II. Sherlock

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La luna resplandecía con sus rayos de luz con tanto alcance que lograban tocar la vajilla de ese hogar lleno de misticismo. Las sombras de los árboles eran tenebrosas y cualquiera que hubiese presenciado la escena sentiría los síntomas de una noche nostálgica. Garugaba apenas el invierno que empezaba a asomar en el Occidente europeo.
La cabellera rubia no estaba exenta de la luz de la luna, su silueta a contraluz era la protagonista de una lúgubre postal del templo más sagrado de Madrid: La guarida de Sherlock Holmes.

La mujer hablaba con todas las certezas posibles pues todas sus incógnitas ya tenían una respuesta y ni el supremo juez de la corte podría ir en su contra. Una historia llena de misterios y ausencias que le llevó meses de arduo trabajo y lógica policíaca.
Los cronistas eran enemigos suyos. A veces, concurría a ellos con la intención de descifrar mensajes en las iniciales de los artículos o para publicar sus propios códigos con astutos destinatarios.
Watson se ausentaba con fuerza en cada faceta. La soledad inmiscuía a lo largo de toda su vida. Los únicos oídos que le interesaban, pertenecían a su única compañía esa noche.
Ágata demostraba un claro desinterés por el relato e incluso por cada palabra que salía de su boca. Si bien permanecía a su lado hacía años, la mujer seguía tan sola como antes de conocerla.
Eva hablaba con emoción contenida y sonriendo como muy pocas veces acostumbraba. De toda la escenografía, era la protagonista y nadie tendría el valor para ignorarle a semejante estrella excepto su pareja. Tanta satisfacción no podía ser reprimida ni mucho menos ignorada y las acciones tan desinteresadas de Ágata dieron lugar a una discusión.
El repertorio sucedía hacía casi una hora entera, el relato de Sherlock sonaba sin llegarle a la consciencia y de fondo, sonaba un buen tango. Su pareja apenas sabía que saco elegante llevaba puesto porque si no tenía oídos, tampoco ojos ante ella.

- Cualquier cronista daría a su madre por oírte. Ellos sabrán darte de esa atención que tanto te encanta- gritaba la española absorbiendo todo el poderío de la argentina y silenciando la radio milonguera. Los ojos de Eva se humedecían al notar el profundo desinterés y su garganta tiesa, permanecía en el rígido silencio acompañado por la cabeza gacha y el rechinar de dientes.
Los maltratos verbales eran constantes y nadie apostaría al silencio de tan emblemática mujer.

Ágata se marchó con un portazo que hizo temblar los cristales y removió, junto con los libros, el estómago de su prometida. Eva se miró al espejo, se sintió culpable por no saber llevar la relación y maldiciendo el hecho de tener que dejarla conforme con sus silencios.
Esa vez, la española no rechazó la comida pues ni siquiera supo de qué plato se trataba. Solo que estaba hecho con amor, como todo lo de Eva para ella.

Le costó un beso y un perdón para volver a poner todo en su lugar. Se sentía ampliamente satisfecha con el curso del futuro que se hacía presente, sorprendiéndola cada vez más. En un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en la persona más cercana a Sherlock pues Watson estaba descartado.
Su cercanía y presunto amor por Eva habían logrado saltear al obstáculo más difícil para acceder a todo el poder de la mujer tan ciega que en soledad y sin el sostén de su mano derecha, le otorgaría todo lo que necesitaba.
De la élite criminalística, Ágata tenía la joya más preciada bajo su poder y Watson toda la verdad existente: Las casualidades no existían y no compartía su vida con la detective por amor al amor. Lo suyo era fruto de un ambicioso y enfermizo plan para reinar por sobre los poderes de Madrid.
Las desapariciones constantes de pruebas, los fracasos de Sherlock en sus investigaciones tenían la cruel intervención de su pareja.

Las redes de la manipulación entretejían un imperio femenino en Eva que sonreía solo si Ágata le daba un beso y hasta sus quehaceres diarios eran dictados en tiempo, lugar y compañía.
El control era absoluto y el ser el Sherlock Holmes del siglo XXI era una mentira porque el amor nunca debía de interferir en esa rudeza e impoluta eficacia profesional para el personaje creado por Conan Doyle.

𝐍𝐈𝐑𝐕𝐀𝐍𝐀-𝐙𝐔𝐋𝐄𝐌𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora