Capítulo 2 - Desconfianza

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Año 723 ABY, Malrev IV, Borde Exterior.

Hacía mucho que me maltrataba con pensamientos sobre la pérdida de mi maestro, aquella pista sobre el supuesto paradero de Cos, no hizo sino despertar unos sentimientos que creía dominados. Sin duda, no era así; sabía que muy dentro de mí siempre me negué a aceptarlo, que siempre albergué un atisbo de duda, una duda que se alimentaba de mí y me consumía de forma estrepitosa pero que logré evitar estos últimos años con los contratos del gremio. Ahora estaba sumergiéndome de lleno en las profundidades de mis demonios, recreándome en una odiosa conjetura que había llegado a mi vida para desbaratarla cuando creía que todo estaba bajo mi control. Evitar un pensamiento no significa domeñarlo, y esto era la prueba de ello.

Sin nada que hacer tras la misión y con poco o nada que perder, puse rumbo a las apartadas coordenadas de Malrev IV con el objetivo de saciar mis pensamientos.

Hacía solo un día que me encontraba en la superficie del subdesarrollado Malrev IV, un planeta lluvioso, con densos bosques y poco habitados y dispersos focos de población que hace ya varios milenios que fueron colonizados. Al parecer, había una raza nativa muy agresiva de antropomorfos de cuatro brazos muy peludos que habitaban en los bosques del exterior de las aldeas y que hacían de la colonización una empresa poco atractiva para cualquier corporación. Igualmente, prefería la sencillez de estos planetas del Borde Exterior y evitaba los ricos e industrializados del Núcleo Galáctico, siempre tan vanidosos y frenéticos.

Aterricé mi nave en un gran hueco de una explanada semiárida. Nadie vino a recibirme. Dando una vuelta para reconocer la zona, no pude evitar fijarme en que la aldea donde me encontraba era muy humilde, una amplia llanura daba emplazamiento a varias casas hechas de una especie de adobe, algo común en muchos planetas pobres del Borde Exterior, y los aldeanos, casi tribales, apenas se dejaban ver por los amplios caminos que separaban los hogares. No había ninguna autoridad aparente, parecía como si todos hubiesen olvidado su remoto origen colono y hubiesen abrazado el más tosco primitivismo. Tuve una sensación extraña, me sentía observado, notaba miradas furtivas desde las ventanas, estaba siendo vigilado muy de cerca. Quizás era desconfianza, quizás hostilidad; sea como fuere, me limité a aparentar normalidad con mi mano cerca del bláster y, pese a todo, no hubo ningún incidente. Antes de que hubiese anochecido, ya había regresado a mi nave, allí, saqué las raciones de comida de emergencia que guardaba para situaciones de necesidad para poder llevarme algo a la boca tras tantas horas sin ingerir nada.

Tras una cena poco apetecible de tiras de carne de bantha deshidratadas y barritas de vitaminas, me dispuse a conciliar el sueño en el asiento de la cabina, no sin antes comprobar que la compuerta de la nave había sido bien sellada para evitar posibles desafortunados encuentros durante la noche. Mi sueño en el incómodo asiento fue irregular y ligero, constantemente interrumpido por los extraños ruidos de la noche y una incómoda sensación de inseguridad.

¿Por qué elegiría Col este planeta? ¿Por qué se iría sin decirme nada? ¿A caso había algo que él nunca me quiso revelar? Múltiples preguntas me abordaban en la soledad de la noche y me veía incapaz de encontrarle sentido a nada de eso. Las pesadillas eran constantes, protagonizadas por siluetas negras como la noche que pululaban a mi alrededor mientras sentía una llamada desde lo más remoto de las profundidades del alma. Dormir fue más complicado que nunca.

Al día siguiente, tras haber dormido escasas horas y haber pasado una noche terrible, mi estado de ánimo era de un abatimiento total. Parecía como si el planeta estuviese consumiendo y disipando mi fuerza de voluntad. Estaba cada vez más seguro de que en el planeta había una fuerte presencia del lado oscuro de la fuerza. Su población de una forma u otra se presentaba poco hospitalaria y rehusaba de establecer cualquier tipo de contacto conmigo.

Star Wars: Sombras RemotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora