Fin.

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Iba conduciendo de regreso, mis manos estaban aferradas al volante tan fuerte que se estaba volviendo rojas por la falta de circulación.

Probablemente iba a 40 kilómetros por hora pues no quería que el momento llegara, no quería tener que despedirme de Gerard por última vez, no quería pensar en no verlo ni escucharlo nunca más.

No estaba listo, maldita sea.

Había dado toda mi vida por él, y ahora él solo quería ¿irse? ¿así como si nada?

— No puedo hacerlo.– Detengo el auto a mitad del puente Dorland J. Henderson que divide a Long Beach y al pueblo de Stafford Township.

— No tienes que hacerlo, te dije que no era necesario.– Tiene razón, fui yo mismo el idiota que insistió en traerlo hasta el puto puente por el que se lanzaría, ¿pueden culparme? Solo quería más tiempo con él.

Me eché a llorar aún cuando le prometí que no lo haría.

— Frank...

— Lo siento ¿si? Es solo que...– trato de calmarme para seguir.– te di 20 años de mi vida, solo a ti, ¿que se supone que debo hacer ahora?

Gerard me mira perplejo por unos segundos pero eventualmente se encoge de hombros.

— No lo sé.

— ¿No fui suficiente?– Suspira largo y puedo notar por sus gestos que no quiere tener esta conversación.

— Claro que lo fuiste, Frank, quien no fue suficiente soy yo, ¿no lo entiendes?

No, no lo entendía.

— Mira,– Me explica.– siempre supe lo que sentías por mí, desde el primer día.

— ¿Lo sabias?– Me quedo anonadado ante su confesión.– ¿Y nunca dijiste nada? ¿Y me tenias como un estúpido ilusionado solo para coger conmigo?

— Si, y aceptó que soy una mierda por eso, pero no sabía cómo manejar mis emociones... tu también me gustabas, solo que nunca creí merecerte Frank.

— Entonces, ¿preferiste joderme la vida teniéndome de tu juguete?– Pregunto de forma sarcástica y él no puede mantenerme la mirada, prefiere desviarla y ver por la ventana.

— Cada puto día de mi vida me arrepiento de no decirte lo mucho que hubiera querido tener más que solo esta relación de mierda que tenemos ahora, pero jamás fui suficiente y no lo seré.

— No me importa, Gerard, aún podemos intentarlo.– ahora sus ojos se encuentran con los míos pero en ellos solo veo desesperación.

— Te amo demasiado como para condenarte a esa mierda.

— Cállate, cállate.– Le repito una y otra vez pues no quiero escuchar sus palabras.– Aún hay tiempo, no lo hagas, démonos una oportunidad.

— Tuvimos 20 años de oportunidades, Frank, y aún cuando quise cambiar te hice daño, ¿no lo ves? No tengo remedio, déjame liberarte.– me toma de la mano y me sonríe.– déjame liberarnos.

Si antes me era difícil asimilar las cosas ahora me cuesta más, porque al saber que mis sentimientos eran correspondidos me deja el sabor amargo del "qué pudo ser y jamás será".

— No lo hagas.– Es mi última súplica, estoy cansado de intentar y fallar una y otra vez.

Vuelvo a poner las manos a cada lado del volante y eventualmente dejo caer mi cabeza sobre el mismo mientras espero su respuesta.

— Lo siento, Frankie.– escucho la puerta abrirse pero ni siquiera me molesto en detenerlo.– Gracias.– Hay un silencio incómodo, ya ni siquiera sé qué decir.– Gracias por todo.

La puerta se cierra y el silencio me invade completamente, no puedo ni llorar ya, se me han acabado no solo las palabras sino también las lágrimas. Estoy seco.

Desearía poder hacer el sueño de Gerard realidad e irme sin mirar atrás, pero no puedo, ahora que me han arrancado una parte de mi no sé qué hacer.

Si llamo a la policía, Gerard jamás me lo perdonaría, y yo no podría vivir con la idea de su desprecio... intenté mis propios medios, solo Dios sabe que lo intente durante 20 malditos años, pero todo parece ser en vano, todo fue una pérdida de tiempo.

No.

No lo fue.

No me arrepiento de nada, de cada sonrisa que él me daba, de cada vez que estábamos juntos, de cada momento... no.

Fui feliz con Gerard, realmente lo fui, y aunque su vida era un desastre logró llenar de alegría mi vida, me dio un motivo.

Y ahora no tenía nada, no tenía mi motor.

¿Quien era yo sin Gerard?

No era nada.

Y no valía la pena fingir que podría continuar con su ausencia, porque su partida significaba para mi que me arrancasen el corazón.

Me bajé de auto y corrí tanto como pude, solo esperaba no fuera demasiado tarde, mi corazón latía a mil por hora pero cuando divisé la silueta de Gerard a unos metros de mi, colgado del barandal del puente, me llené de vida otra vez.

— ¿Qué mierda haces aquí?– Pregunta molesto mientras se aleja de mi, pensando que lo voy a detener.– No cambiaré de opinión.

— Lo sé.– Le respondo mientras salto el barandal que divide la carretera del borde del puente.– Quien cambió de opinión fui yo.

Me mira confundido pero solo es cuestión de segundos hasta ver su sonrisa aparecer.

— ¿Estás seguro?

— Jamás había estado más seguro en mi vida.

Me toma de la mano muy fuerte y lo último que siento es el viento chocar contra mi cara.

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The Journey | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora