CAPITULO 15

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Esa mañana había un gran alboroto, todo, gracias a la señora Bellamy puesto que la
tormenta de la tarde anterior había terminado por destruir parte del puente de piedra que conecta a la isla con torre vigía, por lo cual ahora imposible acceder a dicho lugar. Bellamy era la más interesada en que se reparara lo más pronto posible, ya que del otro lado del puente se encontraba el sitio donde tenía su altar para Susana, y donde rendía culto y adoración a su difunta sobrina. En cuanto salió el alba, hizo que el personal masculino fuese a reparar el daño en el puente, obviamente yo me negué, no es que le tema al trabajo rudo, simple y sencillamente, prefiero invertir mi tiempo en alguien mucho más importante para mí y que si está viva.

- ¿Por qué ha tanto ruido? – pregunto Candy a su amiga, con quien hoy estaba tomando el desayuno.

- Por nada importante – respondió Annie mientras cortaba un pedazo de fruta con el tenedor, no deja de sorprender esta chica, tan refinada en su comportamiento, la mujer perfecta que todo hombre de sociedad necesita a su lado, pero yo... yo la necesito a ella, mire a Candy quien ponía mucha atención a todo el ruido que venia del exterior.

- ¡No es nada importante! – dijo sorprendida por la respuesta de su amiga – hasta acá se escuchan los gritos de la señora Bellamy – Candy, sonrió traviesa – o usted ¿Qué opina Clark? – se dirigió a mí.

- ¡Bueno! – hablé ya con mi fingida voz, en tono despreocupado – si la señorita Britter dice que no es nada importante – Annie me miro – es por qué es verdad. Puse su taza de té frente a ella.

- ¡Clark! – me hablo con entusiasmo – podríamos adelantar la lectura – me pidió, casi como una súplica, lo cual me sorprendió.

- ¡Candy!, que cosas dices – Annie reprimió a Candy por su efusivo comportamiento – Clark debe de estar ocupado – me miró como ordenando que me negara.

- Por supuesto señorita – respondí, esbozando una gran y pícara sonrisa, para hacer rabiar a Annie – es más si usted gusta puedo ser yo quien la acompañé a su caminata después del desayuno – me ofrecí tan gustoso y Annie, seguía con la boca abierta, negó con la cabeza y yo solo me encogí de hombros.

- ¡Me parece maravillosa la idea! – Candy se llevó las manos al pecho, yo no comprendía porque de esa actitud, se suponía que estaba separada de su nuevo novio y eso debería de tenerla compungida, pero bueno ella no deja de sorprenderme con su actitud positiva a pesar de la adversidad.

- ¿Me dejaras sola, entonces? – mascullo Annie un poco seria.

- ¡Vamos, Annie! – Candy busco la mano de su amiga – así tendrás tiempo de responderle a Archie – dijo en complicidad, las mejillas de Annie de inmediato se pusieron coloradas y yo, bueno no era muy cómodo para mi ese tipo de temas entre chicas.

- Voy por el libro, señorita Candy – dije para salir del lugar a toda prisa, antes de hacerlo alcance a escuchar como Annie le recriminaba a Candy por su indiscreción, recorrí los andadores de la mansión, esta me seguía pareciendo muy grande, tal vez por habían pasado algunos años desde que yo tenía el privilegio de habitar un lugar así, creo que fue después del último viaje de regreso a Londres, en ese momento me agolpo el recuerdo de aquella noche de año nuevo, el silbido de la sirena del barco, la densa bruma, el frío del atlántico... ella, observándome, descubriendo en silencio mi tristeza, mi desolación. Detuve mi andar por un instante esos recuerdos me dolían en el alma, porque fue ahí, donde descubrí el amor por primera vez, me recargué en una de las paredes para tomar un ligero respiro.

- ¿Se siente bien? – escuche una voz hablarme, la cual me hizo reaccionar de inmediato, voltee de golpe y un poco asustado, frente a mi estaba Bellamy – se puso pálido – aseguro.

- Claro que me puse pálido – le reclame por su repentina interrupción – si me habla cuando estoy distraído pensare que es un fantasma – fanfarronee para ocultar mi nerviosismo – ¡quien quiere ser asustado por usted! – dije con arrogancia y burla.

- Usted nunca cambiara – frunció el ceño y se fue, seguramente iba a apresurar a los trabajadores.

- ¡Es una bruja! – masculle y chasque la lengua. De inmediato seguí con mi camino a la biblioteca por el libro que le estoy leyendo a Candy - ¡Ah! – lance un suspiro – la otra noche fue maravillosa – acaricie la portada – creo que este libro se volverá mi favorito – sonreí de mis propios pensamientos.

- Candy te está esperando – dijo Annie desde el marco de la puerta.

- ¡Tan pronto terminaron de desayunar! – me sorprendí de verla ahí.

- Bueno... - ella camino hacia mí – ya pasaron veinte minutos desde que nos dejaste solas – levanto las cejas.

- ¿Tanto tiempo? – para mí era como si solo hubiesen pasado cinco minutos, y era la verdad, los recuerdos agolpados en mi mente hicieron que perdiera la noción del tiempo. Golpe la palma de mi mano con el lomo del libro, como signo de desesperación – siendo así, voy a acompañar a Candy en su paseo – sonreí y me alejé de ella.

- ¡Terry! – la voz preocupante de Annie hizo que detuviera mi andar, la mire con curiosidad esperando que me dijera eso por lo cual me había detenido, pero lo único que hizo fue evadir mi mirada, ese gesto de ella era algo que me irritaba desde que la conocí en el colegio, como no dijo nada di la vuelta y me dirigí hacia la puerta – ten cuidado con lo que estás haciendo – alcance a escuchar salir de sus labios esa frase, en un tono apenas perceptible, tan es así, que no supe si en verdad lo dijo o fue producto de mi imaginación.

- Tener cuidado... en que – pensé mientras me dirigía a la estancia donde ya me esperaba Candy – ¿fue Annie quien lo dijo o fue la voz de mi conciencia? – me cuestioné un poco preocupado.

- ¡Conciencia! – respondió Candy a mi pregunta que pensé había sido interior - ¿pasa algo con su conciencia? – preguntó un poco curiosa, mis ojos se clavaron en su rostro, en su piel blanca, en sus mejillas rosáceas por el frío, sus pecas resaltaban bastante, y su cabello estaba atado en media coleta y el resto de sus risos caían sobre su espalda.

- ¿Usted nunca tiene alguna charla con su conciencia? – le cuestione para desviar su atención.

- En algunas ocasiones – respondió ella con una sonrisa – aun que hace bastante que no hablo con ella – me confesó.

- Bueno, señorita Candy – tome la capa que había sobre el banquillo que estaba junto a la pared izquierda – no creo que usted tenga algo que reprocharle a su conciencia – dije sin pensar – tenga cúbrase con esto – coloque la capa sobre sus hombros, me sorprendió la expresión de su rostro, estaba seria, coloco sus manos sobre las cintas y trato de atarlas, pero sus dedos temblaban así que se me hizo correcto ayudarla – déjeme atarlas por usted – me coloque delante de ella y sujete las cintas, mis dedos se encontraron con los suyos de manera involuntaria, mis ojos se clavaron en los de ella, que miraban hacia mí, como si en verdad pudieran verme, sus labios se encontraban entreabiertos y pude sentir su cálido aliento muy cerca de los míos. Mi corazón comenzó latir con fuerza, con frenesí, no sé de donde estaba sacando fuerzas para contener mis ganas de besarla, estaba por dar un paso atrás cuando sus manos se postraron sobre mi rostro, me sorprendió tanto su habilidad para encontrar mi cara tan rápido, era como si me tuviera bien estudiado, cerré los ojos por un instante para acallar a los demonios que estaban haciendo encender mi alma con su solo tacto, pero la acción que le sucedió hizo que perdiera la cordura por completo, sus dedos pulgares acariciaron mis labios, el sonido que las palmas de mi mano hicieron al chocar con la pared sobre saltó un poco a Candy, aun así no aparto sus manos de mi rostro, yo trague saliva pues sentía que la garganta se me había secado.

- ¿Qué hace señorita? – mascullé entre dientes, pero ella no respondió, quise alejarme, pero la atracción que siento por Candy es tan fuerte, que me es imposible negármele de cualquier forma.

- ¡Clark!, ¿Quién es usted? – me preguntó en un tono cargado de nostalgia, esas palabras hicieron que la piel se me helara y que las llamaradas que ardían en mi interior se apaciguaran como si le hubiesen echado un balde de agua a la hoguera.

- Vayamos al paseo – di tres pasos hacia atrás cortando bruscamente nuestra cercanía y recobrando la compostura – el cielo comienza a cerrarse y tal vez llueva o incluso nevé temprano – dije serio y le di el brazo, tratando de ocultar el nerviosismo que me abrumaba en este momento.

- Creo que será mejor dejar el paseo para después – respondió ella, cabizbaja, sentí que el corazón se me partía en dos al ver ese semblante de dolor desbordarse por su rostro.

- ¡No!, por favor vayamos – supliqué, quise comprender a que se debía su repentino estado de ánimo, pero por más que le daba vueltas no entendía.

- Usted debe tener cosas que hacer y no quiero importunarlo – volteo su rostro, como si adivinara que la estaba mirando incrédulo – voy a mi habita... - no pude más con su actitud, la sujete de la mano y la detuve.

- Lamento haber sido tan impertinente con usted – me disculpe por mi actitud tan agresiva de hace un momento, tal vez eso la tenía asustada – no deje su paseo por ese incidente, es más – tome el libro que había dejado en el banco – ya tengo el libro aquí – dulcifique mi voz – ¡por favor!, bríndeme el honor de hacerle compañía – dije sumiso, "¡Vamos Terry, deja de arrastraste como un perro, cuando te entrara en la cabeza que ella ama a Andrew!", dijo una voz interior en mi cabeza la cual silencie de casi de inmediato, no quería que me volviera a dominar y perder mi autocontrol, como hace un instante. Candy accedió y puso su mano en mi brazo, caminamos hacia el exterior, la hojarasca crujía bajo nuestras pisadas y el graznido de algunas aves a lo lejos llenaba el silencio que nos dominaba a ambos, después de lo ocurrido ninguno de los dos se atrevía a hablar, en ese momento un golpe estruendoso hizo que algunas de las aves se asustaran, haciendo que el batir de sus alas se escuchara con fuerza, casi como un acto de terror, Candy se asustó al grado de que se aferró a mí brazo.

- ¡Dios, qué miedo! – dijo algo alterada.

- Solo son las aves – le hice saber, levanté la vista y vi como varias de ellas volaban alrededor de nosotros, pero al verlas bien note que no se trataban de aves cantoras, si no de algunas aves de rapiña, ¿Qué estarán buscando?, cuestiono mi voz interior, pero me pareció tan extraño y a pesar de no ser supersticioso, se me vino un mal presentimiento, era como si vinieran a anunciar alguna desgracia o al menos así lo percibí, porque sobre estas, el cielo comenzaba a ponerse en un tono gris tan oscuro, tan lúgubre que daba miedo, mucho más que cualquier anochecer, mire a Candy y de inmediato un sentimiento de angustia me sobrecogió, como si me advirtiera que muy pronto recaería una desgracias sobre nosotros.

CONTINUARA...


DESPUÉS DE LA GUERRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora