Introducción - Desconsuelo

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Anoche volví a soñar con él, de nuevo vislumbré aquellas ruinas decadentes repletas de cuerpos masacrados y sin rostro; aquel silencio sepulcral tras el bombardeo únicamente roto por mis jadeos al levantar fragmentos de metal y remover trozos de carne buscándole, la posterior llegada de los judiciales y como me encontraron sollozando en aquella estampa grotesca; no, no encontré más que su sable láser, pero sentí como algo se desvanecía en la fuerza. De un momento a otro, la única persona que había estado ahí desde que tuve uso de razón y había sido como mi padre, había fallecido dejando un vacío enorme en mí. 

Ya han pasado casi quince años desde que me dejó en Ordo durante la brutal "Escisión Mandaloriana" y aun así, no dejaba de pensar y soñar con él, a veces pensaba que seguía ahí, en alguna parte, que no se había ido, creía verle en muchos lugares a los que me dirigía, pero siempre resultaban ser delirios de mi imaginación y engaños de mi mente.

Lo que siguió a su pérdida, fueron años de tormento errando quejumbrosamente de planeta en planeta y ganándome la vida como podía, mozo de carga, vigilante de almacenes para ostentosas corporaciones, cualquier cosa que me viniese bien para poder ver la luz del día una vez más, y perpetuar esa mísera forma de vida que representaba más carga que goce, una carga que solo podía soportar con un habitual consumo de especias.

Hace tres años todo cambió, cuando un exconvicto trandoshano en una operación minera me comentó la posibilidad de hacerme contratista mercenario, lo rechacé tajantemente. Ese no era el camino Jedi, ni si quiera el camino Jedi tan poco ortodoxo que mi maestro me inculcó. Pero cierto es que él ya no estaba conmigo y hacía mucho que necesitaba algo de disciplina para encauzar mi vida y dejar el consumo de especia ryll que tanto daño me estaba haciendo. Estos últimos razonamientos, finalmente, me empujaron pocos meses después a considerar esa oferta y entrar en el Gremio de Cazarrecompensas.

Sabía que con metas y objetivos, además de con un poco de acción, evadiría mis pensamientos y fortalecería mis oxidados músculos, pero también sabía que Cos Varik no hubiese aceptado este giro en mi vida. Cos, mi difunto maestro, pese a haberse separado de la Orden hacía mucho debido a discrepancias en cuanto al dogma se refiere, siempre me enseñó desde que me recogió en Telos IV el valor del sacrificio y servidumbre a una causa y el pacifismo Jedi; todo eso, eso sí, aderezado de fuertes críticas a un consejo y a una Orden Jedi que nunca conocí de primera mano y que a sus ojos coartaba las diferentes visiones de la fuerza para homogeneizarlas a golpe de dogma.

Ahora todo eso daba igual, mi consumo de especias se había reducido progresivamente entre misiones y mi mente se aclaraba cada vez más, aceptando la pérdida de mi maestro, no sin mantener aún una gran espina clavada por la culpa de no haber podido predecir el bombardeo que acabó con su vida y que me condujo a esa espiral autodestructiva.

Star Wars: Sombras RemotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora