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Después de haber tenido tan rara situación, Alaska sin que nadie la viera volvió a la normalidad a Damian, con la presencia de la bruja podía sacar provecho y sacar al esmerlada de una vez por todas de la vida de Wendy hasta que descubriera la forma en tener su cuerpo de adolescente a la vez formulaba un nuevo plan. Damian salió de la habitación dejándolas a solas, éste salió a informarles de la situación respecto a Wendy y ahora la nueva versión de Mia o bien de Alaska. Con esto no dejaría desaprovechar ni un minuto con Wendy, puede que sea una niña ahora pero aún conservaba su ingenio y lo utilizaría para quedarse junto a Wendy.
Pasaron alrededor de dos días y medio, con la mejoría que tenía ya se daba por satisfecha, Alfred se lo facilitó al traerle personalmente la comida y Alaska por cuidar de Weir.
Ahora Wendy se hallaba acariciando a Weir, Alaska la contempló desde su lugar, el olor de jazmines provenientes de ella hacía que su olfato brincara de felicidad a la vez que miraba su rostro y suspiraba una y otra vez. Podía seguir así toda la vida....
Se acercó a ella, sentándose en sus piernas y abrazarla contra ella. -Wendy, ¿podemos jugar ya? —La misma acariciaba a Weir para tranquilizarse por un leve momento.
-Eh... dame dos, no, tres minutos, ¿si? —La pequeña bufo pero no dijo nada más debido a que el fenómeno entró a la habitación, giró su dedo índice en el aire apareciendo dentro del armario.
-¡Hola nena!, ¿cómo estás después de casi matar a todos? —Más incompetente no podía ser, la morena frunció la frente y Alaska no pudo evitar reírse por su idiotez. Una razón más para seguir con el transcurso de su nuevo plan.
-Bien, gracias por preguntar. —Contestó teniendo un nudo en su estómago, a pesar de que Damian no le halla contado de que su otro yo hizo, pudo recordarlo segundos después y la miradas de culpa por parte del esmeralda cada vez que se veían provocó que su estómago se estrujara.
-¿No estás contenta de que todo acabó? —Ella asintió. -¿Entoces qué tienes?
-Yo... me siento mal por lo que yo hice.... —Respondió, ahora el sentimiento de culpa era compartido por los tres; Alaska por haberlo ocasionado y Garfield por recordárselo.
