Arre... caballito... arre. ¡Yejaaa!

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Sus encuentros furtivos se convirtieron en algo habitual para ellas, y el día que un mensajero llevó un precioso ramo de rosas rojas a la casa de Piper, ésta no paró de sonreír durante horas tras leer:

Si cuando te vea no fumas prometo regalarte muchas más.

Morticia Adams

Lo cierto era que cuando estaba con Alex el ansia de nicotina desaparecía. Alex la llenaba de tal manera que no sufría por la ausencia de tabaco. Ya no sólo se veían los martes y jueves y terminaban después en casa de ella. Ahora incluso se enviaban mensajes al móvil y siempre que el trabajo de ambas se lo permitía, se encontraban.

Lo que no sabía Alex era el verdadero trabajo de ella y Piper, celosa de su intimidad, decidió callar.
Lo que nunca hacía era invitarla a su casa. Allí estaba su hija y tenía claro que donde estuviera la niña no entraba ninguna pareja con quien estuviera saliendo. Además, en el momento en que viera su pequeña vivienda la descubriría. Sabría que era militar. Demasiados recuerdos a su alrededor que no estaba dispuesta a quitar.
Piper estaba en una nube; desde que había comenzado aquella rara historia con Alex apenas pensaba en Larry y sonreía más.

Una lluviosa mañana, tras hablar con Neill y confirmarle éste que no habían recibido órdenes para movilizarse, colgó el teléfono, que en seguida volvió a sonar.
-¿Qué se te ha olvidado, pesadito? ¿No te basta con haber hablado conmigo ya más de media hora?Alex, al oírla, rápidamente preguntó:
-¿Quién es pesadito y con quién has hablado más de media hora? Piper soltó una carcajada y respondió: -Con un compañero de trabajo. -¿Un azafato?
-Sí -respondió ella, divertida al imaginarse a Neill de azafato. -¿Y qué quería?
-¿Y a ti qué te importa?
Alex soltó una carcajada. Le encantaba su descaro al responderle, aunque cada vez se quedaba con más ganas de saber sobre ella. Algo que Piper no le permitía. Pero no queriendo estropear el momento, inquirió:
-¿Tienes que volar? -No. De momento no. -¿Y qué tal si paso por tu casa, tú te pones el traje de azafata y yo te lo arranco a mordiscos? Ella soltó una carcajada y respondió:
-Con el traje del trabajo no se juega. Por lo tanto, ¡no! Ni lo sueñes. Alex sonrió y preguntó:

-¿Has comido? -No. -Perfecto. En diez minutos paso a recogerte. -Vale.
Cuando Alex llegó, ella ya la esperaba en la calle, bajo su paraguas. Llovía a mares. Alex Desde su coche, la vio cruzar la calzada y sonrió al ver su apariencia natural. Nada de tacones. Nada de kilos de pintura. Simplemente vestida con unos vaqueros negros, su bómber verde y unas botas de caña alta sin tacón, estaba espectacular.

Tras recogerla, la llevó a un restaurante cercano. Entre risas y achuchones, pidieron la comida. Todo entre ellas había cambiado de una manera increíble y disfrutaban lo máximo posible del tiempo que pasaban juntas.
-Tengo una cosa para ti. -¿Para mí? -preguntó Piper. -Sí.
-¿Y por qué?
-Porque es jueves y los jueves me gustan -rió Alex.
Descolocada, preguntó: -¿Me has comprado algo? -Sí. Lo vi y me acordé de ti. Ella, abriendo mucho los ojos, se llevó las manos a la cara y con comicidad exclamó: -No me digas que me has comprado un Aston Martin como el tuyo.

Dios, ¡qué pasote! Te aseguro que era lo que yo quería. ¡Vivan los jueves!
Alex soltó una carcajada. Piper era increíble. Su humor se había suavizado muchísimo y ya nunca discutían. Habían pasado de llevarse como el perro y el gato a tener una relación estupenda, pero que nadie conocía. Ella era cariñosa, dulce, atenta y eso a Alex le gustaba. Le encantaba. Sin responder, dejó ante ella una cajita roja de seda. Piper la miró curiosa y Alex, al ver que no se movía, dijo:
-El Aston Martin lo he dejado para otro jueves, pero creo que lo que hay dentro de esta cajita te puede gustar.
Ella sonrió y Alex insistió:
-Vamos, ¡ábrela! Te aseguro que no muerde.
Sobrecogida, la miró. Nunca nadie, ni siquiera Larry, le había regalado nada que cupiera en una pequeña cajita forrada de seda roja. Encantada, la cogió y cuando la abrió y vio lo que había en su interior, murmuró: -Joderrrrrrr... ¡Qué fuerte! Alex sonrió. Desde luego, las mujeres que conocía y a las que alguna vez había regalado algo nunca habían tenido esa reacción. Pero Pipes era Pipes y una de las cosas que más le gustaba de ella era su naturalidad.

¡Surprise Me! - Vauseman LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora