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░▒▓█ Cascarón █▓▒░
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En el punto que dejó de resistirse al dolor sedio a la verdad, una verdad que creía cierta. Dentro del ambiente en que sucumbió era de cierta manera cálido, tanto que llegaba a sentirse tan cómoda en ese lugar al grado de no quererse marchar nunca más. Tal vez eso implicaba ya no volver a su madre, a Weir y... a Damian pero aquí en la soledad nadie podría mentirle, engañarla y dañarla.
Abrió sus ojos, la nada estaba antes sus ojos, no sintió miedo se sintió en casa como nunca lo había hecho, movió sus piernas tratando de ponerse de pie, lo logró a duras penas por la falta de iluminación, de pronto una pequeña luz la cegó, curiosa por ello se acercó lentamente a ella. Al llegar la pequeña luz reflejaba un hermoso paisaje verde con pequeñas colinas, aproximó su mano a la luz.
Fue transportada al campo, el aire de campo inundó su nariz por completo, dio un paso para seguidamente hacerlo con su otra pierna haciéndolo consecutivamente al acabar en la cima de una colina pudo ver una pequeña niña.
-¡¿Disculpa, dónde estamos?! —Una vez más su alrededor se distorsiono por un leve instante en que pudo ver a una mujer dando la vida para protejer a la castaña de una muchedumbre molesta, alrededor de la castaña comenzó a elevarse de pronto un humo negro salió de sus manos llegando a los campesinos y a la mujer a su lado, la niebla se disipó dejando ver árboles en forma de humanos. Wendy colocó su mano en su boca.
El tiempo transcurrió rápido a sus observando como la niña cuidaba de su madre a pesar de ser una árbol inmóvil. Hasta que en una noche el árbol se llenó de de un mo blanco, el árbol dejó de dar hojas quedando solo el tronco la pequeña a pesar de eso cuidó rego sus raíces.
-Mamá, debes de sanar... por favor. —Wendy avanzó hacía ellos notando que el árbol lucía peor de lo que había observado. -No te rindas por favor.
-¿Estás bien? —Nadie le respondió en cambio pudo presenciar como el árbol se rompía a la mitad casi apunto de caer encima de la niña, corrió dispuesta a ayudarla sin embrago la observó extender su mano al cielo para que después el árbol cayera a su lado.
