Te Quiero y necesito que me quieras 2.0

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PENULTIMO CAPITULO

Piper se paró en la playa y explotó de felicidad cuando vio que no eran otros que Sami y Alex. ¿Alex? ¿Qué hacía ella con su hija?

—¡Mami... mami...! —gritaba la pequeña. Emocionada, Piper echó a correr por la playa. Aquélla era su pequeña. Quien la llamaba era Sami y, según se acercaba a ella, la pudo ver con claridad. Su niña, con su famosa coronita en la cabeza, corría con los brazos abiertos en busca de su mamá. Cuando piper llegó hasta ella, se agachó y, cerrando los ojos, la agarró y la abrazó, mientras sonreía emocionada por el encuentro.

Sami olía a vida, a niñez, a inocencia y futuro, y sentir sus manitas alrededor de su cuello casi le hizo llorar de felicidad. ¡Cuánto la había echado de menos...!

Durante varios minutos permaneció abrazada a su niña y cuando abrió los ojos, vio a Alex acercándose con las manos en los bolsillos de los vaqueros. Su corazón se descontroló al verla allí, con una chaqueta negra de punto. Su sonrisa la descolocó y más aún cuando la saludó:

—Hola, teniente Chapman.

Sin entender bien qué hacía ella allí con su hija, iba a hablar cuando la pequeña, llamando su atención, dijo:

—Mami, Peggy Sue se escapó en el coche y la pínsesa lo tuvo que descatá.

Sorprendida, miró a Alex y ésta, divertida, afirmó:

—Asqueroso. Casi me da algo cuanto tuve que parar el coche y coger a ese animal, pero por mi princesa Sami rescato lo que sea. Eso sí, a tu madre casi le da un infarto al ver al bicho suelto por el vehículo.
De pronto, unos gritos llamaron su atención. En un lateral de la playa, sus padres y su hermana Phoebe llamaban a la pequeña. Ésta, al verlos, salió corriendo dejando a solas a Alex y a su madre.

Desconcertada por la presencia de ésta, Piper preguntó:

—¿Cuándo han llegado mis padres con Sami?

—Hace una hora. He ido a buscarlos al aeropuerto. Luego hemos ido a casa de la abuela y ella nos ha dicho que estabas aquí.

Alucinada, parpadeó, la miró y preguntó: —¿Y tú qué haces aquí?

Con voz segura a pesar de los nervios que tenía por tenerla delante, Alex respondió:

—Tenía que verte, Pipes.

Sorprendida, no supo qué decir y Alex añadió:

—Siento mucho lo que le ocurrió a tu amigo Robert y a sus hombres. Lo siento de todo corazón, cariño. «¡¿Cariño?!» Cuánto había deseado oír esa palabra, pero recordar la muerte de su amigo la hizo cerrar los ojos. Pensar en que nunca más volvería a ver a Robert aún le dolía demasiado.

Cuando recuperó el control, abrió los ojos y la miró. Miró a la mujer que quería, que deseaba, que necesitaba. Sin hablar, se dijeron lo que sentían. Sin hablar se comunicaron. Y, finalmente, Alex, deseosa de su contacto, al ver sus ojeras y su cara de cansancio, se disculpó:

—Perdóname, cariño. Yo tampoco te lo puse fácil.

Confusa por todos los sentimientos que de pronto afloraban en ella por lo ocurrido, vio a su hija llegar junto a sus padres y susurró con un hilo de voz:

—Estás perdonada.

Alex sonrió, sacó las manos de los bolsillos y, tendiéndolas hacia ella, pidió:

—Ven aquí, preciosa.

Sin dudarlo, se echó a sus brazos y Alex la aceptó.

La acunó mientras repartía cientos de besos por su rostro. Aquel rostro que no había podido quitarse de la cabeza y que tanto sufrimiento le había ocasionado. Tenerla en sus brazos fue la medicina que Alex necesitaba para volver a sonreír y finalmente se besaron. Al sentirla reclamando su beso, Piper sonrió. Se sintió especial de nuevo. Se sintió protegida y mimada y cuando sus bocas se
separaron, murmuró:

¡Surprise Me! - Vauseman LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora