-Tú allí y Yo aquí-

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No puedo vivir Contigo —
Eso sería la Vida —
y la Vida está ahí —
en la Alacena.

Cuya Llave guarda el Sacristán —
encerrando
nuestra Vida — y Su Porcelana —
Como una Taza —.

Desechada por el Ama de Casa —
anticuada — o Rota —
Una Sèvres nueva gusta —
las Viejas se rajan —.

No podría morir — Contigo —
pues Uno ha de esperar
para cerrar la Mirada del Otro —
Tú — no podrías —.

Y Yo — ¿podría quedarme Yo a un lado y verte a Ti — congelarte —
sin mi Derecho de Escarcha —
el privilegio de la Muerte?

Tampoco podría despertar — Contigo — porque Tu Cara
me recordaría la de Jesús —
Tal Nueva Gracia
brillaría plena — y extranjera
a mis nostálgicos Ojos —
Sólo que Tú calentarías
más que Él —.

Nos juzgarían — y Cómo —
pues Tú — servías al Cielo —
Bueno, o eso procurabas —
Yo no podía —.

Porque Tú saturabas la Vista —
y Yo ya no tenía Ojos
para excelencia tan sórdida
como el Paraíso.

Y si Tú te perdieras, Yo también —
aunque Mi Nombre
sonara más alto que ninguno
en la fama Celestial —.

Y si Tú fueras salvado —
y Yo — condenada a estar
donde Tú no estuvieras —
ese yo — sería Mi Infierno —.

Así pues, hemos de
vernos separadas —
Tú allí — y Yo — aquí —
con la Puerta entreabierta
que son los Océanos —
y la Oración —
y ese Blanco Sustento —
la Desesperación —.

Emily DickinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora