Quitó el cinturón y bajó del coche.
La fresca brisa de la madrugada no tardó en acariciar su rostro, la bienvenida que necesitaba para calmar las ansias de acción.
—A currar, mariconetti. —Tiró el puro en la acera y lo aplastó.Caminó hacia la puerta de cristal a paso lento, sin ninguna prisa que le molestara.
La calma antes del caos le encantaba, esa tensión pura e implacable hacía que se le pusiera tiesa por momentos.Llegó a la puerta y se preparó mentalmente para no perder los pocos estribos. Por lo que sabía, Leónidas se encargó de la negociación antes de que él hiciera presencia.
Era un maldito desastre.
Apenas tuvo la oportunidad de hablar, se vio interrumpido por gritos y maldiciones viniendo de ambos bandos.
Los atacantes habían asesinado a uno de los rehenes de un tiro directo en la cabeza.
Leónidas vociferaba rimas repletas de insultos con un megáfono en mano a uno de los ladrones, mientras era amenazado de muerte por los demás.Recién había arribado a la escena y ya sentía que le iba a dar una embolia.
—¡SOLTAD LAS PUTAS ARMAS O JURO QUE OS VUELO LA JODIDA CABEZA, PEDAZOS DE MIERDA! —Leónidas se le notaba hastiado de tanto griterío. La mano que sostenía al megáfono le temblaba y cada vez se ponía más nervioso.
—¡Ve a comerle el morro al tragaflautas de tu jefe! —Uno de los enmascarados respondió en el fondo.
—¡VERÁS TÚ HIJO DE LA GRAN PUTA! ¡SAL Y VEN A COMERME LOS COJO- —Conway se apresuró a quitarle el aparato de las manos, dejando sin finalizar el insulto tan vulgar.
Apartó a Justin de en medio para intentar apaciguar la situación.
—A ver, os vais calmando todas, muñecas —habló por detrás de la puerta de vidrio—. Quiero a todos los rehenes aquí, AHORA.Los atracantes le miraron de reojo, pero aún así accedieron y trajeron a uno de los rehenes.
—Ahí tienes, gafitas. Éste imbécil a cambio de que te lleves a tus perritos a la guardería. —Lo tiró al suelo y le apuntó con un subfusil—. ¿Te parece bien? Porque a mí si.Conway no pudo contener el suspiro repleto del cansancio e irritación que un hombre de su edad podría hacer a las tres de la madrugada.
—Primero que nada, ANORMAL. No me tutees, segundo, será mejor que vayas limpiando esas orejas de duende que me traes. Claramente he dicho que traigáis a los rehenes.Se tomó un momento para bajar dos tonos en su voz. —Lo repetiré una vez más, princesa. ¡Y sólo para tí!
Ve preparando el culo, lo necesitarás.Continuó hablando, acentuando cada vez más las sílabas. —Verás... Tengo una política bastante estricta para los capullos como tú.
Dicta de la siguiente forma; Me obedeces, ó mueres. Es muy simple. —Llevó ambas manos a su cadera, afianzando su postura a una mucho más intimidante—. Trae a los rehenes.Detrás de sus lentes, alcanzó a percibir el leve, pero notable escalofrío en varios de esos hombres.
El más bajo del grupo no esperó para adelantarse y acatar su órden.
—¡Muy bien! Parece que al menos uno de vosotros tiene una neurona en correcto funcionamiento.
Para la próxima, preguntadle si tiene una de sobra y así la utilizáis.Eran tan solo unos jodidos novatos. A leguas se notaba que podían sostener esas metralletas sin que cayeran al suelo. Tan solo un circo que decidió conseguir un poco más de sucio dinero.
—Decidme. ¿Habéis decidido qué queréis a cambio? Soy todo oídos. —Cruzó los brazos contra su pecho, esperando pacientemente.
Uno de ellos se acercó a paso pausado a la puerta, contestando su pregunta. —Como ya habíamos dicho antes, ninguna intercepción de algún compañero tuyo. Eso es por el primer rehén. —Le empujó hacia la entrada con el arma.
Uno fuera, quedan dos. Sin contar al que asesinaron por imbéciles.
—Bien, me parece bien. Mirad, por los dos últimos rehenes puedo daros un segundo, y os dejo sin trucar el coche —presionó mientras los señalaba—. Podréis subiros al coche sin ningún problema. Desde que os subís, cuento un segundo y comienza la persecución.
Los novatos parecían medianamente convencidos, sin saber que podían pedir más de lo que se les ofrecía.
—Tranquilos, no muerdo. No muy fuerte. —No pudo evitar soltar una risa casi maniática, mientras una sonrisa depredadora hacía relucir su perfil.
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PROTECTION
FanfictionLuego del asesinato a un hombre no muy agraciado, Gustabo y Horacio se encuentran entre la espada y la pared. Ambos toman una decisión y encuentran muchos más problemas que antes.