¿Somos novios?

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Nos hicimos novios, o al menos eso creía, creo que si el papá de ella no hubiera dicho eso nunca me hubiera dado cuenta. ¿Cómo alguien que era tan hermosa se podía fijar en mí? yo que siempre estaba despeinado, prefería usar gorra a que las personas vieran el nido de pájaro que traía en mi cabeza, mi color de piel era más oscuro que el de ella y siempre tenía las manos heladas, las pocas veces que ella tocó mi mano fue para saludarme y se dió cuenta que siempre tenía las manos muy frías, por lo que prefería saludarme dándome un beso en la mejilla, pero un momento... un saludo en el que le das un beso a alguien en la mejilla tenía que significar mucho, porque si no era así seguramente ella solo diría un "Hola".

La otra pregunta ahora era...

¿Qué haré cuando la vea?

Porque de algo si estaba seguro y era que la iba a volver a ver, sabía que iba a ir a comer a la pizzería los días martes a las 11:00 am. o que seguramente iba a ir a la biblioteca. ¿Pero qué era lo que iba a decirle cuando la viera?

Ese día pasé pensando tanto en qué le iba a decir cuando la viera, cuando ya era la hora de dormirme me quedé viendo al techo y pensé qué era lo que le iba a decir.

Al día siguiente antes de irme a trabajar le hablé al espejo que tenía en mi cuarto, le hablaba imaginando como si fuera Lea.

-Hola Lea, me preguntaba si tu... bueno tu... no sé si quieras estar... conmigo

¡Rayos! ¡Por qué no puedo ni siquiera hablarle al espejo! Me restregaba la cara, y no se me venía nada a la mente, parecía que el estar enamorado era como estar en otro mundo, un mundo en el que si haces algo equivocado llegarás a perder lo que has obtenido.

Estaba aún hablándole al espejo, cuando alguien abrió la puerta, de inmediato empecé a cantar, para que no pensaran que estaba loco por hablarle al espejo, pero ya era tarde... el que había abierto la puerta era mi hermano y se empezó a reír descontroladamente, era como si alguien le hubiera contado un buen chiste y al parecer ese chiste era yo. Agarré rápido un zapato que estaba al lado de mi cama y se lo tiré, pero para suerte de él, el zapato pegó en la pared, mi hermano cerró la puerta y dijo fuerte:

-El desayuno está listo, príncipe.

No sabía si bajar a desayunar o solo tomar mi mochila y salir corriendo e irme a trabajar, seguramente mi hermano ya le había contado todo a mi mamá y ella ya estaba lista abajo para que le contara todo, no sabía qué era peor si escuchar las burlas de mi hermano o escuchar todas las preguntas que me iba a hacer mi mamá, esperaba que mi hermano no le contara esto a Chad porque esto sería peor.

Decidí abrir la puerta de mi cuarto, y bajé como si nada hubiera pasado, me senté a la mesa, y empecé a comer, mi mirada la tenía hacia el plato de comida y no quería ver hacia arriba porque sabía que si lo hacía mi mamá me iba a ser todo un interrogatorio.

De pronto ahí iba la primera pregunta.

-Tu hermano dice que le hablabas al espejo como si fuera Lea ¿Eso es cierto? -¿Le piensas decir a Lea que te gusta mucho?

Fue allí cuando levanté mi mirada lentamente, puse el cubierto al lado del plato, me limpié la boca con una servilleta y dije:

-¿De qué me hablas?

-No seas Judas. –Dijo mi hermano

-¿Por qué Judas? –Dije.

-Porque niegas a tu amor, además desde que escuché que hablabas cursi empecé a grabar.

Me quedé callado, sentía como si alguien me hubiera dado una palmadita en la cara... ¡Pero con una SILLA!

Y fue allí cuando las amenazas empezaban.

No todos los días son lunesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora