Cap. 7

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Cuando el silencio se hizo presente, unas gotas de sudor gotearon de su rostro, deslizándose por la nuez hasta manchar un poco su blanca camisa.
Ambos bandos poseían armas apuntando al otro en el pecho, justo en el corazón.

Habían pasado tan solo unos minutos de su propuesta, y no parecían muy alegres con las pautas.

La tensión en el ambiente se volvió insostenible. Greco sentía su estómago estremecerse continuamente con cada segundo que pasaba. Conway no se quedó atrás, pero aún así, no demostró ninguna debilidad ante los malhechores, no les daría el gusto.

—¿Y bien? —Preguntó en una voz firme, ocultando el leve temblor que afectó su habla con un carraspeo.

Ajustó el agarre del arma, apuntando a la cabeza del que parecía un niño en mallas verdes. Ésta acción pareció irritarle considerablemente, ya que se acercó a él a pasos agigantados.

Conway no se abstuvo en vacilar al chico moreno. —¿Hablarás de una buena vez, o sólo hiperventilarás en mi jodida cara?

Los colores se le subieron al cuello, pronto tenía el cañón de una mp10 pegado a su frente, mientras el niño enrojecía las mejillas en una clara señal de ira.

—Sois unos chupapo...- —No pudo terminar de maldecir, cuando un disparo en la faz lo silenció al instante.

El potente zumbido le adormeció la oreja, aturdiéndole completamente, dejándolo sin posibilidades de resguardarse.

Por un momento, reconoció cómo su cuerpo caía de bruces contra el suelo, seguido de un líquido espeso y caliente escapando a borbotones de un costado.

"¡Joder! Me han disparado."

El dolor abrazador no tardó en atormentarlo. Los párpados comenzaron a pesarle una tonelada, sólo quería cerrar los ojos y desaparecer hasta que la agonía acabe.

—M-Mier-... —Apenas y podía mantenerse consciente, las oscuridad lo iba consumiendo cada vez más y más.

Alcanzó a recostarse en su espalda en un costoso movimiento. Los disparos y gritos parecían haber finalizado, dejando el tranquilo ruido de la noche en la ciudad como entretenimiento.

Tal vez en verdad moriría en ese horrible callejón... Rodeado de mugre y tierra putrefacta de bacterias contaminantes.

"Esperaba algo más higiénico."

No pudo evitar reír con su propia broma, pero la risa terminó por ser una tos sanguinolenta.
Genial, ahora su boca tenía un sabor metálico.

Intentó mirar a su alrededor, ocasionando que los dolores se volvieran aún más punzantes. Notó que el perímetro está despejado.

No parecía quedar nadie vivo... O a lo mejor, huyeron como las ratas que eran y le dejaron a su suerte en un callejón oscuro.

Al estar seguro que estaba solo, levantó su mano, observando la sangre que poco a poco comenzaba a secarse.
Es extraño, se sentía... Pacífico.

Si moría aquí y ahora, jamás vería a sus agentes aprender a escoger el armamento correcto para los código tres. Alguien más debería enseñarles, tal vez Volkov tomaría su puesto.

Oh, Volkov... Al menos ya no lo mataría por ausentarse en su cena en aquel elegante restaurante.

Apretó el líquido rojizo pegado a su piel, la impotencia hizo que aumentara su pulso.

Ya no se sentía tan débil, es como si estuviera descansando en una nube flotante muy esponjosa. No sentía los pies.

—¿Niño? ¡¿Niño?! —un leve pitido cortó la comunicación.

Conway se sobresaltó de su ensueño. ¿Qué cojones fue eso?

Intentó levantarse del charco en dónde descansaba, fallando miserablemente y manchando aún más si pudiera su uniforme.

—Te arrancaré la puta cabeza, chavalín de los huevos. Jamás debí contratarte. —La misma voz llenó el silencio, terminando otra vez con un pitido.

El hombre no muy lejos de estar moribundo, pudo levantarse con éxito al fin. Caminó lentamente hacia la fuente de ruido con una mano cubriendo su cintura.

Cogió al aparato abandonado en el suelo, no sin antes gimotear y gruñir entre dientes por el inmenso sufrimiento que esa acción conllevó.

La radio habló una vez más, dando un aviso que le heló la poca sangre que le quedaba. —¡Niño! Enviaré refuerzos. Más vale que estés ahí, o cazaré tu puta cabeza y la usaré para jugar a los jodidos bolos.

Conway tiró el objeto al suelo, se apresuró lo más rápido que un disparo le permitiría correr hacia la salida del callejón.

Desgraciadamente, tropezó con un cuerpo duro e inmóvil, cayendo de boca contra el pavimento. —¡Joder!

Si eso no fuera poco, su nariz también sufrió de un derrame. Volvió a incorporarse, pero no previó encontrarse de cara con el cadáver del supuesto niño toca pelotas.

Tenía una bala perfecta y limpia atravesando su cráneo. El avezado tirador le sorprendió gratamente, su posición y tiempo fue perfecto.
Más tarde podría reconocerle el buen trabajo.

Sin nada más que apreciar, salió del callejón a trompicones.
La bala penetró en su costado, con suerte no habrá dañado algún órgano.
Aún así, la herida está abierta y sin ningún tipo de tratamiento. Sino detiene la hemorragia, en cualquier momento terminaría por desangrarse.

Corrió en dirección contraria de dónde todo el caos reinaba, dirigiéndose a comisaría en busca de refuerzos y atención médica.

Cada paso que dio le hizo rechinar los dientes en martirio, debía llegar lo más pronto posible al cuartel antes de que se desmayara.

El sonido de neumáticos derrapando hicieron que se detuviera unos segundos. Miró a sus espaldas, encontrándose con un terrible contratiempo.

—Me cago en mi puta madre.

Dos motos y un coche se dirigían a toda velocidad hacia su posición. Uno de los acompañantes asomó el brazo por la ventanilla, y le amenazó con una pistola automática.

Las manos le temblaron, el sudor volvió a caer de su frente y palideció como si hubiera visto un fantasma.

Está jodidísimo.

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