulina suspiró con resignación y lo miró a los ojos.

"No me tuviste que haber mentido, Paulina. Yo hubiese sido feliz contigo incluso si eso significaba seguir siendo hombre y atrasar mi transición, " José María dijo, dándole una sonrisa triste. Paulina cerró los ojos al escuchar eso. Eso era lo que menos quería oír. La hacía sentir que todo lo que había hecho había sido en vano. "Hubiera sido feliz porque te tenía a ti, a Brunito y al bebé...Mi bebé," el abogado dijo, posando sus ojos verdes en la barriga de Paulina.

"Pero todo tiene un límite, José María y tú ya habías alcanzado el tuyo. Tenía que dejarte ir para que comenzaras la transición que tantos años llevabas anhelando," Paulina razonó, acercándose más a él. José María no retrocedió esta vez. "Sé que te lastimé muchísimo y de verdad lo siento, pero cuando volviste de España supe que a pesar de haberla cagado a lo grande, había valido la pena porque se te veía increíblemente feliz," le sonrió, cogiendo una de sus manos entre las suyas. Calzaban perfectamente. "Amar es dejar ir, es ser solidario con quien amas y es ponerte en el lugar del otro, José María," Paulina le explicó, llevando la mano del español a su vientre. José María cerró los ojos al contacto. Era la primera vez que tocaba su barriga. La primera vez que estaba tan cerca de su bebé. Sentía una ola de emociones invadirlo. "Y yo te amo," Paulina finalizó, parpadeando varias veces para batallar con las lágrimas que comenzaban a caer por sus mejillas. La morena puso su mano sobre la de él en su panza. José María abrió los ojos y la miró. Cada palabra que Paulina había pronunciado le había llegado al alma. José María le dio la sonrisa más grande que había visto hasta ese entonces. Se reflejaba en su mirada cómo lo que ella acababa de decirle tenía un gran impacto en él. Paulina le devolvió la sonrisa y dejó escapar un par de lágrimas. José María limpió sus lágrimas con su mano libre mientras comenzaba a acercarse más a ella. El español besó su frente. Paulina cerró sus ojos y disfrutó de su cercanía. Llevaba puesto el perfume que le encantaba.

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