Capítulo 1

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   Aún recordaba su infancia con cierta burla, pero al menos no se había negado a sus recuerdos. No era algo posible, teniendo en cuenta que, cada noche, al cerrar los ojos, revivía esos momentos.

   Pero no lo abrazaba, no lo hacía parte de su vida. Era conciente de que, cuando el sol empezara tan solo a salir, el debía abrir los ojos y separarse de eso, dirigirse a cazar y juntar comida, hacia tiempo que había aprendido a soportar.

   Ese día, sin embargo, era diferente. Ese día, igual que todos los años desde sus doce, debía asistir al sorteo de tributos, los más desafortunados de cientos de chicos irían, sin más, a pelearse y matarse con otro montón de gente desafortunada pero probablemente más preparada. Una masacre sin fin.

   Un show de entretenimiento muy ameno para el capitolio.

   A través de los años, Newt había intentado entender cómo y porqué funcionaban sus mentes. Jamás había visto a alguien del capitolio que no fuera el presentador del programa de los juegos, la alegre y extravagante mujer que iba todos los años a su distrito, o el mismísimo "presidente" Grindelwald desde la pantalla.

   O como el prefería llamarle: "El viejo venido a más." Claro, lejos de los trabajadores del gobierno.

   Pero, a pesar de su poco conocimiento de ellos, podía suponer perfectamente que sus vidas se basaban en nacer, vivir como reyes, no trabajar en si vida, y morir. Oh, cierto, y en el trayecto de "no trabajar" seguían reproduciéndose como conejos.

   Entendía, por lo mismo, que siendo fanáticos de la extravagancia, siempre querían, no, necesitaban un show. Y se dedicaban a educar a sus hijos viendo gente de clase social inferior matarse entre sí, y los niños entendían que eso estaba bien.

   ¡Claro que creían eso! ¡Eran niños! Sus padres son sus héroes y si ellos creen que mandar a veinticuatro chicos a matarse en un estadio está bien, entonces ellos seguirían el ejemplo.

   La vida de las personas allí giraba en torno al show, ese "juego" que mantenía a la gente abajo, era el mismo por el cual ellos asistían a estadios, fiestas, cenas, el mismo por el cual se producían trabajos, gente que gastaba montones de dinero en apoyar a sus participantes favoritos.

   Las muertes eran un show, las familias destruidas eran un show, los ganadores traumatizados eran un show.

   Newt recordaba perfectamente su primer año en el sorteo, sus nervios, su ansiedad. Su temor de resultar elegido.

   Ser un omega que va a los juegos del hambre ya le quitaba unos tres puntos de público, ser hombre le quitaba otros dos. Más en su situación, siendo solo un chico que quiere ayudar a su madre.

   Era deprimente, pero también era deprimente para él despertarse, día tras día, a cazar y producir, trabajando como esclavo de sol a sombra, para dormir. Y al otro día, despertarse una vez más e iniciar con la misma maldita rutina.

   Newt no lo soportaba, era demasiado corriente para él. Se había vuelto aún más torturador cuando se dio cuenta de que debía cazar animales inocentes y prepararlos él sólo. Ya no tenía a su hermano para llorar en su pecho.

   Recordaba, también, acerca del único ganador de los juegos en la historia del distrito doce, el alfa Percival Graves. La verdad es que no se veía como un mal hombre, cuando era pequeño, su hermano, que lo había visto ganar un juego con solo dieciséis años, estaba maravillado y le contaba cosas de él todo el tiempo. Lo consideraba un héroe.

   Hoy en día, si lo viera y su estado de alcoholismo constante, posiblemente quemaría todas sus fotos de niño para que no lo reconocieran como el ex-fanático de Graves.

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