-El viento-

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El viento llamó con golpecitos,
como un hombre cansado.
Y, como una anfitriona,
yo contesté resuelta «Entra».
Entró entonces en mi habitación.
Un veloz convidado, sin pies,
a quien ofrecer una silla
era tan imposible
como ofrecer un sofá al aire.
No tenía huesos que lo sostuvieran.
Su hablar era como la arremetida
de numerosos colibríes a la vez,
desde un fabuloso arbolillo.
Su apariencia, la de una ola.
Sus dedos, al pasar, producían
una música, como melodías que salían trémulas de un cristal.
Hizo la visita, también revoloteando;
luego, como un hombre tímido,
dio de nuevo unos golpecitos,
de forma presurosa;
y yo me quedé sola.

Emily DickinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora