Sensations

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En el concesionario, un enorme tráiler descargaba los coches —mientras Christian Vause, un alto directivo de Aston Martin, indicaba a los trabajadores el lugar donde colocar los caros y elegantes vehículos.
Aquel día habían llevado varios de alta gama y los clientes más adinerados, avisados por él, habían ido a echarles un vistazo. Mientras los hombres observaban embobados los coches, Chris se deshacía en atenciones con sus mujeres.
Al igual que su hermana Alex, se las llevaba de calle y raro era que una fémina no se fijara en él. Pero a diferencia de Alex, tenía los ojos y el cabello castaño y una cara inocente que nada tenía que ver con lo que era en realidad.
Gracias a su magnetismo, con apenas veintisiete años era un alto ejecutivo de la marca Aston Martin y un hombre que viajaba por el mundo. Cuando la puerta del concesionario se abrió y entró Alex, para Chris ya no existió nadie más. Adoraba a su hermana y ésta lo adoraba a él.
Con una divertida sonrisa, Chris caminó hacia ella y la abrazó, ante la atenta mirada de varias mujeres, que suspiraron al verlos. Eran dos Hermanos guapos y triunfadores y su fama de Mujeriegos los acompañaba. Tras darse un caluroso abrazo, el menor de los hermanos Vause, dijo:
—Ven, vamos a ver tu coche.
Sin demora, caminaron hasta un lateral del concesionario y cuando llegaron ante el impresionante coche, Alex silbó y Chris dijo:
—Aquí lo tienes, hermanita. Aston Martin Vanquish Coupé. Máxima velocidad 295. Aceleración de 0 a 100 en 4,1 segundos. Motor doce cilindros en V. Culata de aluminio. Inyección. Tracción trasera. Automático. seis velocidades.
—Mío —afirmó Alex, tocándolo con deleite.
Desde que vio aquel coche en una revista, hacía más de un año, supo que debía ser suyo y por fin estaba ante ella.
Chris sonrió. Le encantaba el gesto de placer de su hermana y, abriendo una de las dos puertas del vehículo, la animó:
—Venga, vamos a dar una vuelta.
Alex asintió. Se montó junto a su hermano y sacó el coche del concesionario. Con sumo cuidado, condujo por las calles de Múnich. Aquella máquina era impresionante y cuando salieron a la autopista, simplemente voló.
Una hora después, cuando regresaron al concesionario, Alex lo tenía aún más claro. Aquel impresionante coche debía ser suyo, y ante las risas de su hermano, afirmó: —Lo quiero mañana. —¡¿Mañana?! —Sí. Mañana. —Alex, tengo que arreglar papeles y... Ella miró a Chris con exigencia y, cortándolo, dijo:

—Mañana te dejo mi viejo Aston para llevarme éste. Y ahora mismo vamos a comenzar a mover los papeles para que yo lo pueda disfrutar. Por el seguro no te preocupes, llamo a Corina y ella me pasa el del otro Aston a éste. ¿Con quién más hay que hablar? Chris sonrió y, mirándola, respondió:
—Acompáñame. Tendremos que hacer varias llamadas, pero lo solucionaremos. Si algo tenían claro los hermanos Vause era que siempre se salían con la suya.


Esa tarde, Piper paseaba con su hija por una concurrida calle de Múnich. Hacía frío. En enero siempre hacía un frío siberiano en aquella ciudad.
En compañía de su pequeña, se paró ante cientos de puestos para comprarle mil regalos y la cría aplaudió emocionada. Eso hizo reír a Piper. Su hija era su felicidad. Su mejor regalo. Cuando entró en una cafetería para tomar algo, le sonó el móvil. Al ver que era un número especial, contestó: —Teniente Chapman al habla. —Buenas, teniente.
Piper sonrió. Era su buen amigo Fraser y, sentándose en una silla, preguntó: —¿Por qué me llamas desde ese número? —Porque sabía que lo cogerías. Torciendo el gesto, ella protestó y murmuró: —Sabes que fuera de la base soy Piper, nada de teniente Chapman. —Lo sé..., lo sé...
Ambos rieron y, finalmente, Pipes preguntó: —¿Qué tal todo con la azafata de Air Europa? —Bien... muy bien. ¿Ya se ha ido tu madre? —Sí. Anoche la llevé al aeropuerto y ya está en Asturias con la familia. —Perfecto.
Un extraño silencio se hizo entre ellos y Piper inquirió: —¿Qué ocurre, Fraser?
Tras maldecir en un americano muy de Kansas, él dijo: —¿En serio tu hermana va a regresar a Fort Worth? Piper resopló y contestó:
—Eso parece. Sabes que se fue a España por una temporada tras la separación de mis padres, pero tarde o temprano Phoebe tiene que rehacer su vida.
—Tienes razón. —E intentando pensar en otra cosa, le espetó—: ¿Dónde estás? —Comprando regalos para Sami. Me encanta malcriarla. ¿Y tú? —Con Monica en su casa. —¡Guau, eso suena bien! Fraser sonrió e, intentando olvidarse de la hermana de ella, añadió: —Sólo te diré que desde ayer no hemos salido de la cama. —¿Lo pasaste bien entonces?
—Y lo voy a seguir pasando. Sólo te he llamado por si necesitas algo, pero en cuanto cuelgue,  regreso a la cama con Monica. Estoy muy necesitado. Ambos rieron y Piper murmuró:

¡Surprise Me! - Vauseman LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora