01

346 38 1
                                    

Primer día de clases. El día escolar más absurdo de la historia. ¿Por qué nos obligan ir a la escuela sabiendo que no se hará ninguna actividad?. Debí de haberme quedado en cama sin hacer nada en todo el día.

Aunque... Eso solo se lograría en mis sueños. Mi madre como ama de casa me pondría a limpiar mi habitación, cocina, sala de estar y si la agarro de mal humor hasta el sanitario terminaría limpio gracias a mi.
Mi padre descontaría de aquel dinero que recibo por parte de ellos cada inicio de semana (dicen que es para sobrevivir en la escuela con algún alimento) pero siempre he terminado gastando aquello en cómics.

Gracias a mi estúpido hermano mayor estoy con un uniforme gris. Dios mío es horrible. Mi nombre está puesto al pecho izquierdo. ¿A quién le interesa saber mi nombre?.

Decidí no peinarme, pues bien, mi cabello ya era de lo más horrible.

Caminaba a paso lento con mi mochila colgada con ambas correas sobre mis hombros.
Tenía mis audífonos inalámbricos que mi madre me dio (ya que los usaba cuando hacía sus rutinas de ejercicio o yoga), debido a que los míos cayeron al inodoro.
No pregunten... Solo les aconsejo de no usar su celular y audífonos en el sanitario.

Por ser lunes, tenía unos cuantos wones que mi padre me dio antes de salir a su empleo. Decidí guardarlos en el bolsillo del pantalón sin importarme que se arrugaran como periódico en bola.

Iba con la paciencia del mundo, simplemente porque no deseaba ir al primer día del colegio. Sobretodo sabiendo que era estudiante de primer grado. ¡Qué vergüenza!.

Solo había caminado cinco cuadras de mi casa al norte encontrando la estación de autobuses por lo que tuve que esperar.
Solo había una anciana junto a mí parecía que iba al mercado, pues cargaba con bolsas ecológicas. Como lo hacía mi madre.

El autobús se detuvo frente a nosotros dejando que la gente se bajara para después permitir que nosotros entremos.
La mujer era demasiado lenta.

-¡Madre olvidaste tus gafas!.-Gritó una mujer embarazada, yo diría que seis meses llevaba, iba saliendo de su casa con aliento agitado de que intentó correr.

-¡Dios mío! ¿Cómo veré los precios sin mis gafas?.-Exclamó la anciana, dando la vuelta lentamente.

-Yo se las traeré.

Me ofrecí amablemente dirigiéndome a donde estaba la mujer, ella me agradeció con una sonrisa y me acerqué a la mayor entregando aquel artículo. Ella agradeció por lo que sonreí, sin embargo las puertas del autobus cerraron.

En aquel momento me di cuenta de lo idiota que había sido por no subir al autobus. Simplemente había extendido mi mano con las gafas a la mujer que los tomó y esta camino a su lugar mientras yo trataba de respirar.

El autobus prendió motores y arrancó directo a su dirección.
Por lo cual abrí mis ojos enormemente y comencé a gritar corriendo detrás de este.

-¡Alto! ¡No me olviden! ¡No me dejen! ¡Ya había pasado mi tarjeta por la entrada pero me bajé!.

Mis piernas comenzando a doler anunciando mi falta de ejercitarme sé hicieron presentes por lo que me detuve.
Mirando hacia atrás y la embarazada no observó mi escena.

Bufé comenzando a caminar sabiendo que llegaría tarde.
Primer día y ya fracasé.

Vi a un chico con mi mismo uniforme en bicicleta, sus cabellos se movían con el aire, llevaba una sonrisa espléndida y fresca. Al pedalear mostraba lo fuerte que eran sus muslos.

-¡Cuidado!.

Gritó apretando el freno de su bicicleta junto a los manubrios y detenerse a un lado de mí.

Mirándote Desde Lejos (2MIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora