Capítulo 3

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   La espera terminó bastante más pronto de lo que el pelirrojo esperaba, lo que se corroboró cuando los guardias lo tomaron de los brazos y lo arrastraron hacia fuera.

   Tenía unos tres guardias detrás mientras era empujado para seguir caminando, y pronto se le unió la chica de pelo castaño corto, que solo era escoltada por un agente.

   Era un huracán, y ellos eran el ojos, la intranquila calma en la tormenta. A su al rededor, todos gritaban, murmuraban, hablaban entre sí del par de desafortunados que habían sido tristemente elegidos ese año.

   Tina, al lado suyo, tenía el rostro lleno de lágrimas secas y los ojos hinchados, mirando a los lados con temor.

   El pelirrojo mentiría si dijera que no se compadecía de ella.

-¿Estás bien?- la pregunta fue directamente estúpida, nadie de su distrito podría estar bien en una situación así.

   Pero la chica pareció entender sus intenciones porque miró al suelo, con nuevas lágrimas derramándose por sus mejillas.

-N-No pude de-despedirme de mi hermana.- las palabras se volvieron un susurro inaudible, más aún atravesadas por hipidos.

   Miró a un punto detras suyo, y Newt sintió un dolor fuerte en el pecho al imaginarse a sí mismo intentando despedirse de su hermano.

-Ve.- susurró entonces, decidido.- Corre, abrázala, despídete. Sé que duele, pero mientras más rápido, mejor.- y la empujó al suelo del lado con fuerza, como si estuvieran peleando.

   Los guardias reaccionaron rápido, uno de ellos lo tomó de la cintura y fue suficiente para que, solo luego de unos segundos, quedara quieto. Pero también alcanzó para que Tina abrazara a la que suponía era su hermana, una chica rubia y con un vestido rosa que le quedaba extrañamente bien a pesar de que en cualquier otro caso le hubiera parecido exagerado.

   Los grandes hombres parecieron entender la situación rápido, mucho más cuando Newt no evitó sonreír con sorna. Uno de ellos se acercó a tomar a Tina con fuerza, pero ella tampoco luchó, ya se había despedido.

   Los llevaron, directamente, por separado, Tina delante y Newt detrás, entrando en el metro sin más. Newt se quedó algo estático al ver la decoración, la forma, y el radiante color plateado.

   Era por demás poco común para alguien que había vivido toda su vida en un ambiente natural. Intentó no pensar mucho más en su hogar, debía estar concentrado.

   La mujer de maquillaje extravagante apareció de repente, siendo útil para lo mismo.

-Bueno, ¡Bueno! Es una alegría tenerlos aquí.- Newt se sorprendió al notar que no cambiaba de tono, seguía igual de pomposamente ignorante.- ¡Es increíble! Díganme, ¿Cuántos años tienen?

   La pregunta fue en general, pero su rostro estaba volteado específicamente hacia Newt, que tenía los ojos abiertos de sobremanera y se presionaba contra el sillón en el que estaban, como queriendo hundirse y desaparecer.

   Aparentemente, era notorio, pues Tina se compadeció y contestó antes.

-Tengo diecisiete.- dijo simplemente, alzándose de hombros.

-¡Oh! ¡Una jovencita muy capaz! Hay que llevarte con el modista nada más arribemos en el capitolio.- la miró de arriba a abajo, deteniéndose en las piernas y el rostro. Volvió a girar hacia Newt con una sonrisa que de tan grande parecía terrorífica.- ¿Y tú, cariño? Vamos, no seas tímido...

-Te-Tengo quince.- tuvo que aclararse la garganta en medio de la oración.

-¡Oh! ¡Muy bien, muy bien! ¡Es un jovencito muy encantador!- revolvió sus rulos con una mano curiosa, como si se hubiera estado aguantando.

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