- Yo no tengo tiempo para ti, hoy, Zulema- habló Hanbal a través de la línea, aplicando el mismo verso que todas las noches. Yo asentí borde, y pensé que las cosas no podían ir peor, hasta que se largó a llover torrencialmente.
- Me cago en la putísima madre- murmuré en los segundos que ya estaba empapada por la lluvia, cagada de frío.
Es que no tenía ningún lado al que ir. Simplemente porque no tenía a nadie más que a Hanbal. Que en realidad tampoco lo tenía. Ya lo había perdido, él ya no tenía ganas de pasar tiempo conmigo, de protegerme.
Va, yo no necesitaré nunca su protección. Ni la de nadie. "Que se vaya a la mierda" pensé mientras temblaba todo el cuerpo debajo de esa lluvia, acurrucada contra la pared que estaba más fría que todo. Menos que yo y mi corazón, al que nunca nadie se tomaba el tiempo de visitar, ni mucho menos de darle calidez.
Aunque eso implicaba amor, y yo no creía en el amor. Porque no era la salvación de nadie.
Por amor, tiempo atrás, me alejé del único ser al que amé en el mundo desde que crecía en mi vientre y terminó muerta.
Así que prefería quedarme en el molde de todo aquello que implicase "Amor".
Cada minuto que pasaba, estaba más empapada y no me permitían ingresar a ningún lado porque me veían como a una vagabunda.
Sentía una gran angustia en el medio de mi pecho. Esa lluvia me hizo saber que esa libertad que tanto había soñado, no serviría de mucho si no tenía un techo. Y que quizá, no era tan buena esa soñada libertad.
Maldije miles de veces a toda la puta vida al llevar mi rostro entre mis manos. Sin saber que hacer, ni siquiera a dónde ir. Es que la vida, siempre había sido mala conmigo.
Desde el día en el que nací, hasta siempre.
Comencé a sentir demasiado frío, a sentir cada centímetro de mi piel helado. Y a pensar que si no encontraba un cálido lugar, podría pescarme una peste jodida.
Un coche antiguo frenó su marcha frente a mí, lo que no tenía de antiguo era que de él, sonaba a todo volumen tango argentino. Y en un momento, por el vintage pensé en Sherlock Holmes.
No el Sherlock Holmes varonil de los relatos que habéis leído en el puto colegio, sino la increíble y elegante mujer que revolucionó toda la investigación española junto con el friki de su amigo Watson.
Ambos dos parecían salidos de una novela del mismísimo Arthur Conan Doyle. Ambos salían diariamente en los periódicos de Madrid, y a través de tan solo fotografías, transportaban esa mística detectivesca. Y en persona, aún más.
Esa mística volvió a mí a pesar del frío y la angustia que llevaba esa noche, al ver la esbelta figura de Sherlock Holmes bajar de ese coche antiguo. Por un momento me pregunté como era que una persona de su altura quepa en un coche de esos. Pero se me borraron las dudas al sentir el ruido de sus zapatos elegantes contra la cerámica de las veredas.
Ella subió a un Maserati rojo que la esperaba detrás de aquel coche cantor de tango.
Sherlock pasó por mi lado sin siquiera verme, porque claro yo era una vagabunda a la que una mujer de tal índole jamás vería y que se había acercado a mí en la discoteca en busca de ayuda suficiente, sin alternativas.
Seguí temblando, empapada hasta los calcetines, pensando en qué mierda hacer. Porque jamás torcería el brazo llamando al puto Castillo. Mi vida en la cárcel, últimamente era una absoluta mentira a pesar de mi buena conducta. Yo había mentido acerca de mi estadía una vez fuera de la cárcel. Todo por salir de aquel lugar que abrasaba más aún las llamas de mi infierno. Los papeles que hablaban acerca de mi futuro de fantasía, describían que yo me iría al hogar de Saray Vargas, mi vieja amiga que hacía tantos años no veía. Pero de ella y de su futuro, hablaremos en otra ocasión.
Seguramente se estarán preguntando dónde pasaba yo mis anteriores noches. Y la respuesta es, en la cárcel. Y mis días de salidas, en la discoteca donde tenía entrada gratis por tirarme a uno de sus dueños. Pero esa noche, la muy puta, estaba cerrada por una clausura. Y no tenía amparo alguno. Lo que me estrujaba algo que parecía ser el alma.- Querida dejame ayudarte, por favor- sentí una voz perteneciente a un hombre mayor, conmovido por mi estado de vulnerabilidad debajo de esa llovizna torrencial.
Aquel hombre era de gran contextura física y con un notable acento francés aunque mezclado con una especie de argentino. Parecía ser de personalidad macanuda, con una barriga sobresaliente y una tez colorada. Yo lo miré, esperando que se arrepintiese de querer brindarle ayuda a alguien como yo. Alguien con la maldad metida en los ojos verdes, alguien de quien todos preferían estar lejos, fuera del peligro. Muy pocas personas se dirigían a mí con palabras decentes y ninguna jamás, desde mis salidas transitorias, me había brindado ayuda. Y es donde me cuestioné el concepto de "Prejuzgar" Cualquiera hubiera pensado que las personas me prejuzgaban, pensando que yo era una mísera y horrible persona. Que no merecía ni siquiera una cálida sonrisa, por su horrible condición de alma. Los prejuicios siempre son errados, las apariencias suelen mentir. Pero mi apariencia no mentía en lo absoluto. Cuando se prejuzga a una persona y luego le conoces acabas reconociendo lo equivocado que estabas, pero nadie se tomaba el tiempo de conocerme a mí porque sabían que todos aquellos prejuicios no mentían. Y que mi apariencia les daba solo una fuerte pero leve presentación de una miserable persona.
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𝐍𝐈𝐑𝐕𝐀𝐍𝐀-𝐙𝐔𝐋𝐄𝐌𝐀
Fanfiction"María Eva Spinetta era mi verdad absoluta. Mi estado de plenitud, la abolición de sufrimiento y castigo. Mi éxtasis y mi luz. La liberación de mi alma y su unión con la divinidad. María Eva Spinetta era mi nirvana".