Después de quince minutos contándome el cuento, el abuelo llamó a mi abuela me dieron un beso de buenas noches y se fueron a dormir. No es que no me guste que sean cariñosos pero a veces se pasan del límite y son muy sobre protectores.
Al cabo de un rato me acabé durmiendo.
Un sol cegador me empieza a dar en los ojos, supongo que viene de la ventana. Me quito las sábanas de encima y me levanto de la cama. Después de la tormenta de ayer parece que se ha despejado un poco el tiempo. Hoy podré coger el metro sin ningún problema y tal ves me pueda ir con mis amigas a tomar un helado después del instituto. Este año he empezado 1º de bachillerato y me está costando un poco adaptarme a mi nuevo colegio y compañeros pero ya tengo tres amigas; Lucía, Paula y Victoria. Son muy majas.
Después de vestirme, bajo a la cocina y desayuno un vaso de leche y una tostada, me despido de mis abuelos y cojo el metro. Durante el trayecto escucho un poco de música para animarme el día. Pongo la canción número 11 de mi lista y empiezo a tararear sentada en mi asiento. La gente me mira un poco mal pero yo no puedo evitar cantar. Lo hago desde pequeñita con mi madre. Me acuerdo de ella y me entristezco un poco. Tenía 8 años cuando murió en el accidente de coche con papá pero me sigue resultando difícil pensar en ello.
Al llegar dentro de clase saludo a Victoria. Ella lleva siendo mi amiga desde 1º de primaria y decidimos venir a este instituto juntas porque no nos queríamos separar. Lucía es su prima y me cae genial. Paula a veces me resulta un poco pesada y cotilla pero nos llevamos muy bien entre las cuatro.
Llega el profesor de matemáticas a clase que se llama Manuel. A mi me gustan las matemáticas y se me dan bien pero a cualquier persona que de una clase de mates a primera hora con Manuel se acaba aburriendo.
Al salir del instituto vamos a mi cafetería favorita que se llama Café Sol y nos pedimos cuatro batidos con una bola de helado por encima. Mi día no puede ir mejor hasta que de repente después de preguntar a mis amigas qué planes tienen para este verano, Lucía y Victoria se quedan paradas y se caen de la silla.
Miro a Paula que tiene la misma cara de preocupación que yo. Nos levantamos, empezamos a mover y a dar tortas en los mofletes a Lucía y Victoria pero se quedan como están. Justo cuando voy a llamar a la ambulancia Paula me da una palmada en el hombro y señala con la cabeza alrededor. Como la mitad de la gente que hay está tirada en el suelo paralizada y todos los demás que quedamos alrededor estamos a punto de gritar del pánico.
Llamamos a la ambulancia y mientras que esperamos a que vengan llamo a mis abuelos para saber si están bien y decirles que voy a llegar tarde a casa. Llamo cuatro veces pero siguen sin responder. Muerta de miedo le digo a Paula que en una hora vuelvo y me voy directa a casa.
Espero que os haya gustado este capítulo. La verdad es que yo me estoy emocionando mucho al escribirlo así que espero que a vosotros os ocurra lo mismo al leerlo. Gracias.
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No te olvides de los cuentos
AvventuraMaría no escucha los cuentos de su abuelo porque dice que ya no es una niña pequeña. ¿Qué ocurrirá si las criaturas de esos cuentos empiezan a aparecer en su vida pero ella no se acuerda de las más peligrosas? ¿Podrá salir sana y salva de su propia...